Una crítica absurda

18 de Septiembre 2017

Estamos acostumbrados a tener malas oposiciones.

La Concertación en tiempos de Piñera fue una vergüenza. La derecha no ha sido mucho mejor en estos últimos años. La crítica política es razonable y esperable. Después de todo, se trata de proyectos ideológicos opuestos. Pero hay críticas absurdas. Lina de ellas es la que recibió la Presidenta Bachelet por haber sido nombrada por Naciones Unidas como asesora de Alto Nivel sobre Mediación, función que ejercería una vez concluida su segunda administración.

En primer lugar, este es un reconocimiento a su prestigio internacional.

A la derecha le duele no tener líderes con la misma ascendencia, pero esa no es razón para enlodar a quien sí los tiene. Es cierto que Bachelet ha hecho un gobierno accidentado y que saca nota roja en varias áreas de la gestión pública. Sin embargo sus próximas funciones tendrán poco que ver con su discutida capacidad de gestión sino más bien con habilidades y atributos que la Presidenta pareciera tener.

En segundo lugar, no es cierto que Bachelet vaya a desatender sus labores como Jefa de Estado. La ONU ha solicitado su participación desde Marzo 2018 y no tiene nada de malo que ella piense en su futuro. Por lo demás esta crítica es inconsistente con la tercera que se le hace: que Bachelet está usando la tardía agenda legislativa -es decir, que se mantiene activa hasta el final- como herramienta para complacer a la ONU. Es un cuestionamiento curioso. No digo que haya que estar de acuerdo en todo lo que promueve el foro multilateral más importante del planeta y de la historia, pero es muy probable que sus propuestas representen lo más avanzado que tenemos, por ejemplo, en materia de respeto a los derechos humanos. Si Bachelet le da en el gusto a Naciones Unidas no es para conseguir pega, es porque su agenda legislativa empalma sinceramente con el espíritu progresista de la organización. Que la derecha chilena se ubique al margen del consenso de los países desarrollados en áreas como derechos reproductivos no es problema de los países desarrollados sino de la derecha chilena, que se apelotona en el rincón más conservador del espectro doctrinario.

Finalmente, es una crítica ociosa y contraproducente. Ociosa, porque la oposición no saca nada productivo con ella. Cuando Piñera fue electo en 2010, la popularidad de Bachelet era un problema. La sombra gigante de su aprobación se ceñía sobre La Moneda.

Pero ahora Piñera gobernará sin esa presencia espectral. No hay necesidad de gastar municiones en ella. Y contraproducente, porque resalta las mezquindades de la derecha y genera solidaridad en torno a la propia Bachelet.

Publicado en Las Últimas Noticias.

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