Un gobierno contagiado

29 de Marzo 2020 Columnas

Si las últimas semanas han sido complejas para todos los chilenos, también lo han sido para el gobierno. Y aunque el ideal es mantenerse positivos ante la situación que vive el país y el resto del mundo, en el caso del Presidente -y como dijo Michelle Bachelet hace algunos años-, “cada día puede ser peor”.

Porque el escenario que se le viene a Sebastián Piñera por delante no parece muy auspicioso. Aunque la crisis del coronavirus se convirtió en un respiro para el Ejecutivo en términos del estallido social -que se apagó completamente gracias a la llegada de la pandemia a suelo nacional-, lo cierto es que el Mandatario ha tenido que hacer frente a una catástrofe para la que no estaba preparado -pese a que ya sabíamos cómo había afectado al resto del mundo-, generando medidas que a ratos parecen improvisadas y sin un norte muy claro.

El duro panorama que se le viene al Jefe de Estado tiene varias aristas. En primer lugar, la constante evaluación frente a las medidas que continúa tomando ante la pandemia, la que no siempre es positiva. En ese sentido, el aumento permanente de los casos y la aparición de los primeros fallecidos por el virus -aunque en todos se ha hecho énfasis en las enfermedades previas que tenían-, generan un cuadro complejo para Piñera, por cuanto todo apunta a que continuarán al alza. Todo se complica más con la aparición teorías conspirativas, que hablan del retraso en los datos de reales contagiados y la existencia de posibles portadores del virus asintomáticos.

Las vocerías iniciales del Mandatario -que a ratos le generaban más críticas que felicitaciones- dieron paso al liderazgo del ministro de Salud, Jaime Mañalich, que siempre se mantiene en el ojo del huracán y cuyas “mañalicosas” no caen  bien en la ciudadanía (como afirmar que el virus puede mutar y convertirse en “buena persona”).

Las descoordinaciones también han sido un flanco abierto para el gobierno, como por ejemplo, el decreto que estableció la cuarentena obligatoria en siete comunas de la capital, pero sobre lo cual no había luces de cómo operaría. Largas filas en supermercados fueron la tónica del día -precisamente lo contrario a lo que se recomienda para evitar el contagio- y el Registro Civil hervía de gente que necesitaba clave única para obtener salvoconductos. El desorden obligó al Ejecutivo, por ejemplo, a echar pie atrás a poco andar y facilitar el trámite.

Por lo mismo, el Ejecutivo ha ideado nuevas formas de entregar la información a la ciudadanía, por ejemplo, a partir de la dupla entre la ministra vocera y la subsecretaria de Prevención del Delito, en la que ambas han intentado aclarar las reglas de la cuarentena, con poco éxito.

A lo anterior, se agrega el escenario económico, que será un gran talón de Aquiles para el Gobierno y que no pinta bien en este inicio de pandemia. Ya las primeras cifras hablan de una baja en el PIB; las Pymes (responsables de generar la mayor parte del empleo en nuestro país) están evidenciando duras complicaciones producto de la cuarentena, principalmente por problemas de liquidez. Sin ir más allá, ya la primera encuesta realizada por la Cámara de Comercio de Santiago habla de que un 79% de las empresas han reducido sus ventas y que un 25% ve en peligro su continuidad. Con ello, las cifras de empleo comienzan a mostrar sus primeros -y críticos- tambaleos, ante un escenario en extremo incierto.

Por último, al gobierno no le favorece tampoco la aparición cada vez más masivas de líderes y dirigentes que aprovechan la ocasión para hacer ofertas que se acercan peligrosamente al populismo. Alcaldes y diputados (por nombrar algunos) que parecen haber decidido hacer la cuarentena en los set de los matinales, pues se han instalado casi de manera permanente en la pantalla de televisión. En una postura en extremo irresponsable, se trata de personajes que no están escatimando ningún recurso para aparecer como los protagonistas de una posible solución a la crisis sanitaria. La situación dio incluso para que la Contraloría emitiera un dictamen intentando poner en su lugar a los ediles, ante temas que no serían de su competencia, como alterar la libertad de las personas, formular declaraciones de emergencia comunales o decretar cuarentenas locales.

Lo cierto es que el gobierno ha debido tomar las riendas de un asunto para el que no estaba preparado y la improvisación se ha notado. No obstante, ya hay escenarios para los cuales debiera existir una hoja de ruta planificada y clara, antes de que la pandemia se le suba a la cabeza y el gobierno termine completamente contagiado.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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