Un Congreso en Dicom

12 de Marzo 2017 Columnas Noticias

Como lo dijo en su momento el alcalde Jorge Sharp, la deuda que mantiene el Congreso Nacional con Valparaíso supera con creces los temas de los que se ha hablado en los últimos días. Hace casi 30 años (desde el 20 de octubre de 1988, cuando comienza su construcción), el aporte del Parlamento hacia la ciudad y la región, ha sido al debe.

En primer lugar, porque si bien su instalación en el Puerto pretendía convertirse en una señal de descentralización, con un Poder Legislativo funcionando en regiones, en la práctica aquello no sucedió y la enorme sede se transformó nada más que en un elefante blanco, una especie de oasis en medio de un Valparaíso cada vez más empobrecido, y en el que senadores, diputados y representantes del Ejecutivo se instalan durante el día, para luego volver a la Capital, a toda velocidad (literal y simbólicamente hablando).

Lo cierto es que, más allá de colaborar a la empleabilidad a través de la planta de funcionarios que trabaja permanentemente allí, es poco el efecto que su instalación en Valparaíso ha generado. Es más, todos quienes han podido “vivir” la experiencia de estar en alguna de las cámaras durante un día, estarán de acuerdo en que es un mundo aparte, donde los gritos de los vendedores ambulantes de calle Uruguay no se escuchan, tampoco las eventuales protestas que ocurren afuera ni mucho menos el ruido del mar. Nexo con la ciudad: cero.

Aquello se suma a la ya conocida deuda monetaria que arrastra el edificio desde su construcción. Si cualquier ciudadano es objeto de cobranzas telefónicas, personales y casi hasta en sueños cuando se tiene alguna deuda impaga, es absolutamente inentendible que a casi treinta años, ningún alcalde (seis ediles han pasado por el municipio desde 1990) haya sido capaz de lograr el pago de los casi mil millones de pesos en permisos de edificación. ¡Y en una comuna que tiene un déficit presupuestario que supera los 50 mil millones! Es importante que Sharp haya comenzado su administración exigiendo este pago. Así como también lo intentó su antecesor, Jorge Castro, quien incluso prohibió cualquier construcción nueva hasta que no se saldara la deuda. Sin embargo, las medidas y la capacidad de negociación, hasta ahora, han sido insuficientes. Y la muestra de aquello es que aún no hay pagos en el horizonte.

Lo que sí se ve claro y nítido en el panorama son nuevas obras.

Porque pese a que originalmente se dijo que la puesta en marcha del nuevo sistema electoral no acarrearía nuevos gastos, ¿alguien podía creer que los 47 nuevos parlamentarios que se instalarán en sus dependencias no necesitarían oficinas (para sí y para sus asesores) ni adaptar comedores, salas de comité, entre otros? ¿Cómo se negociará aquello con la ciudad? ¿Habrá permisos para construir en la administración Sharp si no se llega a un acuerdo previo sobre el pago de la deuda anterior? En esta relación, más de sombras que de luces, al menos hubo una noticia positiva esta semana respecto de una de las externalidades negativas que genera este edificio en Valparaíso: la aprobación en la Cámara de Diputados del cambio en la fecha de la Cuenta Pública Presidencial. Una buena noticia para Valparaíso sus calles y obviamente para la Armada, que podrá conmemorar su día sin esa mezcla de molotov y lacrimógenas en el aire.

Pero como nada es sólo blanco o sólo negro, si bien esta decisión es una buena noticia para el Puerto, no lo es para la alicaída vida cívica de los chilenos. Si hasta ahora pocos se entusiasmaban con el mensaje del mandatario de turno, el hecho de que fuera festivo daba la posibilidad de que, incluso por casualidad alguno terminara escuchándolo. En el proyecto actual, el discurso se realizará en un día laboral. ¿Alguien se atrevería a apostar por el rating que tendrá? Con mayor razón entonces, se tratará de una nueva jornada en la dimensión paralela que parecen vivir el Ejecutivo y Legislativo instalados en una burbuja dentro de Valparaíso. 120 diputados, 38 senadores, algunos invitados además del Presidente de turno serán de los pocos que vibrarán con el acto. Del resto, unos pocos marcharán, pero la gran mayoría de los chilenos estará trabajando, preocupados de sus familias y de sus deberes. No escuchando en qué va el gobierno del país.

La deuda del Congreso con Valparaíso abarca mucho más que mil millones de pesos. Se trata también de una morosidad simbólica y política, en la que Valparaíso y las regiones no sólo no cosechan beneficios, sino que además pagan por las externalidades negativas de un elefante blanco que a estas alturas ya debiera estar en Dicom.

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