- Magíster En Comunicación Estratégica, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, 2014
Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.
Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.
La diputada PPD Carolina Marzán ha abogado en los últimos días porque el Presidente de la República patrocine el proyecto de ley que crea el Ministerio del Adulto Mayor, presentado por la propia parlamentaria y que ya fue aprobado en la Cámara a comienzos de este año.
El tema no es menor, sobre todo en una región como la nuestra, donde las cifras no solo hablan, sino que gritan por sí solas: Valparaíso es la zona con mayor cantidad de adultos mayores en Chile, después de Santiago, con casi 250 mil habitantes sobre los 65 años.
En el país, si se comparan los datos del censo 2017 con la misma medición realizada en 1992, en 25 años la población de adultos mayores ha pasado de representar un 6,6% del total de chilenos, a un 11,4%. Es decir, la cantidad de personas sobre 65 años ha aumentado prácticamente al doble en un cuarto de siglo. En términos concretos, hoy hay tres millones de adultos mayores en Chile.
Los reportajes e informaciones sobre los dramas que viven estas personas abundan. Aunque a veces rayan en el sensacionalismo, lo real es que se trata de un grupo que ha sido abandonado por el Estado y que no es prioridad, ni en las políticas públicas, ni en el diario vivir. Abuelos que deben recoger verduras entre la basura de la feria –pues no les alcanza el aporte solidario o la jubilación-, otros que no logran movilizarse en la calle porque no existen rampas, y para qué hablar de quienes han sido abandonados por sus familias y viven en la calle, conviviendo con una suciedad y condiciones de vida inhumanas que no merecen.
Pero más allá de los datos duros y de esas revelaciones, y como muchos de los lectores, yo soy hija de una persona mayor y he podido vivir muy de cerca las dificultades que tienen los representantes de la tercera y cuarta edad, sobre todo cuando además sufren enfermedades complejas o invalidantes. Son pan de cada día las bajas o nulas pensiones, las dificultades para trasladarse, la lenta –incluso irrisoria- atención en los servicios de salud, donde muchas veces se los insta a esperar años para intervenciones o procedimientos. Años que –precisamente- son los que no tienen. Y para qué hablar de quienes no tienen una familia que pueda acompañarlos y, por qué no decirlo, costear el cuidado que requieren.
Chile es, además, el país de Latinoamérica más longevo, lo que –sin embargo- no ha redundado en políticas certeras y que realmente (más allá del asistencialismo a los primeros quintiles y de alguno que otro bono) concentre medidas profundas y concretas en favor de los adultos mayores. Los de hoy y los de mañana.
Pero, ¿será que realmente la creación de una nueva repartición estatal podría mejorar su calidad de vida? ¿Por qué no podría, por ejemplo, el recién remozado Ministerio de Desarrollo Social y de la Familia hacerse cargo? La respuesta es simple: no es suficiente.
Cuando somos el país más veterano del continente. Cuando la pobreza cae como rayo sobre nuestros abuelos. Cuando la clase media no da abasto para darle una vida digna a sus padres, queda claro que se requieren medidas de peso, que ciertamente van más allá de “Tiempo Mejor” (el programa lanzado por la Primera Dama, Cecilia Morel, que habla desde lo positivo de los adultos mayores como sujetos de derecho e intenta –a través de medidas de corte algo populistas- darles una mejor vida). Eso no parece ser suficiente, de acuerdo a lo que nuestros padres y abuelos requieren.
Quizás hablar de un ministerio sean palabras mayores para el Estado. Quizás hacer crecer el aparato estatal le dé urticaria a más de alguno. Pero hay que tomar medidas y de manera urgente, porque los ancianos no marchan, pero sí existen. ¿Y si se pensara en una subsecretaría, dependiente precisamente de Desarrollo Social, en la que los adultos mayores sean los verdaderos protagonistas de políticas públicas estudiadas y pensadas para ellos, y no que estas les lleguen de refilón, como si fueran ciudadanos de tercera categoría? Quizás podría ser un avance.
Acertadamente, la diputada Marzán dijo que se debe crear una institución que tenga mayores facultades que el Senama para proteger a los adultos mayores, sobre todo cuando la proyección apunta a que, de aquí a 2050, la cantidad de personas en este grupo etario se duplicará. Cuánto de cierto hay en esas palabras. De hecho, #todos somos de la tercera edad. Y de aquí a los próximos 30 años, cuando ese vaticinio se haga realidad, le aseguro que Ud., yo y varios millones de chilenos seremos parte de este grupo.
Publicado en El Mercurio de Valparaíso.La diputada PPD Carolina Marzán ha abogado en los últimos días porque el Presidente de la República patrocine el proyecto de ley que crea el Ministerio del Adulto Mayor, presentado por la propia parlamentaria y que ya fue aprobado en la Cámara a comienzos de este año.
El tema no es menor, sobre todo en una región como la nuestra, donde las cifras no solo hablan, sino que gritan por sí solas: Valparaíso es la zona con mayor cantidad de adultos mayores en Chile, después de Santiago, con casi 250 mil habitantes sobre los 65 años.
En el país, si se comparan los datos del censo 2017 con la misma medición realizada en 1992, en 25 años la población de adultos mayores ha pasado de representar un 6,6% del total de chilenos, a un 11,4%. Es decir, la cantidad de personas sobre 65 años ha aumentado prácticamente al doble en un cuarto de siglo. En términos concretos, hoy hay tres millones de adultos mayores en Chile.
Los reportajes e informaciones sobre los dramas que viven estas personas abundan. Aunque a veces rayan en el sensacionalismo, lo real es que se trata de un grupo que ha sido abandonado por el Estado y que no es prioridad, ni en las políticas públicas, ni en el diario vivir. Abuelos que deben recoger verduras entre la basura de la feria –pues no les alcanza el aporte solidario o la jubilación-, otros que no logran movilizarse en la calle porque no existen rampas, y para qué hablar de quienes han sido abandonados por sus familias y viven en la calle, conviviendo con una suciedad y condiciones de vida inhumanas que no merecen.
Pero más allá de los datos duros y de esas revelaciones, y como muchos de los lectores, yo soy hija de una persona mayor y he podido vivir muy de cerca las dificultades que tienen los representantes de la tercera y cuarta edad, sobre todo cuando además sufren enfermedades complejas o invalidantes. Son pan de cada día las bajas o nulas pensiones, las dificultades para trasladarse, la lenta –incluso irrisoria- atención en los servicios de salud, donde muchas veces se los insta a esperar años para intervenciones o procedimientos. Años que –precisamente- son los que no tienen. Y para qué hablar de quienes no tienen una familia que pueda acompañarlos y, por qué no decirlo, costear el cuidado que requieren.
Chile es, además, el país de Latinoamérica más longevo, lo que –sin embargo- no ha redundado en políticas certeras y que realmente (más allá del asistencialismo a los primeros quintiles y de alguno que otro bono) concentre medidas profundas y concretas en favor de los adultos mayores. Los de hoy y los de mañana.
Pero, ¿será que realmente la creación de una nueva repartición estatal podría mejorar su calidad de vida? ¿Por qué no podría, por ejemplo, el recién remozado Ministerio de Desarrollo Social y de la Familia hacerse cargo? La respuesta es simple: no es suficiente.
Cuando somos el país más veterano del continente. Cuando la pobreza cae como rayo sobre nuestros abuelos. Cuando la clase media no da abasto para darle una vida digna a sus padres, queda claro que se requieren medidas de peso, que ciertamente van más allá de “Tiempo Mejor” (el programa lanzado por la Primera Dama, Cecilia Morel, que habla desde lo positivo de los adultos mayores como sujetos de derecho e intenta –a través de medidas de corte algo populistas- darles una mejor vida). Eso no parece ser suficiente, de acuerdo a lo que nuestros padres y abuelos requieren.
Quizás hablar de un ministerio sean palabras mayores para el Estado. Quizás hacer crecer el aparato estatal le dé urticaria a más de alguno. Pero hay que tomar medidas y de manera urgente, porque los ancianos no marchan, pero sí existen. ¿Y si se pensara en una subsecretaría, dependiente precisamente de Desarrollo Social, en la que los adultos mayores sean los verdaderos protagonistas de políticas públicas estudiadas y pensadas para ellos, y no que estas les lleguen de refilón, como si fueran ciudadanos de tercera categoría? Quizás podría ser un avance.
Acertadamente, la diputada Marzán dijo que se debe crear una institución que tenga mayores facultades que el Senama para proteger a los adultos mayores, sobre todo cuando la proyección apunta a que, de aquí a 2050, la cantidad de personas en este grupo etario se duplicará. Cuánto de cierto hay en esas palabras. De hecho, #todos somos de la tercera edad. Y de aquí a los próximos 30 años, cuando ese vaticinio se haga realidad, le aseguro que Ud., yo y varios millones de chilenos seremos parte de este grupo.
Publicado en El Mercurio de Valparaíso.