Terremotos y la pervivencia del Patrimonio en Chile

28 de Mayo 2017 Columnas Noticias

Hacia 1614, Alonso González de Nájera, un reconocido cronista hispano, destacó lo siguiente: “todo el reino de Chile es sujeto a terremotos por la razón de ser todo él costa como dicen los naturales, los cuales temblores son tan ordinarios que no solo se sienten en el estremecer de los edificios (por los que los fabrican generalmente bajos)…”. A partir de esta referencia, bien podemos decir que esta innegable realidad geofísica, presente desde tiempos remotos y dada por el simple hecho que nuestro territorio se ubica en una de las zonas de subducción más activas e importantes del planeta (nos referimos al denominado “Cinturón de Fuego del Pacífico), ha traído como consecuencia la ocurrencia de temblores, terremotos y “salidas del mar” o tsunamis en forma constante, como bien lo advirtió el citado soldado escritor.

De esta manera, esta particular y recurrente manifestación de la naturaleza, unida al desconocimiento que por largas décadas tuvo la población de Chile de sus causas y consecuencias, hizo que numerosas obras arquitectónicas y costosas fábricas sagradas, construidas con los mejores materiales y empleando elaborados diseños, ya que tenían por fin “durar una eternidad”, se desmoronaran, como parte de una sinfonía macabra, en un breve lapso de tiempo.

En consecuencia, la ocurrencia de un violento e inesperado movimiento de la tierra, y que para nuestros antepasados probablemente significó vivir la noche misma del “juicio final”, ya que el orden establecido y la firmeza de sus construcciones se arruinaban en cuestión de minutos, hoy, y ya que conocemos la causa científica que los provoca, nos invita y obliga a reflexionar desde la Historia y volver a mirar nuestro pasado sísmico con el fin de conocer los alcances de estos destructivos eventos y proyectar sus consecuencias para prevenir sus estragos y así, en la medida de lo posible, contribuir a que nuestro patrimonio, en el más amplio sentido de su definición, perviva y pueda ser apreciado en forma real por las futuras generaciones y no en el olvidado recuerdo de lo que fue o pudo ser. En otras palabras, el estudiar la historia de las manifestaciones sísmicas en los pueblos y ciudades que hoy conformar nuestro país nos ayudaría, como sociedad, a generar planes de contingencia efectivos y con ello evitar, así como Sísifo, volver a empezar.

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