Tejer un vínculo: profesor y alumno

29 de Junio 2020 Columnas

A raíz de la pandemia los profesores nos hemos visto obligados a hacer clases por zoom. Y ha surgido  un cierto debate acerca de la educación y los medios. Por zoom, los alumnos pueden copiar más, pueden poner sus pantallas en negro y estar ausentes pero presentes. Cierto, es así, pero centrar el debate en el medio solamente, es perder el norte. Sucede que el norte lo perdimos hace rato, con o sin zoom.

Un profesor no ducho en medios tecnológicos, sufrió una broma por parte de sus alumnos y haciéndole creer que mejoraba la conexión, sucedió que al apretar alt y f4 cerró la pantalla. Y el profesor, dolido, hacía la siguiente reflexión: “la educación es el servicio más extraño, la gente lo paga y no lo quiere recibir”. Ese es el punto: zoom más o zoom menos, ese es el punto. El proceso pedagógico es un vínculo, es un pacto tácito en el cuál un profesor quiere enseñar y un alumno quiere conocer. Sin ese pacto estamos fritos.

Gabriela Mistral hacía sus clases con un pizarrón y tiza, cosa de visitar su escuela en Monte Grande.  Nosotros con zoom, pdf escaneados, power points y demases infinitos, si no tenemos ese pacto, estamos fritos. Habría que preguntarse entonces por qué un alumno no quiere aprender. Y partiendo del supuesto de buena fe que todos mis colegas desean enseñar, habría que preguntarse qué lo impide. Nos han dicho que somos “facilitadores”, que somos “monitores”, y todo eso debilita el pacto mencionado. Un profesor sabe, debe saber, sabe más que sus alumnos y debe enseñarles. No facilitamos nada, no monitoreamos nada. Somos profesores: sostenemos un complejo, rico, largo y creativo proceso mediante el cual una persona se transforma del todo. Sabemos hacia dónde queremos dirigir a nuestros alumnos, sabemos cómo hacerlo, o deberíamos saberlo. Pero hemos perdido el norte.

Perdidos en una maraña de objetivos principales y secundarios, planillas por llenar y textos escritos por otros que nos dicen qué debemos enseñar. Nos hemos convertido en meros aplicadores, avergonzados por saber más y querer formar. Por parte de los alumnos, ellos ya no quieren aprender. ¿Se equivocaba entonces Aristóteles al afirmar que ningún deseo es más natural que el deseo de conocimiento? ¿Por qué los alumnos no desean conocer? Porque es difícil, mucho más difícil y distinto que aprobar un ramo.

Según Rudolf Steiner, el creador de la pedagogía Waldorf, el proceso de conocimiento comienza por niveles básicos hasta llegar a la adquisición de la libertad: “Practicar es repetir, repetir es vivenciar, vivenciar es crisis, crisis es prueba, prueba es fortalecimiento, fortalecimiento es libertad, libertad es crear de la nada, crear de la nada es transformar”. Retomo, si no somos capaces de recuperar el pacto básico entre profesor y alumno no transformaremos nada. Arquímedes pedía un punto de apoyo para mover al mundo, yo pido un vínculo: tejamos un vínculo y moveremos el mundo.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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