Tamara e Itan

7 de Marzo 2021 Columnas

Tamara y su madre hicieron lo que tenían que hacer. La niña iba sentada en su silla, la que permitiría salvarle la vida en caso de un choque. En el momento en que un grupo de antisociales decidió hacer una “encerrona” contra el auto que manejaba su mamá, ella también actuó “en regla”: no opuso resistencia y estaba dispuesta a entregar el móvil.

Pero se demoró. Solo unos segundos, para sacar a Tamara de su silla. La dificultad que todos quienes somos padres de niños pequeños tenemos al momento de sentarlos o sacarlos del asiento, la pelea con las famosas correas y el “cinturón de tres puntas”, se convirtió en una sentencia de muerte para la pequeña de solo cinco años.

Itan también estaba con su madre. También iba en su auto. Y también terminó muerto, esta vez por una bala en medio de un enfrentamiento entre carabineros y delincuentes, que al igual que en el caso anterior, habían intentado una “encerrona”.

La violencia y la falta de seguridad ciudadana parecen haber tenido un avance proporcional al del coronavirus, las cuarentenas y toque de queda. A medida que se han levantado las medidas para contener la Covid-19, los delincuentes han apurado el tranco y palabras como “encerronas”, “portonazos”, “motochorros” y narcotráfico han empezado a competir en espacio y páginas con la pandemia.

Pero cuando son dos niños los que pierden la vida. Dos menores de apenas cinco y seis años, inquieta. Preocupa. Duele.

El gobierno –el mismo de la “puerta giratoria” y “se les acabó la fiesta a los delincuentes”- se ha visto sobrepasado, sin capacidad de acción ni reacción. El Parlamento, para qué decir. Las policías y fiscales no logran muchas veces dar con los responsables de los actos delictuales y los ciudadanos nos hemos acostumbrado a andar asustados.

La cantidad de elecciones que tendremos este año será nuevamente un momento de pasto fértil para que la seguridad ciudadana se convierta en tema obligado para los candidatos a alcaldes, concejales, gobernadores regionales, constituyentes y para qué decir a parlamentarios y presidente. Entonces, empezarán a resonar –como en cada campaña- los llamados a terminar a como dé lugar, con los delitos, a aumentar las penas, a “poner mano dura”.

Sobre todo, considerando que para la ciudadanía es un tema en extremo sensible. De hecho, en la mayor parte de las encuestas, la delincuencia y la falta de seguridad ciudadana son efectivamente uno de los principales problemas para los chilenos, junto con la salud, la educación y el desempleo.

Los números oficiales respaldan el temor ciudadano. En 2020, mientras las restricciones producto de la pandemia se endurecían, se verificó una baja en los delitos de connotación pública, salvo los asesinatos, que aumentaron considerablemente: más de 700 homicidios fueron cometidos en Chile durante el año pasado, un 33% más que en el mismo periodo de 2019.

Hacia fin de año, de acuerdo a datos de carabineros consignados en los medios, los delitos como hurtos y robos volvieron a subir. Entonces, la subsecretaria de Prevención del Delito, Katherine Martorell, afirmó que “el desconfinamiento da paso a los delitos de oportunidad, como el robo por sorpresa y el hurto”.

Nuestra región no ha sido la excepción. De hecho, hace solo un par de semanas los medios daban cuenta de la agresión sufrida por una conductora en Curauma, la que fue amedrentada por seis delincuentes para robarle su auto. Y en estos días, vimos cómo un taxista era arrastrado por su propio vehículo, hurtado por un narcotraficante que intentaba escapar de carabineros en Valparaíso.

La delincuencia continúa y en la vida real, lejos de los flashes, los volantes y los debates televisados, se trata de un mal que los chilenos –y también los habitantes de la V Región- no tenemos cómo paliar. Al parecer, el gobierno tampoco.

Las diferencias sociales, el libre mercado exacerbado, el narcotráfico, el consumismo a toda prueba y la dramática realidad de muchos de nuestros jóvenes e incluso niños –que no ven otro acceso a estos bienes, más que delinquir- continúan existiendo, pese a las campañas políticas y las promesas que quedan sin cumplir.

La pelota ahora estará del lado de quienes aspiran a regir los asuntos públicos en nuestra región y en el país entero. Se requieren nuevas iniciativas, más recursos, una policía moderna y una clase política a la altura. Pero, además, campañas políticas serias, que no falten el respeto a quienes han sido víctimas de estos delitos y, sobre todo, a Tamara e Itan, para quienes no terminó ni “la puerta giratoria” ni la “fiesta” de los delincuentes.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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