Sustrato y subtexto

3 de Junio 2018 Columnas

La densidad política de un mensaje presidencial no pasa por el listado de anuncios sectoriales, ni siquiera de aquellos que inauguran un gobierno. Esos anuncios exponen prioridades y énfasis de gestión, pero son las referencias históricas, los conceptos reiterados, las analogías y figuras retóricas, las que finalmente definen la identidad del relato. Y en estos tiempos, esos elementos y dimensiones tienden a ser más bien escasos e imprecisos, cuando no definitivamente inexistentes.

Con todo, en este primer mensaje de Sebastián Piñera hubo material más que suficiente para develar un sustrato político, un esbozo de construcción histórica a partir de la cual el Mandatario y su equipo de gobierno pretenden explicarse a sí mismos. El principal punto de referencia de ese subtexto fue el país surgido en la segunda mitad del siglo XX: “un Chile confrontado, sin diálogo ni acuerdos, en que la convivencia cívica se enrareció y nos fuimos convirtiendo en enemigos unos de otro.” La primera gran lección que según Piñera debe sacarse de esa “triste” historia es “la importancia y el valor de la unidad y la amistad cívica, el diálogo, el respeto, la colaboración y la búsqueda de acuerdos.” Y también, “el peligro de los intentos refundacionales y la lógica de la retroexcavadora.”

En síntesis, el nuevo gobierno concibe al anterior como una extensión de ese Chile confrontacional, un resabio que vino a romper la continuidad de estos últimos treinta años, en los que el país tuvo progresos extraordinarios precisamente porque logró dejar atrás la falta de acuerdos y los delirios refundacionales. En rigor, dado que la centroizquierda terminó renegando y desafectada de la sociedad construida durante las dos décadas de la Concertación, hoy la derecha acepta sonriente este “regalo histórico” y sale a legitimarlo y defenderlo: una “exitosa y ejemplar transición a la democracia, liderada por el presidente Patricio Aylwin”.

Para el actual oficialismo, la anomalía en la trayectoria de ese Chile “exitoso y ejemplar” fue el segundo gobierno de Bachelet, un periodo donde “el progreso se vio interrumpido porque descuidamos el valor de los acuerdos y del crecimiento económico.” O sea, fueron el desprecio a la amistad cívica y el ímpetu refundacional impuestos por la Nueva Mayoría los que trastocaron esa trayectoria, razón por la cual Sebastián Piñera y su gobierno hoy incentivan la búsqueda de consensos en diversas áreas sensibles. En resumen, el valor de los acuerdos, la unidad nacional, la convergencia e incluso el crecimiento económico, son ahora parte de un patrimonio reivindicado por la derecha, dado que la centroizquierda decidió obsequiarlo cuando, a partir de su pérdida del poder en 2010, giró hacia el cuestionamiento de lo realizado durante sus dos décadas en el gobierno.

Finalizado el discurso presidencial, la oposición salió a cuestionar las críticas al anterior gobierno, el “sexismo” de ciertos comentarios de Piñera o la imprecisión de algunas medidas. Pero la derecha volvió a confirmar que entiende lo fundamental: la significación histórica de la autoinmolación realizada por la Concertación y el generoso “regalo” del país que ella hizo posible.

Publicado en La Tercera.

 

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