Aún recuerdo la impresión que me causó la primera vez que vi una botella en el supermercado que decía: -Sucedáneo de limón- sabor limón, pero sin limones.
Lo que más me impresionó no fue el producto mismo, sino la noción de sucedáneo, la pretensión de ser algo, pero sin serlo.
Hoy los sucedáneos ya no me parecen extraños, al contrario, son demasiado habituales, hoy vemos leche que no es leche, carne que no es carne, mayonesa que no es mayonesa, etcétera.
Sin desconocer los aportes que puedan ofrecernos los sucedáneos de algunos productos (como ofrecernos alimentos más saludables), quisiera explicitar el peligro de trasladar esta lógica al ámbito social.
Queriéndolo o no, la lógica del sucedáneo está permeando nuestros discursos, con el indiscutible riesgo de reemplazar en el lenguaje y en nuestras experiencias lo que antes significaban ciertas cosas.
Quisiera compartir algunos ejemplos de estos sucedáneos sociales, uno de ellos es cuando nos referimos a las redes sociales, noten que ya no pensamos en nuestra comunidad de seres queridos y amigos en quienes podemos confiar, sino que hoy el término red social refiere a una tecnología, a un sitio web o en una aplicación de nuestros computadores o teléfonos móviles ¿No es esto acaso esto un sucedáneo social? y de pasada ¿No es acaso una apropiación indebida de un significado compartido?
Una experiencia relacional y social (nuestra genuina red social) fue reemplazada sin que nos diéramos cuenta en su significado por un invento informático (su sucedáneo social).
¿Acaso los amigos de facebook o de instagram no son sucedáneos de las genuinas amistades? ¿Acaso los like o los emoticones nos son también sucedáneos del resonar y emocionarnos juntos?
Y es que un emoticón riendo no reemplaza las buenas carcajadas compartidas, un like es apenas un pálido reflejo de nuestro sentimiento de gozo de estar juntos.
No soy ingenuo en este punto, las que llamamos redes sociales llegaron para quedarse, y pueden también tener algunas virtudes, como contribuir a mantenernos conectados, sin embargo, el riesgo viene de nuestro lado, cómo permitimos que se reemplacen significados, y con ello experiencias, cambiando la compleja y emocionante vivencia humana por sucedáneos sociales.
Si nos dejamos arrastrar irreflexivamente por esta lógica, corremos el riesgo de vivir rodeados de sucedáneos sociales, que de a poco van permeando nuestra cotidianeidad. La redes sociales son sólo un ejemplo, podemos reconocer otros términos donde el lenguaje devela sucedáneos sociales, por ejemplo, cuando hablamos de recursos humanos (como si las personas fuéramos primariamente recursos), los clubes de lectores, donde ya este término no significa una comunidad de personas apasionadas por leer, sino que es apenas un nombre de fantasía que se le da a un grupo de personas al cual se le ofrecen ofertas comerciales.
Ser conscientes de estos sucedáneos sociales nos permiten develar el problema y darle valor a lo que realmente lo tiene, la experiencia directa y el encuentro cercano e íntimo.
Creo que el problema no es la técnica en sí, sino el estatus que nosotros le damos, haciendo que prevalezca la lógica instrumental por sobre la lógica del sentido.
La invitación que quisiera hacerles es a que volvamos a mirar, que privilegiemos el encuentro directo y la presencia, con el temor y el riesgo que esto implican, riesgo que sin embargo vale la pena correr, para que los sucedáneos sociales retrocedan o al menos no ocupen el lugar de privilegio que hoy parecen tener.
Al concluir esta breve reflexión resueno con lo que escuché hace algunos años: “Solo el amor reemplazar al amor”, y hoy agregaría: “y que por favor, no lo reemplacemos por sucedáneos”.
Publicado en
Mindfulness.cl