La pandemia nos ha llevado a cambiar radicalmente nuestros encuentros, muchas de las interacciones pasaron de ser presenciales a ser “virtuales”.
Hemos pasado de encontrarnos de cuerpo presente, a que muchas de nuestras interacciones estén mediadas por una pantalla, donde la persona aparecen como un rectángulo en nuestra pantalla, y donde nosotros mismos pasamos a ser un rectángulo en la pantalla del otro.
Si bien son indiscutibles las ventajas de poder mantenernos conectados mediante videollamadas, un importante riesgo que puede pasar fácilmente desapercibido es el de invisibilizar la riqueza y complejidad del otro. Algunas de las dimensiones vitales de nuestra experiencia humana se ven reducidas, por medio de una pantalla no podemos captar los olores, las texturas y ni los sabores, apenas percibimos los gestos y los micro-gestos; vemos parcialmente los cuerpos y los contextos físicos y relacionales en los cuales los demás están, y ni hablar de la experiencia subjetiva, la expresión del sentir y del emocionar puede sernos aún más difíciles de captar, corremos el riesgo de que mucha de la experiencias vitales simplemente queden fuera del pequeño rectángulo que vemos mediante una pantalla.
Las pantallas homogeneizan la experiencia, la encuadran, la recortan, y tenemos que hacer un esfuerzo para contrarestar esta homogeneización. Un nombre, una fotografía o un video inclusive son apenas un pálido reflejo de lo que la persona está viviendo en la relación.
Para contrarestar esta homogeneización, tenemos que volver, una y otra vez a ver a la persona que está detrás, volver a encontrarnos y humanizar a la persona con quien nos encontramos, y hacer esto mediados por una pantalla implica tener la motivación y hacer un esfuerzo.
Seguro que en estos meses de pandemia hemos tenido experiencias significativas y emotivas con otros mediados por pantallas, las cuales han requerido voluntad, flexibilidad y poner en prácticar nuestra habilidad de estar presentes ahí junto al otro.
Sin dudas, el contexto digital está generando nuevos escenarios vitales, y con ellos vienen también nuevos desafíos, siendo quizás uno de los más significativos la visibilidad del otro y hacerlo incluyendo su experiencia íntegra.
Junto con desarrollar habilidades tecnológicas, necesitamos con urgencia desarrollar habilidades de presencia, empatía y compasión para ponerlas en práctica en el nuevo contexto virtual, para así no dejar de vernos como los seres sintientes y complejos que somos, ya que más allá del desarrollo tecnológico, seguimos hoy y seguiremos en el futuro necesitando del encuentro genuino con el otro, y hoy nos vemos impelidos a tener estos encuentros mediados por una pantalla.
Publicada en
La Segunda