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Sillas vacías

La improvisación y la desidia en uno de los proyectos emblemáticos de la agenda gubernamental, el que debía proveer los recursos para financiar casi todo lo demás, lo desploman porque el gobierno no logró cerrar un acuerdo político que permitiera ase...
Max Colodro

Max Colodro

Doctor en Filosofía
  • Sociólogo, Doctor en Filosofía y analista político.

Columnista diario La Tercera. Ex director de Estudios del Ministerio Secretaría General de la Presidencia y ex vicepresidente de la Comisión Nacional Unesco-Chile. Columnista, analista político y escritor.

Las especulaciones sobre un eventual cambio de gabinete nos acompañaron todo el verano. De algún modo, ello supone que el Presidente Boric tuvo largo tiempo para evaluar su elenco y los posibles reemplazos, junto con el diseño político que quería imprimir a la gestión durante su segundo año de gobierno. La tragicomedia observada el viernes en La Moneda confirma que ello no ocurrió.

A medida que la ceremonia se retrasaba, los ministros eran citados a Palacio y devueltos a sus oficinas; quien sería la nueva canciller alcanzó a durar apenas unas horas designada; las sillas donde se iba a ubicar a los nuevos ministros pasaron de siete a seis y de seis a cinco frente las cámaras; una imagen inolvidable, que resumió la desprolijidad con que el Mandatario cerró su primer año de gestión. La misma desprolijidad que, dos días antes, había sentenciado la reforma tributaria del Ejecutivo.

En efecto, la improvisación y la desidia en uno de los proyectos emblemáticos de la agenda gubernamental, el que debía proveer los recursos para financiar casi todo lo demás, lo desploman porque el gobierno no logró cerrar un acuerdo político que permitiera asegurar los votos. Y se hará más cuesta arriba luego de que el Presidente, el ministro Marcel y otros integrantes de gabinete dispararan contra la oposición, acusándola de favorecer a los evasores de impuestos. Llegando incluso al absurdo de culpar al expresidente Piñera de un resultado que, entre otras cosas, se explica porque tres diputadas de izquierda se negaron a votar la iniciativa.

¿Con quién pretende sentarse ahora el gobierno a negociar un acuerdo que permita viabilizar una reforma tributaria? ¿Con los representantes de los evasores de impuestos? ¿Con qué cara puede solicitar a la oposición un mínimo de espíritu constructivo en este escenario? ¿Y la reforma previsional y de salud? ¿El gobierno se va a confiar, de nuevo, en dos o tres votos circunstanciales para sacarlas adelante? Como lo acaba de ilustrar el fracaso tributario, y ya lo había mostrado el traspié en la elección del fiscal nacional, esa es una estrategia suicida.

La columna vertebral del gobierno -el proyecto de Constitución votado el 4/S- yace en un cementerio, y La Moneda parece no entender que no puede seguir improvisando mayorías parlamentarias que no tiene y gabinetes de última hora. Que la única alternativa que le queda es intentar construir acuerdos razonables, más modestos que sus sueños, que puedan sustentarse en tiempo. Salvo que pretenda acorazarse en la lógica testimonial, culpar a Piñera, a la derecha y a los evasores de impuestos de sus fracasos; convencer a la gente de que son todos lo mismo, haciendo inviable pedirles después un mínimo de apertura y colaboración.

Es la imagen que deja un cambio de gabinete tan desprolijo como lo fue la estrategia para conseguir respaldo parlamentario a la reforma tributaria. Al final, sillas vacías que de manera vergonzosa deben ser sacadas de escena.

Publicada en La Tercera.

Sillas vacías

La improvisación y la desidia en uno de los proyectos emblemáticos de la agenda gubernamental, el que debía proveer los recursos para financiar casi todo lo demás, lo desploman porque el gobierno no logró cerrar un acuerdo político que permitiera ase...

Las especulaciones sobre un eventual cambio de gabinete nos acompañaron todo el verano. De algún modo, ello supone que el Presidente Boric tuvo largo tiempo para evaluar su elenco y los posibles reemplazos, junto con el diseño político que quería imprimir a la gestión durante su segundo año de gobierno. La tragicomedia observada el viernes en La Moneda confirma que ello no ocurrió.

A medida que la ceremonia se retrasaba, los ministros eran citados a Palacio y devueltos a sus oficinas; quien sería la nueva canciller alcanzó a durar apenas unas horas designada; las sillas donde se iba a ubicar a los nuevos ministros pasaron de siete a seis y de seis a cinco frente las cámaras; una imagen inolvidable, que resumió la desprolijidad con que el Mandatario cerró su primer año de gestión. La misma desprolijidad que, dos días antes, había sentenciado la reforma tributaria del Ejecutivo.

En efecto, la improvisación y la desidia en uno de los proyectos emblemáticos de la agenda gubernamental, el que debía proveer los recursos para financiar casi todo lo demás, lo desploman porque el gobierno no logró cerrar un acuerdo político que permitiera asegurar los votos. Y se hará más cuesta arriba luego de que el Presidente, el ministro Marcel y otros integrantes de gabinete dispararan contra la oposición, acusándola de favorecer a los evasores de impuestos. Llegando incluso al absurdo de culpar al expresidente Piñera de un resultado que, entre otras cosas, se explica porque tres diputadas de izquierda se negaron a votar la iniciativa.

¿Con quién pretende sentarse ahora el gobierno a negociar un acuerdo que permita viabilizar una reforma tributaria? ¿Con los representantes de los evasores de impuestos? ¿Con qué cara puede solicitar a la oposición un mínimo de espíritu constructivo en este escenario? ¿Y la reforma previsional y de salud? ¿El gobierno se va a confiar, de nuevo, en dos o tres votos circunstanciales para sacarlas adelante? Como lo acaba de ilustrar el fracaso tributario, y ya lo había mostrado el traspié en la elección del fiscal nacional, esa es una estrategia suicida.

La columna vertebral del gobierno -el proyecto de Constitución votado el 4/S- yace en un cementerio, y La Moneda parece no entender que no puede seguir improvisando mayorías parlamentarias que no tiene y gabinetes de última hora. Que la única alternativa que le queda es intentar construir acuerdos razonables, más modestos que sus sueños, que puedan sustentarse en tiempo. Salvo que pretenda acorazarse en la lógica testimonial, culpar a Piñera, a la derecha y a los evasores de impuestos de sus fracasos; convencer a la gente de que son todos lo mismo, haciendo inviable pedirles después un mínimo de apertura y colaboración.

Es la imagen que deja un cambio de gabinete tan desprolijo como lo fue la estrategia para conseguir respaldo parlamentario a la reforma tributaria. Al final, sillas vacías que de manera vergonzosa deben ser sacadas de escena.

Publicada en La Tercera.