A un siglo de la creación del Museo Marítimo Nacional

23 de Octubre 2017 Columnas

Durante esta semana, el Museo Marítimo Nacional, ubicado en el cerro Playa Ancha de Valparaíso, es sede del XVIII Congreso Internacional de museos marítimos que, en esta oportunidad, reúne a 22 países, representados por las instituciones más destacadas en este ámbito, provenientes de Inglaterra, Estados Unidos, China, Australia, Suecia, etc.

La ocasión resulta propicia para conmemorar el decreto que hace un siglo trasladó la primera sede del museo, a bordo del Huáscar, a un edificio. El 1 de agosto de 1917, El Mercurio de Valparaíso destacaba: “Pocos de nuestros lectores deben saber que mediante los esfuerzos y bajo los auspicios de la actual Dirección de nuestra Escuela Naval, se está formando un Museo en el cual se acumularán todos los recuerdos y documentos que rememoren y mantengan viva la tradición de gloria y trabajo de la institución marina de Chile”.

Este periódico era, hace un siglo, un actor relevante en la promoción de esta institución, como también del museo municipal que buscaba recolectar fondos para su financiamiento. Se trataba de una cruzada “por el progreso cultural del pueblo”, según el diario.

El 15 de agosto de 1917, a propósito de la creación oficial del Museo Naval de Chile, El Mercurio de Valparaíso dedicó una generosa nota a este decreto del Ministerio de Marina. En esta, se reproducían las cartas del director del establecimiento, Francisco Nef, y la viuda del almirante Juan José Latorre, en las que se solicitaba que donara algunos artículos de su marido.

La respuesta de Julia Moreno de Latorre detallaba una lista de objetos: “1. Su última cartera conteniendo algunos papeles, tal como quedó en el día de su muerte; papel de escribir que usaba el almirante con su monograma. 3. Un anteojo”, etc. A esto se agregaba una carta de Arturo Prat de 1877, el último bastón que usó Latorre, un sombrero alto que uso cuando fue Canciller, útiles de afeitarse, terno levita, etc. Aunque parecía ser que la viuda quería deshacerse por espacio de todas estas cosas, el objetivo era que “sirvieran de estímulo a las nuevas generaciones que se educan en aquella Escuela, para que si más tarde, llega el caso, se sacrifiquen bajo las banderas de la patria”.

Desde esa fecha hasta hoy, el museo transitó por diversas sedes, incluyendo el castillo Wulff, entre los sesenta y ochenta. Los cambios de casa han ido de la mano con la evolución que han tenido estos establecimientos respecto a los fines que buscaban. Al inicio, y como puede verse ejemplificado en el cambio epistolar entre Nef y la viuda de Latorre, se trataba de un gran repositorio de objetos que sirvieran de inspiración a las futuras generaciones. La espada de Prat, el uniforme de Uribe, la gorra de Condell, debían ser elementos que inspiraran a los cadetes a estar dispuestos a sacrificar su vida por la patria como habían hecho ellos.

El primer cambio del museo fue la apertura al público a mediados del siglo pasado. El segundo, la ampliación de su misión. Sin abandonar el orgullo por la historia nacional, se extendió hacia el desarrollo de una conciencia marítima.

Más relevante aún, se agregó a la colección un Archivo y una Biblioteca que guarda, entre sus tesoros, el extinto diario La Unión que, junto con El Mercurio de Valparaíso, son referencias obligadas para conocer la historia de Valparaíso durante el siglo XX.

Los desafíos del siglo XXI para el Museo Marítimo Nacional guardan relación con buscar nuevas formas para encantar a un público cada vez más exigente y ultra tecnologizado. Asimismo, transformar este espacio en un lugar de encuentro y reflexión. En esta línea, determinar qué recolectar y cómo exhibir. Y, por último, apoyar la labor de otros museos que tienen menos recursos como los de Concón o Placilla. Finalmente, ser sede de este congreso internacional, para compartir experiencias con los museos más avanzados constituye un gran paso.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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