Se nos apareció marzo

5 de Marzo 2017 Columnas Noticias

La situación política con la que nos encuentra marzo es ciertamente lamentable. Por un lado, y con el telón de fondo de un profundo desprestigio institucional, los partidos políticos inician un año electoral con un potencial desastre representado por el refichaje de militantes y las implicancias que eso puede tener para diversos pre candidatos presidenciales. Los escándalos de financiamiento sacuden a ambas coaliciones mayores y la expansión del escándalo financiero del PT brasilero ya comienza a llegar a Chile.

Para peor, la situación económica se ve realmente mal, y más allá de la letanía de profecías de inminentes recuperaciones mágicas bajo diversas metáforas, que van desde brotes verdes a nuevos vientos, el hecho es que hay indicadores que señalan que los problemas se están convirtiendo en estructurales. Pérdidas brutales de posición en competitividad minera, productividad, expectativas, nos arriesgan a una situación en que un mero cambio de Gobierno baste para recuperar, mágicamente, la prosperidad.

Qué decir de los desafíos que impone la globalización y que se aparecen sin siquiera haber sido debatidos localmente como la migración, la interdependencia compleja en el plano político y económico o la demanda de mayor participación nacional en procesos globales a los cuales, más allá de nuestra propia percepción de lejanía y aislamiento, seremos requeridos de forma creciente en el futuro. Chile no puede seguirse escudando en que es “pequeño y lejano” cuando a la vez presume de ser miembro de la OCDE y participante de redes comerciales globales como la APEC y sus vinculaciones regionales como la Alianza del Pacifico. Más aun, la liquidez dela situación política sudamericana implica nuevos desafíos. Un Brasil que no consigue superar su crisis política, una Argentina que no termina de despegar y, claro, las dudas que suscita la administración Trump en los Estados Unidos.

Nuestro país enfrenta desafíos serios y reales en un mundo complejo, quizás como nunca antes en su historia. Y nos sorprende en un momento de crisis interna.

En esencia, ya no es cuestionable que Chile cayó de forma completa en la famosa trampa de los países de ingreso medio. Comenzó a planificar y definir sus problemas y soluciones sobre una plataforma de prosperidad que no había sido aún alcanzada y a gastar dinero que, realmente, Chile no tiene aún. La promesa de gratuidad universal universitaria contrasta brutalmente con el desastre en la gestión de servicios como el SENAME o la ineficiencia que muestra el Ministerio de Salud.

En una escena así, el principal desafío de cualquier liderazgo que aspire a la Presidencia o a un cargo de elección comienza por sincerar la situación; que a Chile se le vienen varios años de austeridad y seriedad. Que antes de volver a gastar va a haber que ordenar las cuentas y pagar los dispendios que, con mayor o menor seriedad fueron gastados o comprometidos. Chile debe de asumir que no es un país desarrollado y, por tanto, no puede gastar o compararse con uno. Quizás los candidatos que sinceren eso, tengan mejor fortuna que aquellos que insisten en vender el humo de una prosperidad irreal. Este es el momento para que surjan ideas y propuestas serias.

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