Si algo nos está demostrando esta pandemia, es que desde muchas disciplinas se opina, se discute, se cuestionan las decisiones. Pero qué difícil parece ponernos de acuerdo cuando en la búsqueda de ese equilibrio sabemos que están en juego el bienestar, a corto y largo plazo, de las personas y que en cualquiera de las acciones que se tomen habrá beneficios, pero también pérdidas.

Hoy vemos afectada la logística sanitaria y otros problemas asociados al aislamiento como el impacto económico, el cuestionamiento al teletrabajo y los modelos educativos. Incluso situaciones de violencia de género. En este contexto, el abordaje de cualquier comunidad de expertos que traten el tema de manera aislada termina siendo la aplicación de una solución “técnica”: a todo problema definido le corresponde una solución lógica. Pero estamos frente a lo que Ronald Heifetz define como un problema adaptativo: requiere de cambio en nuestra forma de pensar y en nuestra forma de entender el mundo.

Para este tipo de desafíos se necesitan líderes que se atrevan a tensionar el sistema. Que estén dispuestos a iniciar las conversaciones más difíciles, pero con la sensibilidad suficiente para comprender las pérdidas de los que no piensan igual y que sepan que la solución de “mayor beneficio mutuo” debe co-construirse.

Se necesitan líderes que impulsen un cambio cultural hoy (sí, en medio de la crisis) para que la implementación de estas soluciones (a problemas adaptativos) sean sostenibles.

Publicado en Revista Ya de El Mercurio