Los indultos otorgados por el Presidente Boric tuvieron algo de compensación para una izquierda a la que, en 2022, se le vino la estantería al suelo. El plebiscito del 4/S selló la derrota de su proyecto histórico, y las condiciones del nuevo proceso constituyente terminaron siendo un doloroso “Tratado de Versalles” impuesto por los vencedores. A eso se agregó, también, la elección de un fiscal nacional con un perfil muy distante al deseado por las fuerzas de gobierno.
El Mandatario buscó entonces entregar un premio de consuelo, dar una señal a los suyos y a sí mismo, que reafirmara en algo su identidad y sus convicciones. Se hizo en vísperas de Año Nuevo, pensando que ello ayudaría a aplacar los inevitables costos políticos, pero la magnitud del impacto develó el enorme error de cálculo. Más todavía cuando se conocieron los prontuarios de los indultados y el gobierno debió sincerar que el Presidente no tuvo a la vista todos los antecedentes; de haberlos tenido, dijo la vocera, las decisiones habrían sido distintas.
Errores y desprolijidades al más alto nivel, de los cuales el Presidente y su gobierno tuvieron que hacerse cargo. Y lo hizo, más allá de las consideraciones que la forma y el fondo merezcan: el grave traspié terminó con la renuncia de la ministra de Justicia y del jefe de gabinete del Presidente Boric. A lo que se agrega el enorme daño político y de imagen, con la desaprobación encumbrándose al 70%.
Con todo, a la oposición no le ha parecido suficiente y sigue adelante con una acusación constitucional a una ministra ya destituida; incluso hay sectores que reúnen antecedentes para una eventual acusación constitucional en contra del propio Mandatario. Así, la oposición se desliza hacia las mismas lógicas sufridas por el gobierno anterior, lógicas que en los últimos años solo han deteriorado el funcionamiento de las instituciones y desprestigiado los instrumentos de fiscalización con que cuenta el Congreso.
¿Qué sentido tiene una acusación constitucional contra una exministra que ya pagó con su cargo las vergonzosas “desprolijidades” de su gobierno? ¿De verdad hay sectores que buscan destituir a un Presidente en ejercicio a menos de un año de iniciado su mandato? Quiere decir entonces que no hemos aprendido nada de la crisis política e institucional que vive el país. Que los mismos sectores que hasta marzo tuvieron que resistir desde el gobierno el uso abusivo e irresponsable de las atribuciones del Congreso por parte de quienes hoy habitan La Moneda, ahora en la oposición no son capaces de mostrar algo distinto, aunque sea una mácula más de responsabilidad y de cuidado, en el grave momento que atraviesa el país.
Por último, intentar una manera más original y eficaz de hacer oposición, no repetir errores que no benefician a nadie y que solo han profundizado el pantano en el que nos hundimos todos. En política saber ganar exige, comúnmente, más responsabilidades que las impuestas a los derrotados.
Publicada en La Tercera.