En este sentido, en los derroteros náuticos de los marinos de dicho siglo, Reñaca era un punto de referencia de la navegación, y por ello, el nombre se registraba con mucha naturalidad.
Sí resulta curioso que, en el siglo XVIII, en la mejor representación cartográfica de Valparaíso, realizado en 1744 por los oficiales españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, se cometiera el error de confundir la playa Acapulco, el Sol y Los Marineros, con la de Reñaca, quedando entonces aún más inmortalizado el nombre de que hemos recibido hasta nuestros días.Dicho plano, manuscrito inicialmente, y luego impreso con múltiples versiones en Europa, terminó por universalizar la costa de la bahía y sus bellos topónimos.
De hecho, una descripción geográfica de la zona realizada por la expedición de Alejandro Malaspina, en 1790, asumía que Reñaca comenzaba en lo que hoy es Punta Ossa y playa La Salinas, y se extendía hasta lo que sería Montemar y Cochoa, algo bastante cercano a nuestros tiempos.Ahora bien, ¿cómo supieron tanto detalle si en dichos lugares no había ningún poblamiento formal y sólo se era una parte periférica de la antigua hacienda de la “Viña de la Mar”? Hay registros de población indígena costera, pueblos originarios dedicados a la pesca, que entre sus asentamientos estaba la parte norte de la playa de Reñaca, y otros en la costa de los que hoy es Concón, aunque para dichos tiempos en un avanzado proceso de mestizaje. De ellos provino el nombre del lugar, que en oídos hispanos se entendió como “Reñaca”, pero que pudo tener diversos orígenes, entre los que aluden a lugar de agua cavada, o pozo de agua, denominación que sólo a modo de hipótesis tendría relación con el estero. Sin embargo, no hay claridad absoluta, y hasta la fecha, ante la ausencia de testimonios, es un tema que puede seguir abierto para los investigadores.
Tras la independencia, en la década de 1840, Reñaca, junto con la hacienda completa, pasó a manos de la familia Alvares. Y siguió siendo un espacio periférico de Valparaíso, pero cuando nace la comuna de Viña del Mar en 1874, fundada por José Francisco Vergara, la playa y el curso interior del estero permaneció como hijuela de la antigua hacienda, por lo que continuó siendo un espacio alejado del mundo urbano, y lo fue hasta principios del siglo XX.
Sin embargo, hubo un hecho que marcó un nuevo rumbo en su historia, que fue la construcción de dos baterías costeras para la protección de la bahía en su flanco norte, “Sirena”, construida entre 1896 y 1899, ubicada por sobre lo que hoy conocemos como “La Virgen Negra”, y “Reñaca”, construida en 1898, y que se emplazaba en la punta de lo que es Jardín del Mar, sobre la ya tradicional gaviota que hoy se observa desde distintos puntos de la localidad.
Ambos sitios dieron a Reñaca otro protagonismo, más estratégico, integrado a la historia de toda la bahía porteña, aspecto que nos obliga aún más a salvaguardar este patrimonio, y a reflexionar sobre la importancia del rescate de la memoria, tan útil en nuestra sociedad.
Publicada en
Revista Tell.