Quiénes eligen al gobernante. Esa es la cuestión

24 de Diciembre 2021 Columnas

Quiénes eligen al jefe de Gobierno, al gobernante. Esa es la cuestión. Si el pueblo votando como el domingo pasado, hay presidencialismo. Hemos palpado su arraigo. ¿Ese potente rito democrático puede dejarse atrás? Si lo eligen los parlamentarios, hay parlamentarismo, semipresidencialismo o algún híbrido. Ellos negocian —a veces por meses y meses— quién será jefe de gobierno, su programa y los cargos, mientras una administración interina no pasa leyes. Pequeños partidos-bisagra logran enorme poder. ¿Ejemplos? Muchos. Holanda está sin gobierno desde marzo. República Checa y Austria (semipresidencialistas) tardaron 240 y 225 días en 2018 y 2020. España y Bélgica (parlamentaristas), 316 y 653 días en 2015 y 2020. Imaginemos esas cocinerías a fuego lento en Chile, y el pueblo, al aguaite…

El semipresidencialismo es bicéfalo y confuso en un país de tradición presidencialista. El pueblo vota por un Presidente. Presidirá y no gobernará. Jurídicamente manda el jefe de Gobierno o Primer Ministro elegido por el Parlamento. El Presidente elegido por el pueblo a menudo es de tendencia opuesta a la del jefe de Gobierno que eligió el Parlamento. Esa posibilidad es de la esencia del régimen. En Portugal (1967-2011) ocurrió en el 47,7% de los casos (Amorim Neto y Costa Lobo, 2014). En Francia, François Mitterand, con un Primer Ministro de sus filas, nacionalizó los bancos y once grupos económicos. Luego (1986) presidió el gobierno de su opositor de derecha, Jacques Chirac, mientras este reprivatizaba esos bancos y grupos económicos. “Cohabitación”, dijeron los franceses.

Por evitarla, la elección parlamentaria se puso tras la segunda vuelta (2000 y 2002). El Presidente electo pide un Parlamento afín. Así acabó la cohabitación. El pueblo, de hecho, elige ahora un jefe de Estado/jefe de Gobierno. Los partidarios del semipresidencialismo nunca explican por qué izquierda y derecha unidas pusieron fin a la cohabitación. Explicación: “Son siempre muchísimos los franceses que ven en él —en el Presidente— al verdadero jefe del Ejecutivo” (Ardant et Duhamel, 1999). ¿No ocurriría igual en Chile? Los votantes seguirán eligiendo a un Presidente para que gobierne. Pero ya no será así. Se habrá despojado al pueblo del derecho a elegir al jefe de Gobierno para transferírselo a los parlamentarios.

En los híbridos, el Presidente está forzado a que el Parlamento apruebe a su jefe de gabinete. El pueblo elige al Presidente, espera que dirija su gabinete, pero lo encabeza y maneja los hilos del poder un hijo de la cocina parlamentaria. ¿Pseudoparlamentarismo encubierto? Hasta que el pueblo abra los ojos…

Perú muestra qué pasa si el jefe del gabinete propuesto por el Presidente exige acuerdo parlamentario: caos. Esa doble confianza socava las confianzas. Las disoluciones del Parlamento no son solución. Algunos aún imaginan que responsabilidades compartidas (diluidas) ayudan a la cooperación Ejecutivo/Legislativo. Ocurre lo contrario. Priman la inoperancia y la confusión, los conflictos y bloqueos se potencian, las disoluciones no sirven, la democracia se horada. Hace mucho que lo demostraron estudios internacionales (Shugart & Carey,1992; Elgie, 2011). Perú no es la excepción, es la regla. Mezclar ingredientes de regímenes distintos contraviene la lógica interna de cada uno. No se arma un rompecabezas encajando piezas de uno en otro. Gabriel Negretto en la Convención, hablando por Idea Internacional: “No es buena idea” tomar “retazos de otros regímenes y reducir ciertos poderes presidenciales para fortalecer otros”. Menjunjes, mejor que no.

Pero hay consenso: conviene hacer menos probables los gobiernos de minoría. ¿Lo logran el parlamentarismo, el semipresidencialismo, algún híbrido? No. Los gobiernos de minoría son cada vez más comunes en esos regímenes. Ocurren en el 33% de los casos en Europa. En Dinamarca, en el 89%; España, el 73%; Suecia, el 72% (Field, 2016). Acabó recién un gobierno de minoría en Portugal y asumió en Suecia una Primera Ministra en minoría. Los primeros ministros en minoría negocian leyes como presidentes en minoría. Con multipartidismo y distancia ideológica serán frecuentes.

Mejor hacer coincidir las elecciones parlamentarias con la segunda vuelta presidencial. No a la francesa, no con Presidente electo, sino en la segunda vuelta. Tendería a darle mayoría al Presidente, su coalición tendría proyección gubernamental y la campaña estrecharía lazos Presidente/coalición. Es transformación profunda. Cambia por completo el funcionamiento del sistema. ¿Hay garantía de que la coalición apoye al Presidente del primer al último día? No. Todo gobierno democrático puede quedar en minoría.

Pero se necesitan contrapesos: que el Presidente lidere convenciendo a parlamentarios a los que no puede disolver y que una cámara se elija por partes. Son “invenciones de la prudencia” para frenar posibles apetitos populista-autoritarios, gobierne quien gobierne, en tiempos en que las redes intensifican emociones políticas fuertes y volátiles.

Publicada en El Mercurio.

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