Cuesta recordar cuándo fue la última vez que la ex Presidenta Michelle Bachelet le habló a sus partidos estando en La Moneda. La verdad es que muchas veces se advirtió de la necesidad de que llamara al orden a una Nueva Mayoría que a ratos no sabía cómo seguía unida, pero usualmente esas peticiones eran infructuosas, porque la entonces mandataria se mantenía alejada del vaivén político de sus partidarios.
Ahora, un mes y medio después de haber dejado el Palacio Bachelet decidió golpear la mesa, a raíz de las modificaciones que el nuevo gobierno ha emprendido en temáticas relevantes para el progresismo, como la ley de aborto en tres causales, y llamó a la oposición a ser constructiva, pero a hacer "oír su voz" para defender lo alcanzado: "Lo que espero es que los derechos de los hombres y las mujeres en que se logró avanzar se mantengan", dijo.
Bachelet fue dura no solo para advertirle a la oposición que es hora de despertar, sino también para hacerle un "párele" a Sebastián Piñera, a quien le habló directamente para acusarlo -entre otras cosas- de "torcer" algunas leyes logradas en su administración, a través de reglamentos y otros mecanismos.
Esta situación es nueva. Primero, por el hecho de que la expresidenta, a solo un mes de haber salido de La Moneda, haya decidido involucrarse en política contingente, lo que usualmente no se ha visto en otros ex jefes de Estado, que más bien intentan pasar a segundo plano al dejar el poder.
Pero además, llama la atención porque, para ser sinceros, no queda claro a quién le habla Bachelet. Cuesta creer que realmente le esté enviando este mensaje a los partidos que conformaron la Nueva Mayoría y que sustentaron su gobierno. Fundamentalmente porque hoy se trata de un grupo de colectividades que han perdido su rumbo, que ya no tienen claro qué los une -si es que algo los aglutina, en realidad- y que están completamente desorientados respecto de hacia dónde van y quiénes -en última instancia- caminan en la misma dirección.
Partiendo por la Democracia Cristiana, que vive el corolario de la mayor crisis que ha tenido probablemente desde su fundación.
Atrás quedaron los tiempos en que la DC fue capaz de elegir prácticamente sola -sin otros pactos- a Eduardo Frei Montalva como Presidente de la República o cuando, de regreso a la democracia eran el partido más votado y con mayor cantidad de militantes.
Parece mentira que en 1990 un tercio de la Cámara estaba compuesta por diputados falangistas. Hoy la soledad se ha apoderado del partido. No se trata por cierto de Soledad Alvear, que en realidad, es parte del doloroso éxodo por goteo que ha vivido la tienda desde el año pasado. Con este panorama, la duda que queda es si la DC está en condiciones de defender el legado de alguien más, si en este momento no puede resguardar ni siquiera la herencia propia.
En esa misma línea, el PPD sigue sin claridad respecto de quiénes se harán cargo del partido. Justo cuando se cumplen 30 años del día en que el fundador de la tienda, el ex Presidente Ricardo Lagos apuntó con el dedo a Augusto Pinochet, convirtiéndose así en símbolo de la oposición a la dictadura, hoy la colectividad no tiene un norte claro, no tiene nuevos liderazgos visibles y los históricos están en silencio, incluido un Guido Girardi que ya no es ni la sombra de lo que fue.
En el PS la afonía también ha reinado en las últimas semanas.
Aunque el presidente del Senado, Carlos Montes, se mostró optimista en estos días respecto de la lenta rearticulación de la izquierda e intentó dar una señal de tranquilidad, diciendo que "la cosa va a estar bien", lo cierto es que el socialismo también quedó mudo al iniciarse el nuevo gobierno y hasta ahora sus liderazgos han estado alejados de la coyuntura, como si el planeta "oposición" anduviera en una órbita paralela, dedicados a analizar con quién se sienten más cómodos y si es posible resucitar a la Nueva Mayoría.
Finalmente, el Frente Amplio tampoco ha dado muestras de ser un antagonista con tantos dientes. Salvo la diputada Pamela Jiles -que sin fondo, al menos ha sido capaz de poner la cara y los puños-, el resto de la flamante bancada de 20 diputados no ha tenido la fuerza -hasta ahora- que presagiaban tendrían y también han parecido estar dormidos ante la nueva administración piñerista.
La duda entonces sigue en pie. Cuando Bachelet llamó a la oposición a "hacerse oír", ¿a quién le estaba hablando en realidad? Al parecer, se trata de un grupo de partidos más parecidos a una bella durmiente que a un conglomerado real y que parece necesitar una cirugía mayor para salir del estado crítico en que se encuentra hoy.
Publicada en
El Mercurio de Valparaíso.