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¿Puro Chile?

La pregunta es si de verdad alguna vez fuimos un país menos corrupto que el resto del vecindario o la diferencia está en que ahora contamos con los medios para ver más allá, prensa libre y medios tecnológicos que nos permiten conocer casos que antes...
Gonzalo Serrano

Gonzalo Serrano

Doctor en Historia
  • Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, 2012.
  • Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
  • Licenciado en Humanidades, Ciencias de la Comunicación y Ciencias de la Educación, Universidad Adolfo Ibáñez.
  • Periodista  y Profesor, Universidad Adolfo Ibáñez.
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El 2023 está llegando a su fin y, salvo ese paréntesis de felicidad que nos trajo la organización y desempeño de nuestros deportistas en los Panamericanos, resulta difícil no estar preocupado y ser pesimista respecto al año que viene.

Esta semana ha estado marcada por los asesinatos en la zona y los casos de corrupción que, al igual que los delitos, ya parecieran ser pan de cada día. A inicios del 2019, el humorista argentino Jorge Alís le preguntaba al monstruo de la Quinta Vergara: “¿Qué pasó con el chileno? Ustedes eran honestos, no robaban o no robaban tanto, no se notaba... Pero en eso nos copiaron y lo hicieron tan bien que nos superaron. Roban los políticos, roban los empresarios, los militares, ¡los carabineros!, ¡los carabineros chilenos eran los más honorables del mundo!”.

Unos meses después de su presentación, se produjo el violento estallido social que muchos interpretaron como una respuesta a un sistema que protege y favorece a los más poderosos. Ahora que se han calmado las cosas y la ira ha dado paso a un traumático proceso constituyente, el fantasma del resentimiento vuelve a aparecer a raíz de nuevos casos.

Primero fue el esquema para estafar al Estado a través de las fundaciones y esta semana, conocimos el audio del abogado Luis Hermosilla, dando cuenta de que todo lo puede comprar “don dinero”. Después de casi 5 años, la pregunta del Jorge Alís vuelve como un eco sobre los chilenos: ¿Qué nos pasó?

Durante años, los defensores de Augusto Pinochet justificaron la dureza de su régimen asegurando que lo había hecho por Chile, jamás en beneficio propio. Tiempo más tarde, la evidencia, conocida en sus últimos años, indicó lo contrario. El que antes aparecía como un general intachable, ahora no era muy distinto al resto de sus pares latinoamericanos y africanos.

Quizás parte de esta idea de Chile como un país impoluto se construyó a partir de la importancia simbólica que le asignó la Dictadura a la figura de Diego Portales. Los textos escolares, durante años, repetían el relato de historiadores conservadores. De acuerdo con esta lectura, Portales había abandonado una próspera carrera como comerciante para dedicarse a la política. Frías Valenzuela en su famoso manual, en el que estudiamos muchos, decía: “El desinterés de Portales, que no cobraba sus sueldos a pesar de hallarse en la mayor pobreza, hace escuela entre políticos y funcionarios”.

De esta forma, se fue construyendo el mito de Portales. El del ministro como un arquetipo de lo que debía ser un funcionario público y, gracias a él, el de Chile como una excepción frente al resto de las realidades latinoamericanas. Se hizo una lectura literal de sus cartas y no se revisó con suficiente acuciosidad el archivo. Ahí se pueden encontrar otras cosas del ministro, no incriminadoras, pero sí lo suficientemente relevantes como para desmitificar la figura del Portales incorruptible. Hay evidencia de que vendió artículos de guerra al gobierno mientras era ministro. También se comprometió a hablar con el Ejército para que le compraran los uniformes a uno de sus amigos y que hizo excepciones a sus conocidos para que no participaran en la Guardia Cívica. Por último, la pobreza de Portales era relativa y conveniente de expresar en cartas que iban dirigidas a sus acreedores y a la madre de sus hijos.

Portales y Pinochet son solo dos casos, para mí, no poco relevantes. La pregunta es si de verdad alguna vez fuimos un país menos corrupto que el resto del vecindario o la diferencia está en que ahora contamos con los medios para ver más allá, prensa libre y medios tecnológicos que nos permiten conocer casos que antes se callaban o se escondían bajo la alfombra. Quizás el mito de que Chile no era corrupto fue solo eso. Ahora es un cuento, uno que ya nadie cree.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

¿Puro Chile?

La pregunta es si de verdad alguna vez fuimos un país menos corrupto que el resto del vecindario o la diferencia está en que ahora contamos con los medios para ver más allá, prensa libre y medios tecnológicos que nos permiten conocer casos que antes...

El 2023 está llegando a su fin y, salvo ese paréntesis de felicidad que nos trajo la organización y desempeño de nuestros deportistas en los Panamericanos, resulta difícil no estar preocupado y ser pesimista respecto al año que viene.

Esta semana ha estado marcada por los asesinatos en la zona y los casos de corrupción que, al igual que los delitos, ya parecieran ser pan de cada día. A inicios del 2019, el humorista argentino Jorge Alís le preguntaba al monstruo de la Quinta Vergara: “¿Qué pasó con el chileno? Ustedes eran honestos, no robaban o no robaban tanto, no se notaba... Pero en eso nos copiaron y lo hicieron tan bien que nos superaron. Roban los políticos, roban los empresarios, los militares, ¡los carabineros!, ¡los carabineros chilenos eran los más honorables del mundo!”.

Unos meses después de su presentación, se produjo el violento estallido social que muchos interpretaron como una respuesta a un sistema que protege y favorece a los más poderosos. Ahora que se han calmado las cosas y la ira ha dado paso a un traumático proceso constituyente, el fantasma del resentimiento vuelve a aparecer a raíz de nuevos casos.

Primero fue el esquema para estafar al Estado a través de las fundaciones y esta semana, conocimos el audio del abogado Luis Hermosilla, dando cuenta de que todo lo puede comprar “don dinero”. Después de casi 5 años, la pregunta del Jorge Alís vuelve como un eco sobre los chilenos: ¿Qué nos pasó?

Durante años, los defensores de Augusto Pinochet justificaron la dureza de su régimen asegurando que lo había hecho por Chile, jamás en beneficio propio. Tiempo más tarde, la evidencia, conocida en sus últimos años, indicó lo contrario. El que antes aparecía como un general intachable, ahora no era muy distinto al resto de sus pares latinoamericanos y africanos.

Quizás parte de esta idea de Chile como un país impoluto se construyó a partir de la importancia simbólica que le asignó la Dictadura a la figura de Diego Portales. Los textos escolares, durante años, repetían el relato de historiadores conservadores. De acuerdo con esta lectura, Portales había abandonado una próspera carrera como comerciante para dedicarse a la política. Frías Valenzuela en su famoso manual, en el que estudiamos muchos, decía: “El desinterés de Portales, que no cobraba sus sueldos a pesar de hallarse en la mayor pobreza, hace escuela entre políticos y funcionarios”.

De esta forma, se fue construyendo el mito de Portales. El del ministro como un arquetipo de lo que debía ser un funcionario público y, gracias a él, el de Chile como una excepción frente al resto de las realidades latinoamericanas. Se hizo una lectura literal de sus cartas y no se revisó con suficiente acuciosidad el archivo. Ahí se pueden encontrar otras cosas del ministro, no incriminadoras, pero sí lo suficientemente relevantes como para desmitificar la figura del Portales incorruptible. Hay evidencia de que vendió artículos de guerra al gobierno mientras era ministro. También se comprometió a hablar con el Ejército para que le compraran los uniformes a uno de sus amigos y que hizo excepciones a sus conocidos para que no participaran en la Guardia Cívica. Por último, la pobreza de Portales era relativa y conveniente de expresar en cartas que iban dirigidas a sus acreedores y a la madre de sus hijos.

Portales y Pinochet son solo dos casos, para mí, no poco relevantes. La pregunta es si de verdad alguna vez fuimos un país menos corrupto que el resto del vecindario o la diferencia está en que ahora contamos con los medios para ver más allá, prensa libre y medios tecnológicos que nos permiten conocer casos que antes se callaban o se escondían bajo la alfombra. Quizás el mito de que Chile no era corrupto fue solo eso. Ahora es un cuento, uno que ya nadie cree.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.