Proyecciones en la era post covid

2 de Agosto 2020 Columnas

Crisis o hechos extraordinarios como la pandemia que estamos viviendo son capaces de cambiar para siempre nuestros hábitos y formas de vida. A partir de lo que hemos visto, me atrevería a realizar algunas proyecciones:

Saludos: Una de las costumbres que más impacta a los estudiantes de Estados Unidos cuando llegan por intercambio a Chile, es esa manía que teníamos de darnos la mano y saludar de beso a todas las personas, incluso a aquellas que recién conocemos. Se entiende como un acto reflejo de amor entre padres e hijos, pero hasta hace poco se había vuelto una costumbre demasiado común entre los chilenos. Respecto al saludo de manos, la leyenda cuenta que era una prueba de confianza para demostrar que uno no andaba armado. Hoy, una mano infectada puede ser tan peligrosa como un cuchillo, por lo que no quedará otra que confiar en que nuestros amigos estén desarmados. Seguramente, después de esta cuarentena, los besos y apretones de manos serán un recuerdo del pasado con personas que no son cercanas.

Los diarios impresos: Hace unos meses, el diario La Tercera dejó de imprimir las ediciones durante la semana y limitó su distribución a los sábados y domingos. Más allá del gusto que a algunos nos genera revisar el diario en papel, lo cierto es que además de ocupar un formato que contamina (papel, tinta y traslados) en términos prácticos, las ediciones impresas están expuestas a quedar obsoletas frente a noticias que evolucionan minuto a minuto en las redes sociales. El formato digital permite cambios y portadas dinámicas. Aquí, además, hay un tema generacional: preferir la edición impresa a la digital es el equivalente en las nuevas generaciones a preferir una carta en vez de un email.

Los billetes y las monedas: Aún es común ver que las personas eviten pasarse la sal en la mesa porque “da mala suerte”. La tradición se remonta a que los primeros intercambios comerciales se hacían con la sal como medio de cambio. Dejar la sal en un lugar y no pasársela de mano en mano era una forma de asegurar que no se alterara la cantidad. Tiempo después, aparecieron las monedas y, más tarde, los billetes. Lo que las campañas de las tarjetas comerciales no lograron hacer con jingles y concursos para desincentivar el pago en efectivo, lo que hizo el coronavirus en pocos meses. El uso de los billetes y las monedas terminará reduciéndose a acciones puntuales, tal como le pasó a los cheques hace algunos años. Habrá que confiar en la tecnología, las cuentas virtuales y nuevos tipos de moneda, como los bitcoins o las chauchas, la criptomoneda chilena.

La forma de hacer política: La discusión sobre el retiro del 10% de los fondos de pensiones generó un interés inédito en la población. Aquellos políticos que vieron en esta medida un primer paso para acabar con las administradoras de los fondos de pensiones, tal como existen, utilizaron el argumento de que “había que escuchar a la mayoría”. Lo que no dimensionaron es que si esa es la nueva forma de concebir la política -no estoy haciendo un juicio de valor sobre esto- su función como representantes no tiene sentido (nadie sabe para quién trabaja). El modelo de los senadores y diputados fue concebido en una realidad muy distinta a la actual, cuando las personas estaban lejos del Congreso y necesitaban a los representantes. A eso se sumaba la idea de que el parlamentario estaba mejor preparado e informado para la toma de decisiones. Actualmente, la tecnología nos podría permitir hacer una votación vía internet y nos ahorraría la necesidad de los honorables. Si queremos ir un poco más allá, el físico chileno César Hidalgo propone senadores “avatar”, quienes, sin costo para el Estado, nos entreguen la información que queremos, de acuerdo con nuestros intereses, y nos sugieran cómo votar o, incluso, con toda nuestra información, votar por nosotros.

En fin, después de algunos años, cuando me vea, por favor, evite darme la mano o saludarme de beso y si me debe dinero, hágame una transferencia. Si me equivoqué en las otras cosas, ya lo habré olvidado. Si acierto, no me cansaré de recordárselo.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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