Postincendios: ruta peligrosa

11 de Febrero 2017 Columnas Noticias

Como se avizoraba, ya frenados los incendios, vendrán los escrutinios públicos respecto de las actuaciones de la catástrofe, época de balances y rencillas, donde nunca nos pondremos de acuerdo, desde el Gobierno, que tendrá argumentos y dineros gastados en su superación, y desde la oposición, donde seguramente se piensa que nunca se habrá hecho lo correcto en oportunidad y en medidas adoptadas, donde tampoco escasearán las soluciones mágicas de alguna comisión investigadora. Reprocharemos, todos, la debilidad institucional de las emergencias, marcada por agoreros proyectos que siguen durmiendo en el Parlamento, y algunos clamarán por marcos potestativos aún más fuertes -como si la declaración de excepción constitucional de Estado de Catástrofe, no tuviere en sí el germen de una situación tan extraordinaria, como la de debilitar e incluso suspender garantías constitucionales.

En los hechos seguramente desaprovecharemos nuevamente esta oportunidad, para hacer una real autocrítica como ha acontecido en cada una de nuestras sucesivas y frecuentes catástrofes. Seguiremos construyendo en lugares sin la debida planificación, e improvisando en la gestión anual de procesos que pueden preverse con cierta facilidad solo con estar atentos a las profecías climáticas. La culpa de estos eventos no está en eucaliptos o pinos exógenos que deciden auto atentar contra ellos mismos, desgraciadamente es el hombre el autor que termina por facilitar o promover la magnitud que alcanzan estos desastres.

La novedad ahora estará -al parecer- marcada por la activa labor de persecución penal dirigida de manera específica contra determinadas personas que aventuraron declaraciones por distintas vías y medios, particularmente en aquellos coronados por la tecnología de redes actuales, sea en Twitter, Facebook, o en comentarios apretados de unos cientos de caracteres donde las emprendieron contra autores que podrían asumirse como causantes de estos eventos de fuego. El caso toma ribetes complejos políticamente cuando los denunciados e imputados, que no se anonimizaron, son de una tendencia opositora al actual gobierno, y los otros -siempre los hay- que se ocultaron cabalmente, formularon y plagaron las redes de tesis paroxísticamente conspirativas asociadas a empresas y trabajadores que, antes que autores, eran las víctimas del fuego que arrasaba las hectáreas de sus emprendimientos. Este punto de inflexión es nuevo para la autoridad, y quizás peligroso para la democracia, y nos abre una interrogante que dice relación con el rol de la autoridad en la sociedad de la posverdad.

Es que nos encontramos en una sociedad distinta que exige roles extraordinariamente prudentes para la autoridad, pues el camino judicial que emprenda puede terminar por transformar sus acciones en vientos que acaben en brisas que no remuevan, ni logren intimidar a nadie. Al final quedará el lobo, que no podrá apretar las mandíbulas en el momento correcto. Cuando todos seamos querellados, de cualquiera de los bandos, la labor real de persecución del delito será una quimera que fragilizará los delitos reales que se cometan.

Es cierto que en el combate de los incendios que arrasaron nuestro país, en enero, las soluciones externas terminaron por salvar la situación, un avión que era resistido paradójicamente por la autoridad que debía clamar por su uso -y que era puesto gratuitamente a nuestra disposición por una chilena que se cruzó con la fortuna de un magnate americano en un cabal acto de filantropía- se transformó en un héroe de la tecnología y en la ruptura de las trabas que se le pusieron para su cometido. Gracias al concurso de otros empresarios, pudo estar unos días adicionales en Chile. A su turno, helicópteros y aviones de geografías tan distantes como Rusia, también se sumaron a la labor de extinción del fuego masificado.

Pero en este llegar de afuera conviene detenerse en chilenos que nos visitaron en enero y que bajo los titulares de las llamas quedaron ocultos en su aporte e importancia, particularmente con el desarrollo de la trama de este Chile bajo fuego. Me refiero a los físicos Cristián Huepe y César Hidalgo. El primero nos advierte que las redes ya no dependen de información exógena y verificable de noticias por medios determinados, sino que se han transformado en círculos cerrados y autorreferentes que van generando círculos de confianza sin posibilidad de verificación. Esto fue lo que pasó frente a los incendios: cientos de WhatsApp, que se difundían y reenviaban sin control, culpando a mapuches, a forestales, e incluso hasta a bomberos.

Por su parte, César Hidalgo nos abre la mente en cuanto a la importancia de los datos en la formación de la riqueza y en el buen funcionamiento de las instituciones. El dato limpio, usable, disponible y cierto es lo que terminará por determinar el crecimiento económico e institucional de los países. ¡Qué diferente habría sido el manejo de nuestra catástrofe si ello hubiese sido ya una realidad en nuestro país!

Esos son los desafíos del postincendio, esos son los desafíos que tenemos que acometer, la encrucijada de judicializar ahora los incendios terminará por demostrar una vez más que nos alejamos cada día más del verdadero desarrollo. 

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