Pinochet

2 de Abril 2017 Columnas Noticias

Como siempre, el último recurso: desempolvar los restos de Pinochet para ponerlos en el centro de la escena electoral; un dictador que dejó el poder hace más de un cuarto de siglo; ya definitivamente sancionado por la historia, pero que una generación política tan desgastada como él, cree que puede seguir usando para conquistar votos.

Parece insólito, pero aquí los verdaderos ‘nostálgicos’ de Pinochet se ubican en la centroizquierda. Sueñan despiertos con hacerlo presente, con tenerlo de nuevo como el principal factor de división de la sociedad chilena. Como la estrategia de cuestionar la fórmula que Sebastián Piñera ha usado para desligarse de sus inversiones no está funcionando y sigue sin caer en las encuestas, ahora necesitan un candidato ‘pinochetista’, reinstalar por enésima vez la lógica del plebiscito de 1988, forzar al país a votar en función del Sí y del No, rebobinar la historia como si en 29 años no hubiera pasado nada.
Vergonzoso, pero también sintomático de la desesperación que los recorre, de la incapacidad para hacerse responsables de su enorme impopularidad. Como si Chile no les importara -a lo mejor es cierto- no quieren a una derecha comprometida con la democracia, sino, igual que ellos, nostálgica de la dictadura. No les gusta que el principal candidato de la derecha haya sido un opositor al régimen militar, que votara por el No; les repugna que durante su anterior gobierno haya cerrado el Penal Cordillera, que ejerciendo la Presidencia acusara a los partidos de su sector de haber sido ‘cómplices pasivos’ de las violaciones a los DD.HH., y que cuestionara la indolencia de los Tribunales de Justicia frente a los crímenes.

Cuando se sienten derrotados, cuando sienten que ya no tienen nada que ofrecer salvo su inmensa desaprobación, recurren al dolor y al odio que afortunadamente la gran mayoría de los chilenos aprendió a dejar atrás. Como pareciera se están quedando otra vez sin futuro, no saben más que recurrir al pasado, tratando que sea el propio Pinochet quien los salve de la ruina. Ya lo intentaron el 2009 y no les resultó, precisamente porque el Chile que la Concertación construyó durante dos décadas fue exitoso en cerrar esa etapa trágica y en poner al país ante nuevos desafíos. Pero eso, en las actuales circunstancias, no les sirve.

Ahora están paralizados porque la campaña presidencial los obliga a hablar del mañana y no del ayer, a poner propuestas y proyectos sobre la mesa, sin poder conducir al país a decidir en función de lo que ya decidió hace casi tres décadas. Para su desgracia, Pinochet está muerto y enterrado, y no habrá forma de hacerlo volver para que, frente al severo juicio de la mayoría, pueda darles una mano.

Al final del día, esta es quizás una de las muchas razones que explican la gigantesca desconexión con el Chile actual que algunos de sus candidatos presidenciales exhiben, la causa por la simplemente que no logran siquiera alzarse por sobre el error estadístico. Que a estas alturas no se les ocurra nada mejor que traer de vuelta el fantasma de Pinochet, es la sintomática evidencia de lo que hoy día son: algo que, al parecer, también una mayoría de chilenos quiere dejar atrás.

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