Peor es na’

15 de Enero 2023 Columnas

Sobre gustos no hay nada escrito. Ese dicho popular resume muy bien lo que ha sido una semana marcada por el anuncio del gobierno de Gabriel Boric respecto del inicio del proceso para hacer realidad un tren entre Santiago y Valparaíso, anhelada noticia que la región ha escuchado en varias ocasiones, pero que todavía no se ha hecho realidad.

Pero como siempre sucede, no a todos les gustó la información, principalmente, por dos razones esenciales en las expectativas generadas tanto por este gobierno como los anteriores: el tren no será rápido y no llegará a Valparaíso.

De acuerdo a lo explicado por el ministro de OO.PP., Juan Carlos García, el trazado que se está considerando partirá en Quinta Normal, para seguir hacia Batuco, Tiltil, Llay Llay, La Calera, Limache y encontrarse con Viña del Mar en la estación El Salto.

Aquello encendió las primeras alarmas en la Ciudad Puerto, pues -considerando el centralismo que existe en este país y que se replica en las regiones-, el alcalde Jorge Sharp no recibió de buena manera que el tren no llegue hasta su comuna. Porque en esta zona, Valparaíso es Chile.

Probablemente para quienes habitan el interior, la noticia no es tan mala, considerando que precisamente lugares como La Calera y Quillota vienen pidiendo hace al menos una década una mejor conectividad con Viña del Mar y Valparaíso. Y en realidad, la extensión del Merval -prometida también muchas veces- solo ha sido un voladero de luces.

Desde ese punto de vista, el trazado dado a conocer a priori (porque todavía faltan los estudios técnicos y un largo camino), es un buen anuncio para la región, aunque no lo sea para la comuna que lidera el alcalde. No hay que olvidar que, además, el edil nunca ha sido precisamente un fan del gobierno de Boric.

Quien podría tener más razón en sus críticas es el gobernador regional, Rodrigo Mundaca, quien alegó que no se hubiera considerado a dirigentes regionales para la discusión y toma de decisiones.

Gol de Mundaca. Para un gobierno que entre sus principales promesas de campaña planteó la necesidad de darle voz a los territorios, no se entiende que no haya habido al menos una mesa de trabajo donde incluyeran al gobernador, los alcaldes y dirigentes de las distintas zonas que se verán favorecidas, pero también afectadas, por el tren.

Sobre todo, considerando que será un proceso lento, que comenzará este año recién con el análisis técnico, pensando en que la licitación se abra en 2025 y solo en 2030 esté operativo. Hay mucho tiempo por delante. ¿Tan complejo habría sido citar a los principales líderes de la región por último para informarles antes de que se “enteraran por la prensa”? Este tipo de situaciones permiten la aparición de las clásicas malas lenguas, que empiezan a especular con que la rapidez en el anuncio más bien fue un intento por desviar la atención pública de los temas críticos de la semana, como las acusaciones constitucionales contra el ministro Giorgio Jackson y la extitular de Justicia, Marcela Ríos.

Un último punto tiene que ver con el hecho de que el tren no será rápido, como se suponía… Y esperaba. La modernidad hay que pagarla y significa considerar un costo más alto para lo que obviamente no hay recursos suficientes. Además, no es el primer intento por llevar a cabo este proyecto y precisamente algunos de los anteriores habían considerado montos bastante más elevados. Ya en el gobierno de Bachelet II se presentó una propuesta de un consorcio asiático, el que después no prosperó a través de la Ley de Ferrocarriles, aunque apuntaba a US$1.600 millones. El tema fue posteriormente tomado por el segundo mandato de Sebastián Piñera, quien terminó analizando dos propuestas internacionales concretas, pero que se elevaban sobre los US$2.400 millones. La pandemia fue el verdugo que aniquiló y terminó sepultando la concreción de la iniciativa.

¿La tercera será la vencida? No está claro, pero en esto hay que ser realistas: la necesidad de un tren entre Santiago y la región es imperativa -no solo para la Ciudad Puerto-, pues permitiría disminuir la afluencia de autos y camiones que ya simplemente no caben en rutas como Vía Las Palmas. Ayudaría además a la descentralización regional, al unir Viña del Mar con el interior sin necesidad de extender el Merval. A su vez, permitiría esa conexión con Valparaíso a través del metro. Y, aunque no se acerque siquiera a la velocidad de los trenes bala que construye China, lo cierto es que, para el colapsado e ineficiente sistema de transportes de nuestras ciudades, bien cabe recordar el dicho “peor es ná”.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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