En tiempos de incerteza política cabe preguntarse desde dónde se encarga la construcción del nuevo patrimonio, ese que podría ser realmente de todos. La pregunta se complica cuando pensamos en las nuevas narrativas que debieran dar forma a los nuevos proyectos de ciudad que queremos y al patrimonio que aspiramos construir para mejorar la sociedad fragmentada que tenemos. Una respuesta ambiciosa podría ser el desafío de una visión interministerial de colaboración: Mincap, MOP, Minvu y Mineduc. No hay una sola forma de hacerlo porque debe ser visión compartida, con dirección, equipos humanos y técnicos. Y aunque sea por la celebración del Día de los Patrimonios podríamos soñar con que esto se vuelva prioridad.
Construir un nuevo patrimonio puede ser problemático si de verdad lo proyectamos para mejorar la calidad de nuestras interacciones. El nuevo patrimonio podría consistir en proyectar de manera mucho más orgánica y asociativa los desafíos de aquello que podría ser común. Podría ser un catalizador para promover nuevas formas de cohesión social en la ciudad. Gracias a los medios y a las redes sociales se han instalado nuevamente imágenes de deseo en los espacios de la Plaza Italia. Hace unos días aparecieron formas montadas sobre el plinto de la rotonda invitándonos nuevamente a interactuar con preguntas de contingencia.
Esta vez la acción fue en honor a la figura de Elena Caffarena. Hemos visto imágenes de todo tipo; de optimismo y humor, pero también de frustración y horror. Y, para no ser menos, la arquitectura también aparece desplegada por medio de una acción que instaló la fachada de la estación de trenes de Pirque, que alguna vez existió en el extremo norte del Parque Bustamante. Se trata de un edificio diseñado por Emile Jéquier que podríamos haber visitado en esta fecha de celebración. La paradoja de esta imagen se hace más evidente cuando la vemos junto al edificio vecino, construcción monumental que está cerrada y vacía.
El sector de la Plaza Italia deberá hacerse cargo de estos “nuevos patrimonios” porque la historia ha convertido a este lugar en un espacio performativo principal, tanto para el patrimonio material como para el inmaterial. Un lugar vivo que por su ubicación estratégica podría promover distintas formas de cohesión e incluso afectividad. Lo que vemos en esas imágenes montadas que solamente ahí pueden tener sentido nos hacen reflexionar acerca de lo que podríamos tener y llegar a ser.
¿Cómo haremos eso sin desmantelarlo nuevamente? Frente a un desafío como este las intervenciones temporales que celebran y que a la vez cuestionan nuestros patrimonios nos hacen reconocer una cualidad multifacética y única en él. Y es que tenemos muy pocos espacios generosos y de calidad urbana a lo largo del país que pueden contribuir a unirnos social y culturalmente. Nos falta más ambición en esa dirección. Faltan más espacios que instalen valor real, no tan ficticio. El país necesita nuevos lugares para interpretar historias y contar otras nuevas que nos identifiquen no en una, sino que en varias direcciones.
Publicado en
La Tercera