Pensando al Estado con las mujeres

21 de Marzo 2021 Columnas

Es imposible pensar sobre nosotros, sobre nuestra sociedad, fuera del marco del Estado. Este es un concepto clave en nuestra comprensión de la realidad. Por tanto, las experiencias vitales de las mujeres adquieren sentido dentro del Estado, y no en éste como una entidad abstracta, sino que como una realidad histórica en la que el género y el poder han estado entrelazados por larguísimo tiempo. Pero, por lo mismo, la relación entre las mujeres y el Estado sería inconcebible, así como la igualdad de género sería una cuestión irresoluble si solo la pensamos como dominación y exclusión.

Hemos discutido bastante sobre las mujeres bajo el Estado chileno: por ejemplo, ¿cómo el poder de la ley ha limitado los derechos de propiedad de la mujer casada?, ¿cuáles son sus posibilidades de acceder al mercado laboral si las políticas sociales responsabilizan a las mujeres del cuidado de niños y ancianos? Esto no quiere decir que la discusión sea suficiente (por el contrario, es un debate que tiene que renovarse constantemente), sino que es tiempo de un cambio en la preposición. “Bajo” el Estado ha implicado una cierta miopía crítica. Por un lado, las relaciones de las mujeres y el Estado han sido ubicadas en la periferia de la política y la crítica ha sido reiterativa en narrar la historia progresiva de la representación política femenina y del creciente número de mujeres en la toma de decisiones del poder político. Por otro lado, se argumenta -y también con razón- que las mujeres han sido incorporadas al Estado, pero como meras receptoras de la política pública, específicamente, como madres para el Estado de bienestar. Ambas perspectivas destacan la persistencia con que el Estado constriñe, discrimina, subordina a las mujeres y refuerza roles de género, constatando cómo éste afecta la vida de las mujeres tanto simbólica como materialmente. Y el mérito indudable de estas críticas ha sido instalar la desigualdad de género como una cuestión política central.

Hecho esto, ahora tendríamos que invertir el sentido de la pregunta por el significado de las mujeres para el Estado: ¿Cómo han sido las actitudes, las estrategias de mujeres comunes y corrientes, cuyas experiencias vitales adquieren sentido dentro de esas instituciones, estructuras y políticas estatales? Las indagaciones empíricas y teóricas sobre esta pregunta muestran que los márgenes entre el ámbito privado del hogar, en que el Estado ha ubicado a las mujeres, y el ámbito político del cual han estado excluidas son porosos. Es decir, están interconectados y por ahí fluyen las formas concretas de pertenencia por parte de las mujeres al Estado; los significados enormemente variados y complejos de ser ciudadanas. El triunfo de una convención constituyente paritaria demuestra esas conjunciones y, por ello, ahora es tiempo más que de insistir en mirar al Estado como una estructura evidente que prueba la dominación masculina, considerarlo como la plataforma que hace posible los cambios y discutir sobre cuáles serán las condiciones de posibilidad para que la política pública potencie el cambio social.

Publicado en La Tercera

 

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