¿Parlamentarios al poder?

16 de Octubre 2021 Columnas

Se nos dice que 1) tenemos un hiperpresidencialismo y 2) bajo el presidencialismo hay dos fuentes de legitimidad —Presidente y Parlamento—, lo que causa bloqueos si los presidentes quedan en minoría legislativa. Ergo, hay que ir a un régimen semipresidencial o parlamentario. En estos regímenes, el o la gobernante (Primer Ministro o Premier) no emana directamente del voto del pueblo, sino de los parlamentarios (¿es viable en Chile?). Un rey (en general, bajo el parlamentarismo) o un Presidente votado por el pueblo (semipresidencialismo) solo reina o preside, pero no gobierna.

La iniciativa exclusiva presidencial en materias presupuestarias es, se dice, un poder excesivo —aunque haya negociaciones (Arana, 2013)—. Pero prerrogativa parecida tienen los gobernantes del Reino Unido, Alemania, Canadá, Australia, España, Irlanda, Francia… La aprobación del presupuesto del Premier es voto de confianza. Su rechazo hace que el gobernante renuncie o disuelva el Parlamento. Así es en Suecia, Noruega, Austria, Japón, Nueva Zelandia… (OCDE, 2004). Ni semipresidencialismo ni parlamentarismo acarrean per se el fin de esa preeminencia del gobernante.

No se objeta el poder del Presidente por dar un poder mayor a otra autoridad con otro nombre. Sería desvestir un santo para vestir otro. El Premier, bajo el semipresidencialismo y el parlamentarismo, si bien surge del Parlamento, puede disolverlo, lo que le da un poder mayor al del Presidente bajo el presidencialismo. “Reagan es un gobernante más débil que Margaret Thatcher” (Valenzuela, 1985). “Los primeros ministros siempre han sido más poderosos que los presidentes” (Dowding, 2013). Disuelven en el instante electoral propicio, y sacan ventaja (Schleiter, 2019). Uno de los corredores da la partida.

Si hay una Cámara y el gobernante puede disolverla, mantiene a los parlamentarios bajo esa espada de Damocles, aunque no la deje caer. Por eso, porque no son autónomos, los parlamentos son menos activos como legisladores bajo el parlamentarismo (Bradley y Pinelli, 2012). Por eso, regímenes autoritarios contemporáneos se han impuesto sin violar normas del semipresidencialismo: Putin en Rusia, Kaczynski en Polonia, Erdogan en Turquía. O sin violar las del parlamentarismo: Orbán en Hungría. Lo advirtió: “Solo debemos ganar una vez, pero entonces propiamente”.

El semipresidencialismo y el parlamentarismo, por tanto, dan al gobernante más poder que el que tienen nuestros presidentes.

Puede pasar —pasa a menudo— que el Presidente esté en minoría en el Parlamento. Lo quisieron los votantes. Debe acordar sus proyectos de ley uno a uno. Pasa igual en el parlamentarismo y el semipresidencialismo.

En Europa, en algo del 40% de los casos, ha habido gobiernos de minoría. En Dinamarca y España es habitual. Si acordar un gobierno de mayoría es difícil, se tolera uno de minoría. El gobernante negocia tal como Presidente en minoría. Ni semipresidencialismo ni parlamentarismo ponen fin a los gobiernos de minoría. Nuestro problema es otro: 16 partidos y polarización (Cortázar, 2021).

Las elecciones a veces producen un bloqueo previo: los partidos negocian a puertas cerradas quién será el gobernante, cuál su programa. Mientras, hay un gobierno solo administrativo. En Holanda las elecciones fueron el 17 de marzo, los partidos aún no se ponen de acuerdo. En 2017 tardaron 225 días. En la República Checa, en 2018, 240 días. En Bélgica, en 2020, 653 días. En España, en 2020, cuatro años, pese a dos elecciones parlamentarias. ¿Viable en Chile con las urgencias que nos acosan?

Y hay partidos chicos que logran desmedido poder, “partidos bisagra”, necesarios para armar mayorías. Pocos votos hacen y deshacen gobiernos, y los semipresidenciales son más breves que los parlamentarios y presidenciales (Martínez, 2022, por publicar, y “El Mercurio”, 4/6/21, A2)

Las razones contra el presidencialismo vienen del parlamentarismo de Juan Linz (Linz, 1994). Después se ha escrito en sentido contrario (Cheibub, 2007; Chaisty, 2018). Entre presidencialismo y semipresidencialismo, Linz prefería el presidencialismo. Lo dijo en Chile: “si me ponen entre la espada y la pared, pues digo: sigan ustedes con lo que tienen… no intenten este sistema mixto que en el fondo va a ser presidencial, pero sin las ventajas de la claridad que tiene este sistema presidencial” (Linz, 1989).

Publicada en El Mercurio.

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