Ovirmarlixion

16 de Abril 2023 Columnas

Hace algún tiempo ya, el político Gutenberg Martínez contaba que no fue hasta cuando estuvo en la universidad, que tomó conciencia de la particularidad de su nombre. Y lo hizo de golpe, cuando luego de reírse del de otra persona, un compañero le hizo ver que el suyo tampoco era como para vanagloriarse.

En mi caso, aunque mi nombre es común y corriente, tengo el pequeño problema de llamarme igual que un tío y que un primo. Aunque mis padres me han explicado que me bautizaron así por gusto, la explicación no me deja conforme. Tres Gonzalo Serrano en dos generaciones es un exceso y una falta grave de imaginación. ¿Qué costaba haberme diferenciado? No les pido haberme puesto Gaudencio, Gargamel o Gastucio, pero podría haberme llamado Germán, Gastón o Gregorio y evitar las confusiones con los otros Serranos.

Reflexiono sobre esto a propósito de Ovirmarlixion Garcés, acusado como el asesino del carabinero Daniel Palma. Ya se ha escrito bastante sobre este cobarde crimen, pero no sé si alguien ha reparado en el nombre, seguramente porque, en realidad, para la gravedad del caso, no tiene importancia.

Disculpe la frivolidad, pero voy a detenerme en este tema. Si retrocedemos en el tiempo, en el mundo católico, la tradición dictaba que a los niños se los bautizaba de acuerdo con el santo que correspondía al día de su nacimiento. Si usted nacía un día como hoy, 16 de abril, sus padres tendrían que haber escogido entre Bernardette, Engracia si era niña y Benito, Contardo, Fructuoso, Leonidas o Toribio si era hombre. De esta forma, la celebración del santoral coincidía con el cumpleaños, de ahí la tradición de los mariachis y la famosa canción de las mañanitas.

Los procesos migratorios que se vivieron en Chile sumaron, a partir del siglo XIX, nombres no católicos a la parrilla de posibilidades. Aunque durante el siglo XIX y XX no era tan común la combinación de nombres extranjeros con apellidos hispanos, desde hace algunas décadas comenzaron a cambiarse los nombres católicos por sus formas anglo. De esta forma, a quienes antes se los bautizaba como Juan, comenzaron a ser registrados como Jon, John, Jhon, Jhonny, Jony, etc. La forma en que se escribía dependía de la claridad de los padres y de la voluntad del oficial del registro civil.

Las nuevas generaciones de padres se liberaron de esa tradición que sentían como carga y empezaron a dejarse llevar por la moda. Estos podían provenir del mundo de la música, del deporte, espectáculo, etc. Así nacieron los Paul, Bryan, Gary y sus múltiples derivados.

Luego vino una última generación de padres. Aquella que dejó de regirse por los referentes generales y dio curso a su imaginación y gustos particulares. Estos podían venir del manga japonés, juegos de rol, combinaciones particulares o ataques de originalidad que, se me ocurre, es el que dio vida al nombre de Ovimarlixion.

Quizás lo más curioso de este caso es que cuando este venezolano entró a Chile tuvo la oportunidad para cambiarse el nombre y pudiendo haber escogido entre los nombres más populares de 2022, Mateo, Gaspar, Santiago, Lucas o Benjamín, optó por eliminar el Ovim y quedarse con Arlixion.

Esto nos lleva a la última moda y que tiene relación con el nombre social, que es la forma como cada uno quiere y debe ser llamado. Aunque puede ser la oportunidad que estaba esperando para dejar de ser otro Gonzalo Serrano más de la familia, la verdad es que ya me acostumbré y supongo que también el resto. Al fin y al cabo, lo que nos define es quiénes somos y lo que hacemos, mucho más de cómo nos llamamos.

En el caso de Ovimarlixion, la particularidad de su nombre es lo de menos frente al crimen que cometió. Los nonatos chilenos podrán estar tranquilos, nadie querrá bautizarlos jamás con este nombre.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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