- Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, 2012.
- Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
- Licenciado en Humanidades, Ciencias de la Comunicación y Ciencias de la Educación, Universidad Adolfo Ibáñez.
- Periodista y Profesor, Universidad Adolfo Ibáñez.
¿Otra calle para Salvador Allende?
Gonzalo Serrano
Una nueva polémica se ha generado esta semana. Un grupo de personas propuso a la alcaldesa Macarena Ripamonti que rebautice la tradicional calle Quillota con el nombre del expresidente Salvador Allende, en conmemoración de los 50 años del golpe de Estado ocurrido el 11 de septiembre de 1973.
El tema me gustaría abordarlo desde tres aristas. La primera, referida al exmandatario; la segunda, los nombres de las calles y su sentido y, la tercera, respecto a la historia de esta misma avenida.
Salvador Allende sigue siendo, después de medio siglo de su suicidio, un personaje que divide a los chilenos. Mientras que para la izquierda se transformó en un factor de unión después del 11 de septiembre, para la derecha, Allende fue quien llevó al país a la crisis de 1973. Independiente de ambas posturas, desde el punto de vista histórico, Salvador Allende fue, durante muchos años, una figura parlamentaria, un presidente elegido democráticamente y un hombre cuyas convicciones de hacer a Chile una mejor nación lo llevaron a suicidarse, antes que rendirse. Aunque pueda causar tirria, Allende merece no solo una calle, sino una estatua.
Sobre el nombre de las calles, en un inicio éstas adoptaban la denominación que les daba naturalmente la gente, calle de La Cañada o del Estero, por ejemplo. Sin embargo, a medida que las ciudades se fueron ordenando, se entendió como una oportunidad para homenajear a aquellas personas que habían tenido un rol relevante en el desarrollo de la comuna o el país. Así se ha hecho tradicionalmente en la Ciudad Jardín: Von Schroeders, Álvares, Vergara, Montt, Ossa, etc. El problema es que de estas denominaciones se acuerdan los alcaldes en los bautizos, pero basta un cambio generacional para que las personas desconozcan quiénes eran sus habitantes. Por esta razón, en las ciudades desarrolladas y con conciencia histórica, debajo de cada nombre, viene una breve reseña de quién fue el personaje y en qué años vivió.
El último punto tiene relación con la calle Quillota y el sentido de conservar su nombre. Y este, como el de la calle, es uno solo. Se trata de una arteria que era fundamental en la conexión entre el puerto y la zona interior (Quillota). Hay que recordar que era un camino que atravesaba la hacienda Viña del Mar, incluso antes de que se fuese fundada como ciudad en 1885. Y es que Quillota, tal como lo ha destacado en su prolífica obra el investigador Roberto Silva, tenía un rol clave en la economía del país desde la Colonia. Arrebatar el nombre a esa calle, es amputar parte de la historia, tanto de Quillota como de Viña del Mar.
Por último, es relevante que la alcaldesa tenga sobre la mesa algunos datos. El primero, no solo en Chile, sino también en el mundo, hay muchas calles que llevan hoy el nombre de Salvador Allende. El segundo, solo el 5% de las calles de Chile lleva el nombre de una mujer. En esta línea, si Macarena Ripamonti se entusiasma con bautizar una calle o una avenida, bienvenido sea, pero que deje de lado los estereotipos tradicionales y se aventure por aquellas mujeres que fueron un aporte significativo a la región. Estoy pensando en las artistas Eugenia Huici de Errázuriz, Elsa Lüderitz y Adriana Ruiz; la escritora y activista Inés Echeverría Bello; la escritora María Luisa Bombal; la actriz Gloria Lynch y las poetisas Sara Vial y Teresa Wilms, todas ciudadanas ilustres de Viña de Mar, pero que, por machismo y falta de originalidad, aún no son dignas de una calle.
Publicada en El Mercurio de Valparaíso.