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Oposición se busca

La oposición hoy lisa y llanamente no existe.
Karen Trajtemberg

Karen Trajtemberg

Magíster en Comunicación Estratégica
Directora Escuela de Periodismo UAI Campus Viña del Mar. Magíster en Comunicación Estratégica
  • Magíster En Comunicación Estratégica, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, 2014

Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.

“La gente no vota por el pasado”, dijo esta semana el senador PPD Felipe Harboe, refiriéndose al protagonismo que ha tenido la expresidenta, Michelle Bachelet, en el último periodo. Lo anterior podría considerarse de suyo lógico, siempre y cuando se obvie que tanto la última elección de la exmandataria como la del actual jefe de Estado, Sebastián Piñera, se sustentan precisamente en un “revival”. Independiente de lo anterior -y aquí es donde la tesis de Harboe termina de perder sustento-, para que la ciudadanía pueda efectivamente dejar el pasado y votar por el futuro, se requiere -aunque suene obvio- de la existencia de futuro. De algún nuevo liderazgo al que seguir. Y aquí la ex Nueva Mayoría está al debe. Atrás quedaron los tiempos en que el conglomerado elegía presidentes sin mayor esfuerzo y en el que sus figuras se empinaban en las encuestas fácilmente. Hoy nada de eso existe: no hay líderes, no hay respaldo ciudadano, no hay proyecto. Y, en realidad, no hay coalición. Quizás por lo mismo, en estos primeros tres meses de gobierno de Sebastián Piñera, la derecha ha manejado el país casi sin contrapeso. La oposición -la misma que en algún momento, en un pasado que parece muy lejano, instaló conceptos como la retroexcavadora- hoy lisa y llanamente no existe. No se trata -como ha sucedido otras veces- de que haya división en las fuerzas progresistas y de izquierda, o que la histórica pugna entre autoflagelantes y autocomplacientes continúe generando dos almas de compleja interrelación dentro del conglomerado. Ahora simplemente se trata de una oposición que parece virtual, que se ha diluido en la desazón y la desunión, que ni siquiera levanta la voz -salvo algunos llaneros solitarios y episódicos- y que deja que el Ejecutivo haga y deshaga libremente. Así, durante este primer trimestre de gobierno, las intervenciones de peso han sido esporádicas y sin mayores efectos. En el PS, por ejemplo, los diputados Manuel Monsalve y Leonardo Soto se dieron el gusto a través de algunas presentaciones ante Contraloría, a las que adhirió su timonel, Alvaro Elizalde, pero rápidamente se diluyeron en la nada. Y fuera de lo anterior, el partido aparece poco, aunque dos de las principales autoridades del país militan precisamente en esta tienda: los presidentes del Senado, Carlos Montes, y de la Cámara, Maya Fernández. Pero, el socialismo ocupa su tiempo y esfuerzos en coquetear con el Frente Amplio, que se deja querer, pero que tiene sus propios problemas y no está dispuesto a hacerse cargo de los moribundos partidos de la ex Concertación. En un escenario quizás más complejo está el PPD, inserto en la campaña que culmina precisamente hoy, con las elecciones internas de la colectividad. Con un enfrentamiento entre una figura de la primera línea política desde 1990, Heraldo Muñoz, un exdiputado mediático, Marco Antonio Núñez, y una joven mujer, Andrea González, que no ha logrado instalarse públicamente en la retina ciudadana, el proceso en sí ha pasado inadvertido, sobre todo porque se ha centrado en la división interna más que en una visión de país. Inserto en aquello, el PPD tampoco ha tenido una presencia fuerte. El resumen del estado del partido lo adelantó el viernes pasado uno de sus fundadores, que dejó la tienda hace un tiempo, el diputado Pepe Auth: “El PPD no tiene futuro”. La Democracia Cristiana, en tanto, continúa viviendo su propio Via Crucis. Sin un norte definido y conocido, sin liderazgos claros, con un constante y doloroso éxodo de militantes históricos -y otros que no lo son tanto- y con una falta de propuestas hacia el futuro, que no permiten ver la luz al final de este largo túnel. Lo anterior, sazonado por los constantes guiños a la derecha y las muestras de que sus militantes más vistosos se sienten más cómodos cerca de Piñera que dentro de la oposición. Sobre todo si esta incluye al PC y el FA. De hecho, en la medida en que la crisis avanza -y carcome-, la DC permite que las miraditas entre el Ejecutivo y sus militantes sean más directas, en una especie de coqueteo deliberado y sin tapujos. Tan claros como un Ignacio Walker alabando el discurso presidencial, o un exministro Jorge Burgos -junto a Jorge Correa Sutil- que se plantean como defensores, en su calidad de abogados, del ministro de Educación Emilio Santelices, ante la acusación constitucional que se prepara en su contra, en uno de los pocos atisbos de vida opositora en el Congreso. Aunque finalmente el primero declinó, la tormenta ya estaba en marcha. Y la DC camina hacia su propia sepultura, a menos que Fuad Chahin, el nuevo timonel de la colectividad, logre hacer algún tipo de milagro. Finalmente, el PC y el Frente Amplio continúan su pololeo de lejos y, al menos ante la opinión pública, deben darle gracias a las mujeres de sus bancadas. El primero a Carmen Hertz, que logró -al menos por un pequeño lapso- demostrar que algo de oposición existe, cuando interpeló al ministro de Justicia, Hernán Larraín. Y el FA, a Pamela Jiles, que entre tanto mostrar los dientes, ha tenido una presencia constante en recordarle al gobierno que alguien lo vigila, junto a Maite Orsini, que ha puesto otro tanto. Lo cierto es que más allá de las estrellas fugaces, el gobierno hasta ahora ha gobernado casi sin ningún contrapeso (salvo los errores propios), ante la ausencia de un equipo contrario coordinado, con mirada de futuro y con líderes reales que sobresalgan entre la bruma de una oposición inexistente. Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

Oposición se busca

La oposición hoy lisa y llanamente no existe.

“La gente no vota por el pasado”, dijo esta semana el senador PPD Felipe Harboe, refiriéndose al protagonismo que ha tenido la expresidenta, Michelle Bachelet, en el último periodo. Lo anterior podría considerarse de suyo lógico, siempre y cuando se obvie que tanto la última elección de la exmandataria como la del actual jefe de Estado, Sebastián Piñera, se sustentan precisamente en un “revival”. Independiente de lo anterior -y aquí es donde la tesis de Harboe termina de perder sustento-, para que la ciudadanía pueda efectivamente dejar el pasado y votar por el futuro, se requiere -aunque suene obvio- de la existencia de futuro. De algún nuevo liderazgo al que seguir. Y aquí la ex Nueva Mayoría está al debe. Atrás quedaron los tiempos en que el conglomerado elegía presidentes sin mayor esfuerzo y en el que sus figuras se empinaban en las encuestas fácilmente. Hoy nada de eso existe: no hay líderes, no hay respaldo ciudadano, no hay proyecto. Y, en realidad, no hay coalición. Quizás por lo mismo, en estos primeros tres meses de gobierno de Sebastián Piñera, la derecha ha manejado el país casi sin contrapeso. La oposición -la misma que en algún momento, en un pasado que parece muy lejano, instaló conceptos como la retroexcavadora- hoy lisa y llanamente no existe. No se trata -como ha sucedido otras veces- de que haya división en las fuerzas progresistas y de izquierda, o que la histórica pugna entre autoflagelantes y autocomplacientes continúe generando dos almas de compleja interrelación dentro del conglomerado. Ahora simplemente se trata de una oposición que parece virtual, que se ha diluido en la desazón y la desunión, que ni siquiera levanta la voz -salvo algunos llaneros solitarios y episódicos- y que deja que el Ejecutivo haga y deshaga libremente. Así, durante este primer trimestre de gobierno, las intervenciones de peso han sido esporádicas y sin mayores efectos. En el PS, por ejemplo, los diputados Manuel Monsalve y Leonardo Soto se dieron el gusto a través de algunas presentaciones ante Contraloría, a las que adhirió su timonel, Alvaro Elizalde, pero rápidamente se diluyeron en la nada. Y fuera de lo anterior, el partido aparece poco, aunque dos de las principales autoridades del país militan precisamente en esta tienda: los presidentes del Senado, Carlos Montes, y de la Cámara, Maya Fernández. Pero, el socialismo ocupa su tiempo y esfuerzos en coquetear con el Frente Amplio, que se deja querer, pero que tiene sus propios problemas y no está dispuesto a hacerse cargo de los moribundos partidos de la ex Concertación. En un escenario quizás más complejo está el PPD, inserto en la campaña que culmina precisamente hoy, con las elecciones internas de la colectividad. Con un enfrentamiento entre una figura de la primera línea política desde 1990, Heraldo Muñoz, un exdiputado mediático, Marco Antonio Núñez, y una joven mujer, Andrea González, que no ha logrado instalarse públicamente en la retina ciudadana, el proceso en sí ha pasado inadvertido, sobre todo porque se ha centrado en la división interna más que en una visión de país. Inserto en aquello, el PPD tampoco ha tenido una presencia fuerte. El resumen del estado del partido lo adelantó el viernes pasado uno de sus fundadores, que dejó la tienda hace un tiempo, el diputado Pepe Auth: “El PPD no tiene futuro”. La Democracia Cristiana, en tanto, continúa viviendo su propio Via Crucis. Sin un norte definido y conocido, sin liderazgos claros, con un constante y doloroso éxodo de militantes históricos -y otros que no lo son tanto- y con una falta de propuestas hacia el futuro, que no permiten ver la luz al final de este largo túnel. Lo anterior, sazonado por los constantes guiños a la derecha y las muestras de que sus militantes más vistosos se sienten más cómodos cerca de Piñera que dentro de la oposición. Sobre todo si esta incluye al PC y el FA. De hecho, en la medida en que la crisis avanza -y carcome-, la DC permite que las miraditas entre el Ejecutivo y sus militantes sean más directas, en una especie de coqueteo deliberado y sin tapujos. Tan claros como un Ignacio Walker alabando el discurso presidencial, o un exministro Jorge Burgos -junto a Jorge Correa Sutil- que se plantean como defensores, en su calidad de abogados, del ministro de Educación Emilio Santelices, ante la acusación constitucional que se prepara en su contra, en uno de los pocos atisbos de vida opositora en el Congreso. Aunque finalmente el primero declinó, la tormenta ya estaba en marcha. Y la DC camina hacia su propia sepultura, a menos que Fuad Chahin, el nuevo timonel de la colectividad, logre hacer algún tipo de milagro. Finalmente, el PC y el Frente Amplio continúan su pololeo de lejos y, al menos ante la opinión pública, deben darle gracias a las mujeres de sus bancadas. El primero a Carmen Hertz, que logró -al menos por un pequeño lapso- demostrar que algo de oposición existe, cuando interpeló al ministro de Justicia, Hernán Larraín. Y el FA, a Pamela Jiles, que entre tanto mostrar los dientes, ha tenido una presencia constante en recordarle al gobierno que alguien lo vigila, junto a Maite Orsini, que ha puesto otro tanto. Lo cierto es que más allá de las estrellas fugaces, el gobierno hasta ahora ha gobernado casi sin ningún contrapeso (salvo los errores propios), ante la ausencia de un equipo contrario coordinado, con mirada de futuro y con líderes reales que sobresalgan entre la bruma de una oposición inexistente. Publicada en El Mercurio de Valparaíso.