Nueva Constitución en río revuelto

24 de Noviembre 2019 Columnas

“Hay que cuidar el acuerdo”, es una de las frases que más se ha repetido en la clase política en estos días, respecto del consenso logrado la semana pasada entre la mayor parte de las fuerzas oficialistas y de oposición, que culminaron en el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”.

Pese al llamado a resguardar el pacto, dirigentes de diversas colectividades parecieran estar haciendo todo lo posible por remar hacia el otro lado, en este mar confuso que mezcla la nueva Carta Fundamental, con las marchas ciudadanas y la violencia desatada en las principales ciudades del país.

Porque mientras Valparaíso, algunos sectores de Viña del Mar y el centro de Quilpué –por nombrar algunas zonas- parecen sacados de una postal de Siria, los saqueos e incendios continúan con chipe libre y las autoridades locales –salvo Jorge Sharp, hay que decirlo- parecen desaparecidos en acción, da la sensación de que la clase política continúa viviendo en un mundo paralelo, enfrascados en sus propias discusiones y desaguisados.

Así, las palabras de Andrés Allamand prendieron las alertas en la oposición esta semana. Ello, por cuanto el senador RN aclaró su propia interpretación del acuerdo: si en cualquiera de las formas que se determine para construir la nueva Constitución, los delegados no llegan a acuerdo sobre una materia específica, esta “fracasa”, no hay nueva Carta Fundamental y sigue rigiendo la actual.

Aquello no cayó bien en los partidos de la ex Nueva Mayoría ni en el Frente Amplio, donde se acusó a Allamand de caer en interpretaciones “mañosas” y de estar bloqueando las negociaciones.

Lo más complejo es que se trata de una discusión que está recién comenzando (y que sucede de forma análoga a las barricadas, saqueos, incendios y acusaciones de violaciones a los DD.HH. por parte de carabineros) y que ya promete momentos de tensión extrema. Si durante esta primera semana la polémica ha sido permanente, ¿qué quedará para los momentos de mayor incertidumbre, adportas de las primarias de entrada y salida, o cuando se elija a los delegados para la convención?

De hecho, ese no fue el único desaguisado de la semana. Porque mientras Allamand leía el acuerdo con sus propios anteojos, el ministro de Salud, Jaime Mañalich señalaba que el criticado sistema de salud chileno es “uno de los mejores del planeta”, en lo que a algunos les pareció una verdadera burla hacia quienes marchan precisamente por las falencias del sistema. En paralelo, un general de carabineros comparó, con una evidente falta de criterio, el uso de escopetas con el tratamiento contra el cáncer, pues en ambos casos –dijo- se matan células buenas para terminar con las malas. Desafortunada comparación.

En la otra vereda las cosas no fueron más tranquilas. En el Frente Amplio la unidad fue esquiva: Gabriel Boric sufrió las consecuencias de haber accedido a participar del acuerdo por la nueva Constitución y fue suspendido de su militancia. Y el edil de Valparaíso, Jorge Sharp, renunció a su propia colectividad, cuestionando el que se hayan prestado para un acuerdo que no le parece adecuado.

Desde otra esquina, el Servicio Electoral puso una luz de alerta por los tiempos. Si la clase política no logra llegar a acuerdo en los tecnicismos del proceso rápidamente, entonces es virtualmente imposible que en abril de 2020 tengamos primarias de entrada, pues no habrá tiempo suficiente para poner en marcha la maquinaria electoral establecida por ley.

Con todo lo anterior en el escenario, el Presidente Sebastián Piñera se dio el lujo de desvirtuar la validez del informe de Amnistía Internacional, que cuestionó el actuar del Gobierno y de las Fuerzas Armadas y de Orden en materia de DD.HH. Como si se tratara de una organización de poca monta, el Ejecutivo restó credibilidad al documento (aunque sí lo habían cotizado cuando este se refirió a los derechos fundamentales en Venezuela, por ejemplo) e incluso, el senador Juan Antonio Coloma acusó que el texto “carece de moralidad”, respaldando el criticado actuar de carabineros.

Finalmente, queda la duda si con un río así de revuelto es posible que se llegue a acuerdos que permitan cerrar el capítulo de la crisis que vive Chile, en vez de seguir ahondándolo, ya sea por la vía de los desaguisados políticos, por la constante negativa del gobierno a hacer un mea culpa por las violaciones a los DD.HH., por la continuación de los saqueos e incendios, o por la imposibilidad técnica de llevar adelante en los tiempos acordados, un proceso que es crucial para el país.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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