Notas “mentirosas”

27 de Enero 2022

Es preocupante la evolución que han tenido las notas de los egresados de la enseñanza media. Estas se han estado elevando sin pausa desde la admisión de 2012. Ese año los que dieron la PSU tuvieron un promedio de 5,60. Los que rindieron la reciente PDT, en cambio, promediaron un 5,99. El grueso del aumento —2,99 décimas— se produjo desde la admisión 2020, sugiriendo que quizás la pandemia dejó una marca profunda en las notas de enseñanza media. En ese sentido, sería posible que, en los próximos años, a medida que colegios y liceos retomen años académicos “normales”, parte de esta inflación de notas se comience a disipar. Sin embargo, la tendencia inflacionaria venía de antes, como dejan entrever los números de más arriba. Varios estudios publicados en los últimos años validan esa tendencia. La mayor ponderación relativa de las notas que introdujo el mal llamado ranking parece haber estado a la base de este fenómeno.
En efecto, dicho instrumento, hay que recordarlo, es finalmente una transformación de las notas de enseñanza media, por medio de una bonificación de aquellas superiores al promedio del colegio o liceo del que egresa el estudiante. El bono exacto depende, entre otros factores, dela forma que toma la distribución en cada establecimiento. En todo caso, la diferencia entre ambos instrumentos es sutil.
De hecho, su correlación es 0,98, por lo que son, entonces, sustitutos como instrumentos de admisión (a modo comparativo la correlación entre las notas y el promedio PDT es de 0,58). El aumento en la ponderación de las notas de la enseñanza media puso una enorme presión sobre estas, lo que no sucede con los demás instrumentos.
Hay que recordar que estos son pruebas cuyos resultados se estandarizan con una media de 500 puntos y una desviación estándar de 110 (a partir del próximo proceso de admisión habrá cambios en la escala). Esa presión ocurre porque las comunidades escolares se enfrentan a un dilema complejo de resolver. Ser rigurosos en la calificación o disminuir, en el margen, las posibilidades de ingreso de sus alumnos a las universidades. En efecto, como no existe una supervisión externa de las evaluaciones escolares, los colegios y liceos no pueden asegurar que otros actúen con igual rigor. En estas circunstancias, los planteles escolares pueden incurrir, en el interés de sus estudiantes, en un comportamiento oportunista al momento de calificarlos. Es una forma de “tragedia de los comunes”. Esta situación es la razón más probable de la inflación de notas. Ahora, producto de este comportamiento, ellas se vuelven menos confiables como predictoras de desempeño académico en la educación superior. En este fenómeno, la disminución del peso que se les otorga a los instrumentos estandarizados de selección a las universidades puede haber jugado un papel clave. La última se verificó en la admisión 2021, fijándose una ponderación mínima de 30 por ciento para ellos, reduciéndola desde el 50 por ciento previo.
Nótese que el impacto podría producirse aún si las universidades no ocupan todo el espacio permitido para aumentar la ponderación de notas y ranking, porque colegios y liceos operan sin certezas de las decisiones que finalmente tomarán dichas instituciones.
Por esto, hay que poner, por un momento y mientras no tengamos evidencia más precisa, en el congelador el argumento de que fue solo la pandemia la que afectó las notas de enseñanza media en los últimos años.
La decisión del comité de admisiones a las universidades fue influida posiblemente por la idea de asegurar una mayor equidad en la admisión, pero es un error intentar lograr este propósito a través de una distorsión del sistema de selección, toda vez que debe servir al objetivo principal de predecir desempeño académico. Por supuesto, se puede trabajar en instrumentos que sean más exitosos en ello y también más equitativos, como está ocurriendo en el último tiempo, pero tomar atajos es un error.
A propósito de la inflación han surgido propuestas interesantes para estandarizar las notas o reemplazarlas por rankings bien diseñados (por ejemplo, Eyzaguirre, Gazmuri y Parra, CEP, 2022), pero estas parecen tener un significado importante para el sistema escolar y, de hecho, sistemas de admisión similares al nuestro las mantienen dentro de los instrumentos de selección, pero le dan un peso más reducido. En el trasfondo de esta problemática se encuentra la poca deferencia que ha tenido la institucionalidad de admisión a las universidades con el sistema escolar. Sus decisiones le impactan de manera significativa, pero rara vez se les consulta. Hay mucho que aprender de la experiencia comparada en esta dimensión.

 

HARALD BEYER – VÍCTOR LOAIZA  Universidad Adolfo Ibáñez

Carta publicada en Opinión de El Mercurio.

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