La profesión de notario es por su naturaleza honorífica y respetable, puesto que en ellos está depositada la fe pública. No, no estamos hablando de Chile, estamos hablando de la Antigua Grecia, donde se tenía reservado el oficio de notario a sujetos distinguidos por su lealtad, rectitud y ciencia.
Muchos años antes, los egipcios consideraban a Thot como "el notario" de los dioses. Y se trataba de uno de los dioses más respetables, considerado amo de la sabiduría y por esa razón, con autoridad sobre todo el resto de los dioses.
La realidad de los notarios en Chile no se parece en nada a la mitología egipcia ni a la realidad griega. Más bien, es justo lo contrario. Y es por esa razón que la Fiscalía Nacional Económica esta semana nos ratificó lo que todos sabíamos: que las notarías son un anacronismo, un cartel y una vergüenza.
De acuerdo al estudio, las personas tardan aproximadamente 1 hora y 13 minutos en realizar trámites notariales, muchas veces en cosas que no sirven de nada. Mención aparte merece la puesta en escena de las notarías, donde -con escasas excepciones- se trata de lugares hacinados de gente, donde no existe ni una silla para esperar, donde ¡todavía funcionan las máquinas de escribir! Y, lo que es peor, donde se paga un alto precio por un papel en la que el notario dice "firmó ante mí", pese a que el notario prácticamente nunca "firma ante mí" (por cierto, "los poderosos" no sufren las consecuencias del sistema notarial, porque sus abogados "les sacan la firma" y luego un notario amigo certifica que lo hizo ante él, pese a que evidentemente no es así).
Los notarios se protegen entre ellos y conquistan protección. Ello explica que los más de 30 proyectos de ley presentados para reformar el sistema se hayan desdibujado rápidamente en el Congreso. Y, peor aún, ello explica que existan muchas leyes de la República que entran al Congreso sin ningún requisito notarial, pero salgan -¡oh paradoja!- con el requisito de algún trámite notarial.
A través de un comunicado, la Asociación de Notarios reaccionó fuertemente, diciendo que el informe de la Fiscalía Nacional Económica considera una muestra de menos del 10% de las notarías. Lo que debieran saber los notarios es que para saber cómo está la sangre de una persona no es necesario sacársela toda, sino que basta una jeringa. En este caso, la jeringa de la fiscalía es suficiente grande para dar cuenta de que el sistema está enfermo.
Respecto del punto de fondo, los notarios se defienden alertando de los riesgos que puede suponer una reforma que pueda significar "bajar los niveles de calidad y de excelencia en el tema de seguridad y certeza jurídica". Las mismas amenazas que desde hace siglos hacen todas las industrias protegidas. Las mismas amenazas que hacían los gremios en la Edad Media y que duró muchos siglos más. En la Inglaterra del siglo XVIII, por ejemplo, existía el "estatuto de aprendizaje", que establecía que ninguna persona podía ejercer oficio alguno, profesión o ministerio, al no haber efectuado en él un aprendizaje de siete años cuando menos. El estatuto era propiciado, por cierto, por quienes se dedicaban a ese oficio, como forma de protegerse (lo que fue duramente criticado por Adam Smith en La Riqueza de las Naciones).
Afortunadamente, en el mediano plazo la tecnología terminará con las notarías. Ya ha surgido el blockchain , o cadena de bloques en español, que en esencia es una enorme base de datos en la cual toda la información está distribuida en nodos (computadores), y donde siempre se tiene la información del bloque anterior, guardando el registro para siempre.
En el intertanto, lo que se debe hacer es "desnotarizar" la vida de las personas y revisar todos los trámites notariales exigidos. Y, lo más importante, se debe terminar con la limitación del mercado. Que haya plena libertad para abrir una notaría. Sin designaciones a dedos. Sin pitutos. Sin restricciones de ingreso.
Si se rompiera la protección de la industria, no solo se acabarían las colas, también se acabarían los altos precios, se acabarían las máquinas de escribir y -lo más importante- se acabaría la indignidad actual.