Norte perdido

20 de Mayo 2018 Columnas

Probablemente como sociedad estamos asistiendo a un hito histórico, pero no nos damos cuenta. La marcha en la que miles de estudiantes mujeres exigían una educación no sexista –en medio de varias universidades en paro precisamente como protesta por casos de abusos sexuales, malos tratos y conductas machistas por parte de docentes, estudiantes y autoridades de dichas casas de estudio- marcó una postal en un país donde probablemente nunca tantas jóvenes habían salido a la calle por temas de género.

Fue una jornada para no olvidar. Además de la cantidad de chicas que marcharon en Santiago, Valparaíso  y otras regiones del país, hubo imágenes para guardar en la memoria, como la de las carabineras de Fuerzas Especiales, a cargo de resguardar el orden público, que terminaron abrazadas por las manifestantes. De hecho –y como bien apuntaba un connotado conductor radial al día siguiente- los pocos disturbios que se verificaron estuvieron liderados precisamente por encapuchados masculinos, a los que además no les importó abalanzarse sobre las policías para agredirlas. Una vez más, entendiendo bastante poco de lo que se trata.

Podría haber sido un momento realmente atesorable como país, pero la idiosincrasia del chileno, esa pseudo superioridad moral –muchas veces en extremo cínica- que surge desde lo más profundo de cada uno, hizo que, como tantas otras veces, termináramos debatiendo nimiedades que en una nación desarrollada –como las que intentamos igualar a diario y en tantos temas- serían censuradas inmediatamente e incluso sancionadas.

Lamentablemente, en este Chile donde la forma importa siempre más que el fondo, el debate posterior no estuvo centrado en las demandas de las jóvenes. En vez de convertir la igualdad de oportunidades, el trato respetuoso  (mínimo en un ambiente académico, sin ir más allá) en un debate como sociedad, la discusión terminó concentrada en el torso desnudo de las manifestantes.

La conversación en este momento debiera estar girando en torno a qué debemos hacer como sociedad para que el respeto hacia las mujeres sea una obviedad y no algo extraño por lo que hay que marchar. Debiéramos estar discutiendo sobre la igualdad de oportunidades, sobre las diferencias artificiales en los sueldos, sobre la falta de mujeres en puestos de alta dirección –un estudio realizado por la Universidad Católica y presentado hace apenas unos meses daba cuenta de que apenas un 13% de los cargos gerenciales en las principales empresas del país eran ocupados por ellas- o sobre el poco respeto que nos tenemos como sociedad, que determina que la lucha de género termine reducida  a niveles tan básicos como intentar que un sexo no asesine al otro.

Y algo de eso se logró, aunque sea con el correr de los días. Efectivamente las chicas fueron capaces de poner el tema y cambiar la agenda pública, de manera de que la discusión gire hacia los temas relevantes  y eso ya es un tremendo avance, aun cuando en un comienzo, buena parte de los chilenos, desde la academia hasta las redes sociales, terminaron echando por tierra los conceptos de fondo y debatiendo sobre la falta de ropa de las chicas.

De hecho, en un desatino sin nombre, un ex precandidato presidencial y abogado, Tomás Jocelyn-Holt, no dudó en divertirse durante gran parte del día a través de Twitter, criticando los senos de una joven porque –a su juicio- no eran lo suficientemente protuberantes. Y ahí se quedó la discusión. Las redes sociales se dedicaron a debatir respecto de aquello y de la autopretendida “chispeza” –como diría Gary Medel- de un político de tercera categoría, que no representa a nadie, pero que se da el lujo de faltarle el respeto a mujeres que podrían ser sus hijas, públicamente y sin que le cueste nada.

No fue el único. El ministro de Educación en ejercicio, Gerardo Varela, no dudó en minimizar los hechos por los que marchaban las chicas, afirmando que se trataba de “pequeñas humillaciones” que las mujeres debían soportar. Fue su par Isabel Plá la que tuvo que recordarle que por pequeñas que fueran, simplemente no correspondía dañar la dignidad ni de hombres ni de mujeres.

Lo triste es que en un día en que las jóvenes chilenas salieron a marchar para pedir respeto, el debate se concentró precisamente en lo contrario, en los desnudos, el tamaño de los pechos o de la humillación, sin darse cuenta de que era el foco equivocado y que el norte apuntaba hacia un cambio de fondo, en una sociedad que debe entender que para ser desarrollada no basta con el PIB per cápita: se requiere respeto, valores (que no están en la cantidad de ropa) y un mínimo de inteligencia.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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