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No hay agenda

Si no se cuenta con los cimientos de la protección de datos personales será como construir sobre un pantano. Podemos hacerlo, pero con grandes riesgos en el futuro cercano.
Romina Garrido Iglesias

Romina Garrido Iglesias

Máster en Derecho de las Nuevas Tecnologías
Subdirectora del GobLab UAI. Máster en Derecho de las Nuevas Tecnologías
  • Máster en Derecho de las Nuevas Tecnologías de la Universidad de Chile.
  • Diplomada en Derecho Informático de la Universidad de Chile.
  • Abogada de la Universidad de Valparaíso.

Subdirectora del GobLab, UAI y Directora de Protección de Datos en Prieto Abogados. Participa frecuentemente de las discusiones legislativas y fue parte de la mesa de asesores legislativos del proyecto de ley de datos personales. Está Certificada en Liderazgo y Estrategia en Ciberseguridad...

Nuestra actual ley de protección de datos personales de 1999 se dictó en un contexto muy diferente al actual. Casi no conocíamos qué era, ni cómo funcionaba Internet, no había redes sociales, comercio electrónico, riesgos de ciberseguridad. Ni siquiera imaginábamos la irrupción vertiginosa de la Inteligencia Artificial (IA). Fue una ley pionera en su oportunidad, pero rápidamente demostró su ineficacia al forzar a las personas a actuar a través de abogados para proteger sus datos personales de tratamientos ilícitos. No porque no nos importen los datos, sino porque resulta engorroso y caro todo el proceso judicial. A lo largo de estos años, el tema de los datos personales ha tomado importancia en aspectos puntuales: para insertar a Chile en los servicios globales el año 2008; para cumplir los compromisos internacionales de la OCDE en 2010; para actualizarnos a la nueva ley europea de 2018 -donde nuestro país fue uno de los elegidos como sede de la Unión Europea para el lanzamiento de su nueva ley-, para cumplir los compromisos de protección de datos que exigen los tratados internacionales y así suma y sigue.

En 2022 se tramitó la reforma a la ley de datos personales presentada el 2017, de manera expedita, en la Cámara de Diputados en segundo trámite constitucional con el apoyo de expertos y expertas de la academia, la industria y el sector público. De ahí surgió un proyecto con un buen estándar que hoy duerme el “sueño de los justos” en la Comisión de Constitución del Senado desde hace varios meses, en su etapa final, sin espacio en la agenda.

Hasta la fecha no ha permeado la importancia y la necesidad de una buena ley de datos personales. No hemos sido capaces de relevar a la agenda de datos personales como habilitante y transversal, que aportará los cimientos sobre los que se construyen muchas de las otras agendas que parecen más urgentes e importantes, y un catalizador de la economía digital. Por ejemplo, nuestros datos son necesarios para darnos seguridad porque tecnologías como el reconocimiento facial, así como las cámaras y los drones son sistemas de tratamiento de datos. No se trata de asuntos dicotómicos, de elegir entre seguridad o privacidad, si no de contar con escenarios de regulación adecuados que den evidencia de un uso responsable de datos y, sobre todo, de reglas claras.

Además, la protección de datos es clave cuando hablamos de otras agendas como la salud digital; la regulación de la Inteligencia Artificial (IA); el futuro del trabajo; la ciberseguridad y la transformación digital del Estado, entre otras materias tan relevantes hoy en la discusión pública. Si no se cuenta con los cimientos de la protección de datos personales será como construir sobre un pantano. Podemos hacerlo, pero con grandes riesgos en el futuro cercano.

Publicada en La Segunda.

No hay agenda

Si no se cuenta con los cimientos de la protección de datos personales será como construir sobre un pantano. Podemos hacerlo, pero con grandes riesgos en el futuro cercano.

Nuestra actual ley de protección de datos personales de 1999 se dictó en un contexto muy diferente al actual. Casi no conocíamos qué era, ni cómo funcionaba Internet, no había redes sociales, comercio electrónico, riesgos de ciberseguridad. Ni siquiera imaginábamos la irrupción vertiginosa de la Inteligencia Artificial (IA). Fue una ley pionera en su oportunidad, pero rápidamente demostró su ineficacia al forzar a las personas a actuar a través de abogados para proteger sus datos personales de tratamientos ilícitos. No porque no nos importen los datos, sino porque resulta engorroso y caro todo el proceso judicial. A lo largo de estos años, el tema de los datos personales ha tomado importancia en aspectos puntuales: para insertar a Chile en los servicios globales el año 2008; para cumplir los compromisos internacionales de la OCDE en 2010; para actualizarnos a la nueva ley europea de 2018 -donde nuestro país fue uno de los elegidos como sede de la Unión Europea para el lanzamiento de su nueva ley-, para cumplir los compromisos de protección de datos que exigen los tratados internacionales y así suma y sigue.

En 2022 se tramitó la reforma a la ley de datos personales presentada el 2017, de manera expedita, en la Cámara de Diputados en segundo trámite constitucional con el apoyo de expertos y expertas de la academia, la industria y el sector público. De ahí surgió un proyecto con un buen estándar que hoy duerme el “sueño de los justos” en la Comisión de Constitución del Senado desde hace varios meses, en su etapa final, sin espacio en la agenda.

Hasta la fecha no ha permeado la importancia y la necesidad de una buena ley de datos personales. No hemos sido capaces de relevar a la agenda de datos personales como habilitante y transversal, que aportará los cimientos sobre los que se construyen muchas de las otras agendas que parecen más urgentes e importantes, y un catalizador de la economía digital. Por ejemplo, nuestros datos son necesarios para darnos seguridad porque tecnologías como el reconocimiento facial, así como las cámaras y los drones son sistemas de tratamiento de datos. No se trata de asuntos dicotómicos, de elegir entre seguridad o privacidad, si no de contar con escenarios de regulación adecuados que den evidencia de un uso responsable de datos y, sobre todo, de reglas claras.

Además, la protección de datos es clave cuando hablamos de otras agendas como la salud digital; la regulación de la Inteligencia Artificial (IA); el futuro del trabajo; la ciberseguridad y la transformación digital del Estado, entre otras materias tan relevantes hoy en la discusión pública. Si no se cuenta con los cimientos de la protección de datos personales será como construir sobre un pantano. Podemos hacerlo, pero con grandes riesgos en el futuro cercano.

Publicada en La Segunda.