Hace casi siete años el país fue sacudido por uno de los más grandes terremotos de la historia. En ese momento la mala decisión gubernamental de descartar el tsunami causó grandes males al país.

De esa tragedia hay algo que quedó para la posteridad: el famoso video de la Onemi. Esa imagen de la Presidenta, flanqueada por una poco capacitada directora del organismo, hablando por un antiguo teléfono blanco, se transformó en el emblema de la improvisación.

Pero el tenaz esfuerzo del gobierno de Piñera de socavar el liderazgo de Bachelet, a raíz de esa actuación en el 27F, fue infructuoso. Los chilenos entendieron que la tragedia era demasiado grande y la información disponible demasiado mala. En especial, si la fuente especializada -la Armada- dio las señales equivocadas.

La paradoja es que lo que mostró el famoso video tiene muchas similitudes con lo que hemos visto ahora en el infierno de enero, pese a que la naturaleza de la catástrofe y las circunstancias han sido muy distintas.

La Presidenta Bachelet, que visitó la zona una semana después que se iniciaran los incendios, habló de no sacar ventajas políticas de las tragedias. Lo sindicó como una “pequeñez”. Sin embargo, consignar la mala actuación que ha tenido el Gobierno no puede ser considerado una “pequeñez”. Es una crítica al accionar de quien detenta el poder. Es, por lo tanto, una crítica válida.

El Gobierno, y en especial la Presidenta, mostraron desde el inicio de la tragedia indolencia, negligencia y falta de liderazgo.

Indolencia. En momentos en que muchas autoridades locales pedían insistentemente desde hacía una semana que se declarara zona de catástrofe, el Gobierno demoró tres días en hacerlo. Se repite la historia de lo que ocurrió en Concepción con el terremoto. En momentos en que la cosa comenzaba, pero se veía muy mal aspectada, en vez de juntar el máximo de recursos para afrontar la emergencia, actuó de forma tardía, lenta y torpe.

Negligencia. Lo ocurrido con el famoso avión Supertanker se transformará en la nueva imagen para la posteridad de esta tragedia. Todo lo que pasó fue una comedia del absurdo. La Conaf, con un provincianismo inédito, señaló que no servía y quiso desechar el ofrecimiento. La Subsecretaría del Interior estaba preocupada de quién iba a pagar el agua. Y finalmente le conceden ¡2 días de prueba! Uno esperaría que el Gobierno hubiera estado buscando cómo traer más aviones de ese tipo y no poniendo cortapisas a algo que, en el peor de los casos, iba a ayudar poco. Falta de Liderazgo. Para la segunda guerra mundial, Inglaterra tuvo a Churchill. Para el terremoto de Valdivia, Chile tuvo a Raúl Sáez. Para el entierro de los mineros estaba Sougarret. Para estos incendios no se ve a nadie que lidere una estrategia. Que consiga aviones, que idee un plan. Aunque fracase. Mientras tanto los chilenos, con ramas verdes y baldes plásticos, siguen tratando de apagar el fuego mientras se queman sus casas, dando cuenta de una especie de “estado de naturaleza” humano.

Las catástrofes son catástrofes. Por obvio que parezca decirlo. La peste negra, la epidemia de la gripe, los terremotos, los huracanes y los incendios. Como tales en su mayor parte no se pueden evitar. Muchas de ellas apenas se pueden combatir. Pero se necesita demostrar que hay alguien que lidera el mando. Y eso se ha visto muy escasamente en esta tragedia.

Han surgido todo tipo de ideas conspirativas para buscar responsables pero es muy difícil que haya algo de ese estilo. Tampoco se puede culpar al Gobierno de lo que está pasando. Pero sí se le puede culpar del cómo se está abordando. Y en especial del cómo se abordó en su primera etapa.

De paso, vuelve a confirmar que los veranos son fatídicos para Bachelet. El 27F, la publicación del caso Caval y el lanzamiento del Transantiago fueron en el verano. En todos los casos la actuación fue, a lo menos, tardía. En todos los casos se acusó inicialmente de “crítica pequeña”. Y en todos los casos, terminó pidiendo perdón. Parece ser que esta no será la excepción.