Nieve, esmog y tacos

2 de Agosto 2017 Columnas Noticias

Hace muy poco tuvimos una secuencia de eventos especialmente usuales e inusuales. Después de la tormenta blanca, vimos calles y plazas nevadas como no sucedía hace décadas. Poco nos quedó del aire limpio y las bocanadas de frío prístino. Muy rápido los cielos azules se engrosaron con un gris irritante, y las colas de autos, buses, y camiones llenaron las calles de lentitud. A la mágica  nevazón le siguieron apagones prolongados, el esmog y los tacos de siempre. ¿Podremos superar  las incapacidades de nuestras ciudades de enfrentar desastres climáticos, contaminar menos el aire y permitir una mejor movilidad?

En una era en la cual se habla mucho de “smart cities”, hay grupos organizados, se arman conferencias y congresos, y se bombardea con marketing, debemos preguntarnos cuán “smart” son nuestras ciudades; si de verdad podrán llegar a serlo y, si  supusiéramos que sí, qué implicaría ello. Estas preguntas han sido respondidas de dos formas.

Por un lado, el Estado ha adoptado la hipótesis de que incorporando infraestructuras con mayores capacidades tecnológicas se pueden enfrentar de modo más exitoso los eventos y  comportamientos impredecibles. Así, más allá de protocolos, decretos de estados de emergencia y comisiones, la infraestructura —con el apoyo de las empresas proveedoras de infraestructura— podrá contar con una capacidad responsiva. Por otra parte, dichas empresas han asumido la hipótesis de que el usuario puede tomar diversas opciones y ser más racional en el uso de recursos de la ciudad, y tomar así decisiones que en conjunto podrán tener efectos en la eficiencia del uso de recursos.

Sin embargo, lentamente ha surgido una respuesta alternativa que se basa en el concepto de autonomía. Específicamente, en la autonomía energética. Una teja solar reemplazará a la hojalata con captación de energía solar sin tener que agregar los típicos paneles. Una batería doméstica almacenará energía para el gasto de la casa. Y el auto eléctrico —que también se cargará en casa— reemplazará a los 4×4 sin contaminar el aire.

Esta infraestructura tecnológica no sólo habría evitado que nuestras casas se hubieran quedado a oscuras. La reconversión de la ciudad será una revolución, tanto para la gobernanza como para el mercado. Empresas como Tesla han marcado trayectorias que en el mediano plazo serán factibles y masificadas, instalando la percepción de que es posible transformar el modo de construir la ciudad y su capacidad tanto de responder a eventualidades como también de ser sustentables. El futuro de nuestros entornos será no sólo diferente en su aspecto físico —sin cables en las calles y con autos silenciosos que se manejan solos—, sino que también implicará una nueva relación de lo público, las infraestructuras energéticas y las asociaciones privadas. Así podremos disfrutar de las nevadas, aire limpio y movilidad.

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