Neoliberalismo: caricatura y realidad

5 de Noviembre 2021 CEA Columnas

Convertir a Chile en la tumba del neoliberalismo, como lo ha propuesto en más de una ocasión el candidato de Apruebo Dignidad a la presidencia, puede ser una tarea titánica. Desde luego, para quien desee emprenderla, o impedirla, nunca estará de más contar con algunas precisiones históricas que le ayuden a aclarar el significado de un término casi tan utilizado como etéreo. Tanto sus detractores como sus defensores tienden a pensar que los “neoliberales” tienen una fe ciega en el librecambismo, en la capacidad autorregulatoria de los mercados y en la desaparición progresiva del Estado. En una obra reciente titulada Globalists. The end of empire and the birth of neoliberalism, el historiador Quinn Slobodian nos señala que esta representación incurre en lo caricaturesco, y tiende a invisibilizar algunas de las ideas clave en la armazón teórica del modelo neoliberal. Basándose en un estudio concienzudo y documentado en torno a los trabajos de los intelectuales orgánicos del neoliberalismo durante el siglo XX -principalmente Hayek, Friedman, Eucken y los miembros de la Escuela de Ginebra- el autor demuestra que estos nunca creyeron en los mercados autorregulados como entidades autónomas. Tampoco consideraron que los seres humanos estuviesen únicamente motivados por la racionalidad económica. Es más, jamás apostaron por la desaparición del Estado, ni de las fronteras y competencias soberanas que lo definen.

Slobodian nos explica con pelos y señales cómo los horizontes de los think tanks neoliberales se basaron, más bien, en un proyecto altamente politizado de ingeniería social. Este aspiraba a que un tupido conjunto de instituciones se dedicase a moldear los valores y los hábitos de las poblaciones del planeta. El fin siempre fue facilitar la libre circulación de capitales y de bienes, pero también lograr que los habitantes de todos los países del mundo normalizasen un espíritu orientado a la productividad y al consumo. En consecuencia, no sería suficiente considerar al neoliberalismo como un simple agregado de doctrinas económicas puestas al servicio del interés de una conspicua elite empresarial. Sería más sabio evaluarlo como una filosofía orientada al ordenamiento de la gobernanza mundial. Los teóricos neoliberales, especialmente los ordo-liberales de la Escuela de Friburgo, siempre consideraron esenciales los resortes coercitivos y jurídicos que proporcionaban el poder estatal y las instituciones internacionales. Según refleja Slobodian, su éxito fue radical. El programa neoliberal ha logrado modelar un mercado global de consumo altamente sofisticado e institucionalizado. Es menester que quien desee deshacer este proceso, o bien aliviar sus desequilibrios, o bien preservar sus virtudes, tenga en cuenta que no se trata de lidiar con una plutocracia caricaturesca, sino con un formidable y lubricado sistema de prácticas institucionales, hábitos sociales y preceptos morales.

Publicada en La Segunda.

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