Nada nuevo bajo el sol

30 de Junio 2019 Columnas

Durante la cuenta presidencial,Sebastián Piñera dijo que quería compartir con sus compatriotas, “ser anfitriones de uno de los grandes fenómenos de la astronomía”, en referencia al eclipse total de sol en la Región de Coquimbo. Para muchos, fue un intento por atriburise un evento que no tiene relación con su mandato y, claro, el fenómeno ocurriría igual estando él de presidente, Guillier, Sánchez o Artés.

El uso político de fenómenos naturales en beneficio de algunos pocos es tan antiguo como la humanidad. Las primeras castas sacerdotales se valieron de este recurso para anticiparsealos hechos y someter a la población, que veía en cada uno de estos fenómenos, designios divinos.

Publio Cornelio Escipión, como lo relata Gerardo Vidal en su libro Retratos de la Antigúedad Romana, se validó frente a los tropas romanas utilizando este tipo de artilugios: “Una mañana convocó a sus soldados y expuso con palabras vibrantes la promesa que había recibido del cielo: Poseidón se encargaría de bajar el nivel de las aguas para que se efectuara el vado. Los rudos soldados seguramente lo escucharon con incredulidad y aun con sorna. Pero cuando lo vieron lanzarse al agua, no dudaron en seguirlo. Efectivamente, las aguas habían bajado. Las tropas gritaron el milagro y todavía cautivados por la emoción se encontraron a las puertas de Cartago. Desde luego, no había sido un milagro, sino un simple cambio de marea. Pero frente a un rudo ejército de campesinos romanos, que poco sabía de las cosas del mar, pareció sin duda un milagro”.

Algo similar sucedió con Octavio Augusto, quien se sirvió de una estrella fugaz que cruzó el cielo justo en el funeral de Julio César, para consolidar su rol como elegido por los astros para ser su sucesor.

Tiempo después, cuenta la leyenda, Cristóbal Colón, en su último viaje a América, se habría valido de sus conocimientos astronómicos para sobrevivir luego de su naufragio en Jamaica. Los españoles, rendidos por el hambre, habían dejado de ser atendidos por los nativos y Colón los amenazó con generar un eclipse si no cambiaban su actitud. Una vez que este fenómeno sucedió, los locales cambiaron la actitud para no enfurecer a la divinidad.

Quizás inspirado en esta historia, en su cuento “El eclipse”, el escritor guatemalteco Augusto Monterosso cuenta que fray Bartolomé Arrazola intentó salvarse de la muerte a manos de los indígenas, advirtiéndoles que si lo asesinaban, iba a hacer que el sol se oscureciera: “Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles”.

A diferencia de los jamaicanos, los mayas, aztecas e incas tenían tanto o más conocimiento del cielo que los propios europeos y los eclipses no constituían una gran novedad.

Pasaron los siglos y el fenómeno fue comprendiéndose cada vez con mayor cabalidad. Mucho tiempo después, estas instancias extraordinarias eran aprovechadas por los científicos para ir profundizando sus conocimientos sobre la Tierra, el Sol, la Luna y el espacio.

Antecedentes que no eran suficientes para que una parte de la población siguiera viendo en estos fenómenos, algunos indicios de intervención divina. Sin ir más lejos, el paso del cometa Halley durante el centenario de la república, fue relacionado por algunos sectores de la población con la muerte del presidente Pedro Montt en 1910.

Hacia 1986, no se acusó al cometa de nada, pero sí fue usado por las autoridades militares. Era más cómodo que la población mirara al cielo en vez de lo que sucedía en el país.

Finalmente, y aunque todo este tipo de fenómenos ya no tiene la connotación extraordinaria de antes, no deja de llamar la atención la cobertura excesiva que ha tenido este evento. Esperemos que, en este caso, sea por falta de otros contenidos y no porque estén tapando algo que no quieren que veamos.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

 

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