Mundial de 2030, ¿sueño o pesadilla?

23 de Marzo 2019 Columnas

El 20 de marzo, el Presidente Sebastián Piñera se reunió con sus pares de Argentina, Paraguay y Uruguay para materializar algo que ya había anunciado hace algunas semanas, la postulación conjunta de estos cuatro países a la FIFA para ser los organizadores del Mundial del año 2030: “Después de casi 60 años, Chile tiene una nueva oportunidad de organizar y sentir la emoción de una nueva Copa del Mundo”, señaló el mandatario.

Más allá de las emociones y del sueño del Presidente en transformarse en el Carlos Dittborn del siglo XXI, hay que analizar el tema con los pies puestos sobre la tierra, sin la pelotita de por medio.

El primer dato a tener en cuenta es hacer un análisis de la red de estadios bicentenarios que se crearon a partir del año 2008 con la Presidente Michelle Bachellet y que fueron continuados por Sebastián Piñera.

Se han gastado más de $100 mil millones de pesos en los estadios de La Florida, Chillán, Temuco, Arica, Antofagasta, Copiapó, Ovale, Quillota, Rancagua, Curicó, Talca, Valdivia, Puerto Montt y Punta Arenas. Estadios pequeños, para un promedio cercano a los 15 mil espectadores, que serían inútiles para un cita mundialera que exige, como mínimo, estadios para 40 mil espectadores. Ni siquiera el Estadio Nacional, refaccionado, serviría para ser sede del mundial, como lo planteó el ex presidente de la ANFP, Harold Mayne-Nicholls.

A estos recintos de la red bicentenario, hay que agregar los que fueron modernizados para la Copa América del 2015: La Serena, Rancagua, Concepción, Valparaíso y Viña del Mar. La refacción de estos recintos fue presupuestada en $77 mil millones de pesos y terminó(amos) desembolsando más de $110 mil millones de pesos.

Dentro de este grupo, los estadios de Viña del Mar y Concepción fueron un símbolo de lo lejos que están los presupuestos iniciales a lo que finalmente se termina pagando, más aún considerando la premura por tener las sedes listas antes de los eventos. Mientras el Estadio Sausalito iba a costar $9 mil millones, se terminó gastando más de $13 mil millones. La Municipalidad de Viña del Mar, además, fue demandada por la empresa constructora por incumplimiento del contrato. El Ester Roa de Concepción, por su parte, iba a costar $15 mil millones y se terminó pagando el doble.

¿Cuál es la realidad de ambos estadios? Everton, el 2018, llevó un promedio de 6.649 espectadores por partido, muy lejos de los 21 mil asientos para los que fue construido. Más dramático aún, el Ester Roa de Concepción, diseñado para 33 mil espectadores, alberga a un solo equipo de la primera división, la Universidad de Concepción. En el primer encuentro de este año, contra el mismo Everton, asistieron 2006 espectadores, es decir, el estadio se ocupó en menos de 10% de su capacidad.

Se suponía que la inversión en la Copa América se iba a justificar por las externalidades positivas que iba a provocar este evento, pero hasta el día de hoy, no hay evidencia científica que avale tal afirmación. No sabemos cuánto se gastó y cuánto se ganó. Por el contrario, la experiencia de organizadores de mundiales y Juegos Olímpicos demuestra lo contrario, incumplimiento de expectativas, estadios abandonados y villas fantasmas.

Aunque la Ministra Pauline Kantor haya dicho que la determinación de albergar el Mundial no era un acto de populismo, los números dicen lo contrario. La Ministra presenta la cifras positivas de Alemania y Sudáfrica, pero olvida una experiencia más cercana y similar a la de nosotros, Brasil 2014.

El Arena de Amazonas, para 44 mil espectadores, costó U$300 millones de dólares, albergó solo cuatro partidos y hoy nadie sabe qué hacer con él, salvo un juez que sugirió transformarlo en prisión. El Estadio Nacional de Brasilia, en tanto, costó U$500 millones de dólares y hoy es usado como parking para autobuses.

No hay que olvidar que a los políticos brasileños les salió, como se dice coloquialmente, el tiro por la culata y la alta inversión en el Mundial y los Juegos Olímpicos dio paso a una serie de protestas que terminaron con la caída de varias autoridades, presidente incluida.

Finalmente, a todos quienes nos gusta el fútbol, soñamos con ir a ver un mundial, pero a veces los números no dan y lo más responsable termina siendo verlo por televisión. Los políticos podrían usar el mismo criterio, pero claro, es más difícil hacerlo cuando el dinero que se gasta no proviene del esfuerzo de uno.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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