Movimiento feminista y sus demandas

4 de Abril 2019 Columnas

Unirse y manifestarse como grupo de manera pacífica es un derecho indiscutible que debería respetarse en toda sociedad, siempre y cuando esto no atente contra el pensamiento crítico y la condición de individuo de cada persona. No hay duda de que los movimientos sociales a lo largo de la historia han contribuido para generar cambios y mejorías trascendentales en favor del bienestar de nuestra sociedad, no obstante, las manifestaciones masivas suelen acallar al individuo en particular relegando sus pensamientos, creencias, valores e intereses para adoptar las demandas generales del grupo.

Esta problemática puede aplicarse a cualquier versión de movimiento social. Yo me pregunto con no poca preocupación: ¿Hasta qué punto una persona reniega de su individualidad para apoyar la causa común? ¿Existe conciencia de ese límite? ¿Mi apoyo a esas demandas responde a lo que he pensado individualmente de manera crítica? Si bien los movimientos sociales permiten encausar con éxito ciertas exigencias que un individuo solo no podría conseguir, lamentablemente, el actuar en masa puede atentar contra la individualidad, corriendo el riego de que otros terminen pensando por nosotros.

Siempre comento con mis alumnos cómo valoraba y protegía Jorge Luis Borges su condición de individuo. Él se reía, por ejemplo, de que lo intentaran encasillar en algún partido político, porque lo cierto es que este autor argentino del siglo XX siempre fue él mismo, Borges y nadie más. Esta mirada plasmada en su literatura me ha ayudado a construir una visión más objetiva respecto a los activismos y movimientos de demandas sociales masivos. Así, siendo mujer, madre y profesional en el siglo XXI, y compartiendo muchas de las demandas del movimiento feminista reactivado durante marzo de este año, lucho internamente por no perder el enfoque y mirar este fenómeno con cierta objetividad. En ese sentido, creo que estudiar e informarse es clave.

El viernes 8 de marzo salí de mi casa en la mañana y me sorprendí al ver que los carteles de mi calle tuviesen otro nombre. En lugar de “Amunátegui” decía “Violeta Parra”. Mi sensación fue de alegría y tristeza simultáneamente, puesto que admiro profundamente a Violeta Parra y me encantaría vivir en una calle que lleve su nombre, pero resido hace años en el mismo lugar y reconozco que cada vez que doy mi dirección pronuncio con orgullo “Amunátegui”, puesto que me recuerda un hito fundamental en la historia de las mujeres chilenas. Miguel Luis Amunátegui fue el Ministro de Instrucción Pública que en el verano de 1877 firmó el Decreto que hizo válidos los exámenes de las alumnas de secundaria en nuestro país, es decir, su nombre recuerda un momento cúlmine para el movimiento que lideraron varias mujeres en la década de 1870 para conseguir el derecho a acceder a la universidad. Reconocer a Violeta Parra, en este caso, era a costa de desconocer ese gran logro que nuestras precedentes del siglo XIX consiguieron con mucho esfuerzo y con obstáculos mayores a los que nos enfrentamos nosotras hoy. A esto me refiero con que a veces los movimientos sociales arrasan con detalles significativos, funcionando desde el “presentismo” y cayendo en simplificaciones.

Mirar el presente con proyección histórica, contextualizar, informarse, investigar, son maneras de prevenir que los grandes movimientos sociales nos impulsen a cometer este tipo de errores. Tenemos que comprometernos con modos de exigir las demandas que sean respetuosos con los avances ya conseguidos (este no es el primer movimiento a favor de los derechos de las mujeres en nuestra historia), de tal modo de mirar el presente y proyectar el futuro con pleno conocimiento de cuáles son nuestras necesidades reales.  

Publicada en La Tercera.

Redes Sociales

Instagram