Macaya

25 de Julio 2024 Columnas

En los últimos días, la condena del padre del senador Javier Macaya ha sacudido el ámbito judicial y político. En una entrevista televisiva, Macaya intentó separar su rol de hijo del de figura pública; una distinción que rápidamente se desmoronó. No puedes desdoblarte, argumentaron algunos. La presión política fue tal, que Macaya renunció a su cargo; una decisión que fue considerada necesaria para preservar la integridad y funcionamiento de la institución que lideraba.

Defender la inocencia de un padre y respetar una sentencia judicial en su contra, es perfectamente factible. Se puede expresar lealtad hacia un ser querido mientras se mantiene el compromiso con el Estado de derecho y la justicia. Respecto de la valoración de la prueba rendida, también es posible discrepar. El reconocimiento a las instituciones se demuestra, sobre todo, cuando no se está de acuerdo con sus decisiones, pero se las acata y respeta. Por último, es importante destacar que en el caso en cuestión, existen recursos pendientes. El problema, entonces, no es jurídico ni procesal, sino de prudencia. La “mujer del césar no solo debe ser sino parecer” y frente a la gravedad, la sensibilidad de los hechos y su rol, esa entrevista no debió existir o bien el senador debió callar. Ese es el precio político pagado ayer.

Dicho lo anterior y poniendo sobre la mesa que la defensa de los niños, niñas y adolescentes es intransable, ha habido aquí un enorme aprovechamiento político y un encarnizamiento que había empezado mucho antes de la entrevista del día domingo. Revisar las redes sociales era constatar el traspaso, sin matices, de la responsabilidad del padre al hijo y, de este, a su partido. Del mismo modo, la atribución de responsabilidad por los privilegios que su padre habría recibido, junto con la sospecha de una acción manipuladora por parte del senador y la afirmación de que el poder judicial hace distinciones de clase, representan un paso mucho más allá de lo tolerable.

El Frente Feminista del FA no tardó en aprovechar la oportunidad para arremeter contra la derecha toda, generalizando y tildando de cómplices a todos sus miembros. “Hay historial, no olvidemos quiénes fueron los amigos de Colonia Dignidad y los que ocultaron los abusos sexuales de la Iglesia. Los mismos que se niegan a avanzar en educación sexual integral para proteger a la niñez. ¿Hasta cuándo guardan silencio? Mientras tanto, nosotras trabajamos por la niñez”. Toda una falacia de generalización convenientemente utilizada para atribuirse superioridad moral e instalar un punto político lanzando acusaciones a diestra y siniestra. El non plus ultra de la lógica simplista, moralinera y mezquina que tan mal le hace a la democracia, y que hoy llama a manifestarse contra el “encubridor” y pide su cabeza en el Congreso.

Publicada en La Segunda.

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