Los eternos veranos del gran Lukas

13 de Enero 2019 Columnas

La semana pasada, recordamos las aventuras de Von Pilsener por Valparaíso y Viña del Mar. El alemán representaba la particular mirada de un extranjero sobre nuestro país. Gracias a ella, descubrimos algunos usos y costumbres de los chilenos a inicios del siglo XX. Aquí vimos, por ejemplo, los problemas de embarque y desembarque en el puerto; el uso de las playas con un fin medicinal, en el caso de Von Pilsener para aliviar el reumatismo; las carreras en el Sporting y la costumbre de los carnavales florales en Viña del Mar.

Si Pedro Subercaseux, alias Lustig, nacido en Italia en 1906, cuando llegó a nuestro país representó en sus dibujos a Chile visto por los ojos de un extranjero, medio siglo después, un italiano, Renzo Pecchenino, más conocido como Lukas, retrató los veranos viñamarinos y porteños a través de las páginas de El Mercurio.

Los veranos de Lukas están caracterizados por los paisajes playeros, el Festival de Viña del Mar, las carreras del Sporting, la moda veraniega y la gran presencia de turistas argentinos.

¿Qué sucedió en seis décadas que este lugar se transformó en un pequeño pueblo de baños con fines medicinales en una ciudad que recibía a veraneantes de todo el mundo?

El cambio vino, primero, con el general Carlos Ibáñez del Campo y la instalación del Casino en la ciudad de Viña del Mar. Luego con Gustavo Lorca y su visión de internacionalizar la ciudad. El Festival de la Canción, ser sede del Mundial de Fútbol en 1962 y el reloj de flores fueron productos de una acción voluntariosa que todavía parece no tener un merecido reconocimiento en la ciudad.

Las imágenes de Lukas retratan los resultados de esta política. Aunque en realidad el público visitante se restringió principalmente a los argentinos, sí hubo una transformación, un flujo constante de visitantes que encuentran en Viña del Mar un lugar de descanso.

Los veranos de Lukas comienzan con la llegada de los turistas. En una de las primeras imágenes, el verano figura como un pie gigante que está a punto de aplastar a una mujer que representa a Viña del Mar. Relacionado con esto, una de las viñetas más características es la de un edificio de la Avenida Perú en invierno con casi todos sus departamentos desocupados, salvo uno. A continuación, viene la misma imagen, esta vez en verano con todos los departamentos ocupados, salvo uno, el que estaba habitado en invierno.

También figura una visión bastante ácida sobre el Festival de Viña del Mar y el famoso monstruo. Una actividad que, aunque de gran renombre para la ciudad, altera la vida de sus habitantes y la transforma en una hoguera de vanidades. Nada parecía más alejado de Pecchenino, que el glamour y la “chimuchina” festivalera. Por eso no es raro ver dibujos en contra del Monstruo, como un avión cisterna “fumigando” la quinta.

En medio de este ajetreo, asimismo, estaba la moda. Lukas y su más famoso personaje, Don Memorario, se sorprendían con el destape de las mujeres. Por ejemplo, el uso de trajes de baño que, como figura en una de las imágenes, era más parecido a un cinturón de seguridad que a un bikini.

Los veranos de Lukas se cierran con el Derby, una de las grandes aficiones del destacado dibujante. El afiche de 1987 debe ser uno de los más hermosos recuerdos de esta competencia. Una lámina llena de colores y que representa la transversalidad social detrás de este espectáculo. Se trataba, como plasmó en una inolvidable crónica de 1976, de un increíble deporte que apasionaba a los chiflados.

Las paradojas de la vida determinaron que Renzo Pecchenino falleciera un domingo de febrero de 1988, el mismo día que se disputó el Derby. Los titulares de su deceso coincidieron trágicamente con los resultados de la carrera.

Finalmente, el valor de Lukas, más allá de la mirada divertida y fresca detrás de cada una de sus viñetas, se transforma en una particular panorámica de cómo era la vida a fines del siglo XX, cuáles eran las preocupaciones y problemas de sus habitantes. Una fotografía casi perfecta e inédita de Viña en los setenta y ochenta y que ya en nada se parecía a los paisajes que recorría Von Pilsener.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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