Los estudiantes y sus problemas de salud mental

23 de Junio 2019 Columnas

Entre las múltiples demandas delos estudiantes, una de las que ha sonado con mayor fuerza ha sido la de la salud mental. Los jóvenes acusan vivir en una situación de estrés que amerita una revisión, por parte de los establecimientos educacionales, de las cargas de trabajo a las que se encuentran expuestos.

Sin duda que este es un tema que debería ser analizado por expertos de la salud mental. No obstante, desde la historia uno podría hacer algunas consideraciones que pueden resultar relevantes a la hora de revisar este tema.

Lo primero sería recordar algunos de los medios con los que contaba un estudiante hace aproximadamente cincuenta años. Hasta hace medio siglo, el profesor universitario, luego de haber recorrido un largo camino como ayudante, profesor hora, hasta llegar a ser jornada completa, se transformaba en amo y señor de su cátedra.

La voz del académico era ley y podía imponer su particular justicia en la impunidad absoluta. Nadie osaba pedir rúbricas o solicitar una recorrección de una prueba. El alumno se veía expuesto así a excesos como reprobaciones por gusto o disgusto, sin ningún “derecho a pataleo”.

Asimismo, los medios con que contaban los estudiantes para su desarrollo eran escasos. Los libros había que conseguirlos en biblioteca, antes que el resto o, cuando ya era tarde, ver la forma de obtener una fotocopia. A quienes llegábamos siempre retrasados, nos tocaba la fotocopia de la fotocopia de la fotocopia, hojas oscuras con letras ilegibles, con subrayados y apostillas que entorpecían aún más la lectura. En esa época, nadie se atrevía a reclamar por la cantidad de páginas a leer y estas se determinaban más por tradición y capricho, que por algún criterio pedagógico.

Demás está decir que no existían plataformas web o emails donde consultar al profesor. La única forma de dar con él era ubicarlo en su oficina, si es que tenía, o, si uno era osado, llamarlo a la casa, con la incomodidad que significaba perturbar la tranquilidad de su hogar. Por otra parte, la clase era sagrada, en el sentido de que era la única instancia para poder entrar en contacto con la materia. No se podían grabar los audios o tomar foto a la pizarra o pedir que mandara la “transparencia” vía correo electrónico.

Así, suma y sigue. Seguramente, se me escapan muchos detalles que el lector veterano debe recordar si es que tuvo la suerte de pasar por la Universidad.

La realidad actual, no me atrevería a decir si mejor o peor, es distinta. El profesor, como el alumno, debe someterse a un régimen en el que todo debe tener, en buena hora, una justificación pedagógica, desde el programa, número de lecturas y pautas de corrección. Su trabajo ya no se limita a la mera clase, sino que se extiende al cumplimiento de otras exigencias además de la docencia, como la extensión e investigación. A esto se suma estar constantemente pendiente de los requerimientos digitales de los alumnos, vía email o intranet.

Los estudiantes también cuentan con una serie de medios para hacer de la clase, una instancia más en su proceso educativo. Si no entiende algo, pueden recurrir a Wikipedia, Youtube, las fotocopias o imágenes que sus compañeros, muchas veces de forma descarada, toman con las cámaras de sus celulares de la pizarra para no tener que darse “la lata” de transcribir en un cuaderno. La mayoría de los libros están en PDF y las bibliotecas han dejado de ser un espacio de lectura, para ser simplemente grandes espacios de estudio.

Objetivamente y sin necesidad de ser un experto, la Universidad se ha transformado en un lugar mucho más justo de lo que era antes. No obstante, eso no es apreciado por las actuales generaciones. Si tuviésemos que hablar de salud mental, yo me preocuparía más de los profesores que de los alumnos.

Finalmente, sin querer caer en la descalificación de las actuales generaciones y la sobrevaloración de las anteriores, nos atrevemos a decir que, objetivamente, las condiciones para los alumnos que han entrado últimamente a la Universidad han mejorado. Antes de hacer cambios y ajustarse a las demandas, sería relevante que los estudiantes comenzaran a conocer cómo era la realidad hace algunos años y valorar los medios que ahora poseen.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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