Cuando el verano de Estados Unidos y Europa llega a su fin con cifras históricas de incendios e inundaciones, llega a las librerías locales el último libro de Bill Gates. Bajo el título “Cómo evitar un desastre climático: las soluciones que ya tenemos y los avances que aún necesitamos”, el empresario y filántropo plantea, en base a datos y evidencia la necesidad de alcanzar las emisiones cero. Pero, sin dejar de consumir. Eso sí, productos y servicios basados en energía verde, que debe ser tan barata y fiable como la que proviene de combustibles fósiles.
Si la pandemia nos ha demostrado que el comportamiento individual tiene un impacto colectivo, la misma lógica aplica para enfrentar el cambio climático y sus efectos no solo ambientales, sino también sociales. En la discusión se tiende a poner el foco en los gobiernos, cuya labor es fundamental para contar con regulaciones e incentivos efectivos. Pero ponemos menos atención al impacto que tienen las inversiones, sean financieras o filantrópicas, en jugar un papel activo en soluciones sostenibles. Por una parte, es necesario que los inversionistas integren en sus análisis no solo las variables de riesgo y retorno, sino también la de impacto, lo que implica desinvertir en instrumentos con altos niveles de emisiones y detectar oportunidades de innovación que permitan acelerar tecnología y soluciones con efecto positivo.
El acelerado crecimiento de las energías renovables en Chile ha demostrado que es posible lograr una ecuación entre regulación e inversión que genere un efecto positivo en reducción de emisiones y nuevas fuentes de empleo. Este tipo de ecuaciones es una de las propuestas que plantea Gates en su libro, con un fuerte énfasis en I+D. Como inversionista, ha incorporado la variable impacto (positivo/negativo) a lo largo de todo su portafolio, tanto en las decisiones de inversión financiera directa como filantrópica, agregando un fuerte énfasis en innovación.
Ante el cambio climático, como inversionista, ha invertido más de mil millones de dólares en tecnologías de energía limpia, fabricación de productos tradicionales (cemento, acero, carne) con bajos niveles de emisiones de carbono, y en nuevos sistemas de captura directa de carbono del aire. Mientras, a través de la fundación, realiza donaciones a viviendas sociales con sistemas de energía limpia. Con ello, integra en los distintos instrumentos de su portafolio el impacto medioambiental como variable en la toma de decisiones.
La primavera se asoma en Chile, con una crisis hídrica en ciernes. No solo el gobierno, sino también inversionistas, consumidores y ciudadanos, debemos pensar en las soluciones que tenemos a mano, pero también en el impacto de nuestras decisiones y en las innovaciones en las cuales necesitamos invertir.
Publicado en La Segunda