Lo que el museo nos dejó…

18 de Agosto 2018 Columnas

El episodio de Mauricio Rojas y el Museo de la Memoria avivó una llama que sigue incandescente en Chile. Y -más allá de lo ocurrido- dejó varias lecciones.

No hay “contexto” para los derechos humanos

En materia de derechos humanos gran parte de la derecha sigue al debe. Cuando se enarbola la bandera del “contexto” lo que se está haciendo es intentar legitimar de algún modo los hechos. En el fondo, que las cosas pasan por algo. Que la violación de una mujer se explica, en parte, porque llevaba una falda muy corta.
La tesis del contexto la hemos escuchado por décadas. Del propio Pinochet (“esto era una guerra, señores”), de Merino cuando hablaba de “los humanoides” y de tantos otros que hablaban de que los desaparecidos o torturados “no eran blancas palomas”.
Es evidente que tratar de contextualizar las violaciones a los derechos humanos es una forma de rebajar el carácter incondicional que poseen. Lamentablemente hay amplios sectores que se resisten a aceptarlo.

El “templo” de Matucana 501

Los museos de la memoria son espacios que buscan reconfigurar la historia de una sociedad y darle un nuevo significado a la violencia. Como se ha dicho insistentemente un museo de la memoria tiene como función crear conciencia y no de explicar historiográficamente lo ocurrido.
El Museo del Apartheid en Sudáfrica, el Hiroshima Peace Memorial Museum en Japón, los muesos del holocausto judío o el Museo del Genocidio Armenio comparten con el Museo de la Memoria chileno la misma lógica: no permitir que estos hechos atroces queden en el olvido.
Ninguno de los museos anteriores “contextualiza”, simplemente muestran el horror.
Sin embargo, una cosa diferente es que el museo no pueda estar sometido a un escrutinio público. En estos días se han escuchado voces tremendamente intolerantes, donde una crítica al museo es equivalente a una herejía y sobre quienes se pide la hoguera, como la pidieron para Galileo Galilei.

El desatino de nombrar a Rojas

Si existe un flanco débil en los gobiernos de derecha es su incomprensión del mundo de la cultura. Se suelen sentir ajenos, perdiendo el tiempo o botando la plata. La cosa se enreda más porque los artistas, escritores, pintores, poetas y músicos suelen ser de izquierda, por lo que relacionarse desde la derecha no es tan fácil.
Como dijo alguien, “el ministro de Cultura es a un gobierno de derecha lo que un ministro de Hacienda es para un gobierno de izquierda”. Una nominación particularmente sensible y compleja. Lamentablemente el Gobierno por segunda vez en este mandato no quiso darse cuenta de ello y los resultados están a la vista. La permanencia de Mauricio Rojas era insostenible.

El fantasma de los derechos humanos

En materia de derechos humanos Piñera tiene una hoja impecable. Se opuso a la dictadura de Pinochet. Dio su voto para la destitución del juez Cereceda. Siendo Presidente cerró el penal Cordillera y habló de los “cómplices pasivos”. Pero Piñera ha sido siempre una voz minoritaria. Hoy la nueva generación de Evópoli viene sin esa carga, ayudada por haber sido niños cuando pasó lo que pasó.
Sin embargo, si hay un punto débil en la UDI y Renovación Nacional es en esta materia. Y el Gobierno, sin quererlo abrió el tema. El peor de todos. Ello se complicará aún más con la conmemoración de los 30 años del plebiscito de 1988 en pocas semanas más.
Y tal como cada día puede ser peor, la nominación de Luis Castillo como subsecretario incrementa el problema, ad portas de que en octubre el juez Madrid probablemente confirme que a Frei lo mataron.

El doble estándar de la izquierda

“El Partido Comunista de Chile expresa al pueblo de la República Popular Democrática de Corea, al Partido del Trabajo y en particular a Usted y su familia nuestras condolencias por el fallecimiento del compañero Kim Jong-Il”, decía la carta enviada en 2011.
Las peregrinaciones a Cuba han sido intensas, la defensa de Maduro incondicional. Cien años de defensa de regímenes totalitarios.
Si bien es cierto que en la medida que se camina desde el Partido Comunista hacia el centro su intensidad se desvanece, es evidente que la izquierda ha tenido un doble estándar en esta materia al defender regímenes que han violado y siguen violando los derechos humanos.
Al menos la derecha chilena se ha ido desmarcando de Pinochet, pero sectores de la izquierda siguen venerando a los Castro. Hasta la ex Presidenta Bachelet, emocionada, corrió para no perderse un segundo la posibilidad de encontrarse con Fidel. No importa que no haya libertad. No importan los muertos. No importan los encarcelados. La “revolución” lo perdona todo.

La necesidad de retomar la agenda

No han sido buenas semanas para el Gobierno. Y no lo han sido especialmente desde el ámbito del manejo político. Porque desde un punto de vista de la gestión son varias las cosas que puede mostrar: La vuelta de la confianza en la economía, el ordenamiento del tema migratorio, el diálogo de La Araucanía, los primeros pasos del cambio en el Sename y la apropiación de la agenda de la delincuencia.
Pero todo lo anterior se ha empañado por desaciertos, desatinos y errores no forzados que se han empezado a instalar. Y, lo que es peor, cuando la popularidad empieza a bajar empiezan a aparecer-como aparecen las setas después de la lluvia- los “díscolos” del propio sector. Es el ABC de la política.
El gobierno debe retomar la agenda. Y, lo más importante, debe pasar luego agosto.

Publicada en El Mercurio.

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