Estamos frente a la misma estrategia de aislamiento que nos llevó a un fracaso rotundo”, sentenció el senador DC Jorge Pizarro, unos días después de que en la Cámara de Diputados, su partido decidiera entregar el respaldo a la idea de legislar la reforma tributaria que impulsa el gobierno.
Más allá de los tecnicismos de una iniciativa legal que no genera consensos, lo cierto es que la postura de los parlamentarios falangistas cayó como balde de agua fría en las filas de oposición, que esperaban un ordenamiento de la DC en contra del proyecto, tal como lo venían conversando todos los partidos de la ex Nueva Mayoría junto al Frente Amplio, desde hace varios meses y como -entendían- había quedado plasmado en los mínimos comunes consensuados para respaldar a Iván Flores en la testera de la Cámara.
Sin embargo, la situación fue distinta a la que esperaban el PS, PPD, PRSD y el FA. La vuelta de carnero de la Democracia Cristiana al respaldar la reforma del gobierno se convirtió en una molotov al interior del bloque opositor, que no dudó en tildar rápidamente a los falangistas de ser los responsables de un camino sin retorno, que prácticamente exiliaba al partido del mundo opositor. “Las confianzas se han roto”, fue la frase más escuchada en los pasillos del Congreso, en redes sociales y en los medios.
Algunos, eso sí, pusieron paños fríos a la crisis. Sobre todo desde el PPD, donde su presidente, Heraldo Muñoz, y el analista Eugenio Tironi hablaron de “exageraciones” y plantearon que la situación no revestía la gravedad que algunos querían imprimirle.
Pero lo cierto es que -independiente del nivel en el que se quiera encasillar esta crisis- la DC perdió el norte hace mucho tiempo. La mayor muestra de aquello fue su decisión de llevar candidata presidencial y lista parlamentaria propia en las pasadas elecciones, con un resultado que estuvo muy alejado de lo que el partido esperaba y que lo sentenció a convertirse en un número borroso dentro del Parlamento. Atrás quedaron los días, por allá por los '90, en que eran la bancada mayoritaria junto con RN.
Hoy la DC se ha convertido en un fantasma de lo que fue. Y con decisiones como la de esta semana, no hacen sino profundizar esta situación. No solo por su relación con el resto de los partidos de la oposición, sino porque se está farreando la posibilidad de ser lo que debiera ser: el articulador por excelencia entre el mundo de la izquierda y los votantes del centro, regalándole ese nicho a la derecha.
En vez de lo anterior -y como lo apuntó el presidente del Senado, Jaime la Falange prefiere darse gustitos que terminan aislándola y reforzando las posturas de quienes -sobre todo en el Frente Amplio y el PC- ven difícil un pacto electoral con el partido de la flecha.
En esta pasada, la DC termina una vez más bailando a uno y otro compás, buscando lo que sus dirigentes creen -a corta vista- que es el mejor escenario para sí misma. Pero no se dan cuenta que muchas veces sus decisiones terminan convirtiéndose en un boomerang, porque lo que no está claro en esta pasada es precisamente, más allá de lo que puedan haber negociado en concreto con Sebastián Piñera, cómo esto afectará la situación del partido y de toda la oposición hacia el futuro. Y en concreto, en qué pie quedarán mirando hacia el próximo año, a las elecciones municipales y de gobernadores regionales, donde aunar voluntades en la oposición se convierte en un must si quieren tener una performance al menos digna. ¿Cuánto puede oscilar la DC de un lado a otro antes de que el resto de la ex Nueva Mayoría y el FA le cobren la cuenta?
Es verdad que con esta decisión, tal como algunos lo apuntaron luego del desaguisado de la comisión de Hacienda, la DC logra aparecer como relevante nuevamente y salir del espacio de ninguneo político en el que estaba. El problema es cuánto durará el minuto de “gloria” y el precio que tendrán que pagar por este desmarque.
Falta todavía ver qué sucederá en el Senado, donde parecería (a menos que haya otra vuelta de carnero) que la DC reculará. Sin embargo, más allá de que la decisión se revierta, queda en el aire la sensación de que la Falange continuará actuando como llanero solitario, de acuerdo a lo que consideren más adecuado para el partido (o parte de él) y no necesariamente alineado con el resto de la oposición.
Y, entonces, si en el Senado la situación se revierte y la DC vuelve al rebaño, la pregunta que queda rondando es cuánto valió la pena el “gustito” de esta semana y cuánto pasará antes de que el partido vuelva a bailar solo.
Publicada en
El Mercurio de Valparaíso.