Leyes talibanas en Chile

22 de Abril 2017 Columnas Noticias

La semana pasada vimos por primera vez a los conejos de chocolate, escondidos tras unas bolsas verdes y rojas. Mientras en todo el mundo los niños, felices compraban chocolates con forma de conejo, en Chile -por amplio consenso y como corolario de la ley de discos pares- hicimos gala de tener una de las leyes más estrictas del mundo.

No se trata de no preocuparse de la obesidad de los niños, ni de rescatar cosas positivas que tiene la ley, pero llegar a esos extremos no tiene justificación. Por cierto, nadie se preocupa de controlar la profusa venta de sopaipillas, completos, churros y papas fritas en la calle. La idea era contener a los “pedófilos de Nestlé”, como lo dijo en su momento el senador Girardi.

Pero la cosa no termina ahí. El Ministerio de Salud desde el año pasado ha propiciado que las marraquetas tengan menos sal. ¿Qué pasaría si en España a alguien se le ocurriera que al jamón serrano le bajen la sal? ¿O que los italianos hagan lo propio con la pizza? Pues bien, en Chile, hoy la marraqueta tiene menos sal. El Estado nos cuida la salud. El problema es que para aquello no hay límite. ¿Por qué la sal de las marraquetas y no mañana la grasa de las longanizas, la cebada de la cerveza o la cafeína al café?

Los peligros de que el Estado intervenga en nuestro propio favor son enormes, como nos alertó John Stuart Mill hace 150 años, pero lo estamos olvidando día a día y -lo que es peor- con amplio consenso de la clase política.

Por cierto, hay más exponentes de las leyes talibanas que han llegado a Chile. Hace poco debutó otra: la del transporte de niños en autos. Hay aspectos positivos en la ley, pero paradójicamente hemos adoptado la ley más estricta del mundo. En la mayor parte de Estados Unidos los niños mayores de 7 años (en algunos estados, incluso, 5 años) no se les obliga a usar ningún tipo de implemento. Pues bien, en Chile se estableció que hasta los 9 años deben ir en silla infantil. Por otra parte, en Europa a partir de los 9 años los niños pueden ir adelante (y de menos si es que no quedan asientos atrás). Pero en Chile se puso ¡a los 12! El Estado no solo nos cuida a nosotros, sino que también a nuestros hijos.

Alguien podrá decir que es más seguro que un niño de 12 vaya atrás en el auto, pero también es cierto que más seguro todavía es que el niño se quede en la casa. Las leyes deben asegurar mínimos, pero respetar la decisión de los padres. La exagerada “ley de sillas infantiles” tiene a los padres incumpliendo la disposición para hacer los turnos escolares, a los abuelos sin poder pasear a los nietos y a las familias numerosas sin capacidad de transportarse sin vulnerar la talibana ley. Y cuando ya parecía que habíamos visto suficiente por este año, faltaba la más importante: la “ley cholito”. Nuevamente una de las leyes más estrictas del mundo en esta materia, que con acuerdo unánime del Senado se aprobó la semana pasada, entre abrazos de muchos honorables. Además de imposibilitar el control de los perros vagos con eutanasia, como la mayoría de los países permite (sin importar que las jaurías atemoricen a la gente o que los perros muerdan a los niños), la ley establece cómo debemos comportarnos con nuestras mascotas.

Es decir, el Estado no solo nos cuida a nosotros y a nuestros hijos, sino que también al perro y al gato. Nuevamente, en la ley hay cosas buenas, pero estipular “la obligación de proporcionarle alimento, albergue y buen trato, brindarle los cuidados veterinarios indispensables para su bienestar y no someterlo a sufrimientos a lo largo de su vida” es excesivo. ¿Irá un funcionario público a encuestar al gato para saber si su dueño ha sido deferente con él? ¿Tendremos al Estado cuidando y vigilando nuestra relación con el perro? Para qué decir si se abandona al animal: para ello se ha contemplado ¡3 años y un día de cárcel!

El Estado debe procurar la organización de la vida común. Mal que mal, las personas no pueden vivir aisladas, y como nos dice Locke, es preferible que exista un Estado que asegure nuestra integridad y que vele por “lo común”. Pero algo dice que en Chile la cosa está yendo demasiado lejos. La autoridad está actuando cada vez más en nuestro propio favor, algo que solo las personas debieran decidir por sí mismas y por sus hijos.

Las tres leyes antes mencionadas son una buena muestra, aunque todavía estamos hablando de menudencias. Pero si no le ponemos coto a tiempo, esto no se detendrá y no faltará alguna autoridad que termine proponiendo, como existe en Minnesota, la prohibición de dormir desnudo o, como trató de hacer Mussolini, la obligación de hacer deporte “para asegurar la grandeza moral y material del pueblo”. 

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