Lentejuelas y partidos

11 de Julio 2016 Noticias

Hasta hace unos días, mi columna de esta semana iba a versar sobre la posible candidatura a alcalde por Llay Llay del cantante Leo Rey, quien iría apoyado por Renovación Nacional, lo que me generaba preocupación. Pero el académico y escritor Cristián Warnken me hizo cambiar la mirada.

Su columna titulada “Dj Lagos Méndez”, en la que criticaba fuertemente la candidatura de Leopoldo Méndez para dirigir los destinos de la comuna de Valparaíso y al senador Ricardo Lagos Weber por respaldarlo, me permitió pensar la situación desde otra vereda y hacer una necesaria pausa introspectiva.

Porque si bien la postulación de ambos músicos no me convence, sí creo que las razones por las que se critican no son las adecuadas y rayan en el clasismo. Ese clasismo tan instalado en Chile desde la colonia.

Pero analizando la situación, aquí no se trata de si tienen un tatuaje más o uno menos, si deciden ponerse ciento cincuenta aros o si estudiaron una carrera de al menos cuatro años de duración. El tema de fondo está en hacerse una pregunta básica, pero necesaria: ¿qué requerimientos debe tener una persona para ser alcalde?

La primera respuesta -y la más fácil, por cierto- está dada por la ley: es necesario ser ciudadano con derecho a sufragio, saber leer y escribir, tener enseñanza media rendida, residencia en la región a la que pertenece la comuna durante dos años anteriores a la elección, situación militar al día y no estar afecto a alguna inhabilidad.

Desde ese punto de vista, tanto Méndez como Cecil Leonardo Leiva Reyes, nombre del excantante del grupo La Noche, serían aptos. Así como en su momento lo fueron Jorge Castro y Virginia Reginato, quienes tampoco tenían un gran currículum a su haber.

Pero ¿qué más se necesita? Aquí es donde el listado puede superar ampliamente el espacio disponible para una columna. Y lo que se requiere es una mezcla muy compleja entre las denominadas habilidades blandas y duras. En primer lugar -dada la situación paupérrima que vive nuestro sistema político-, se requiere una persona absolutamente proba. Alguien que esté dispuesto a trabajar en el sistema público, aportar a la ciudadanía, sin tener segundas intenciones. Una persona que tenga ideas -ojalá rupturistas, aunque a veces se me pongan los pelos de punta- para sacar a estas comunas de su estado actual, sobre todo pensando en la Ciudad Puerto, su pobreza, suciedad y las deudas acumuladas.

Finalmente, alguien que esté dispuesto a poner corazón y no cuentas políticas por sobre todo.

Pero también se requiere realismo: alguien que tenga preparación respecto de la gestión municipal o que se rodee de personas que la tengan. Porque administrar una comuna es complejo. Y aquí está la fundamentación de mi crítica. No en los tatuajes. No en los estudios. No en el apellido. Sí en la capacidad de administrar la cosa pública, de armar equipos con conocimiento, de poder tratar con funcionarios que llevan toda una vida y que pueden sentirse aterrados de un cambio de conducción, de ser capaz de entregar más que pan y circo a las comunidades.

Ahora, que un partido, un parlamentario o una figura política decidan respaldar a uno de estos candidatos es natural. Hoy las colectividades están en una situación de descrédito tan profundo que deben reinventarse. ¿Cómo? No está claro y por eso la posibilidad de maquillarse y ponerse lentejuelas, respaldando una candidatura que aparezca como independiente -y con un personaje “famoso”- es atractiva. Y, aunque a primera vista pueda cuestionarse, en estos casos no hay evidencia de que sea un aprovechamiento. Y quizás esas alianzas busquen mejorar la situación de las comunas, además de conseguir votos.

En cualquier caso, ahí se pondrá a prueba la capacidad de estas nuevas figuras “políticas”. Leopoldo “DJ” Méndez y Leo Rey -además de otros como un expresidente de Everton e incluso el exfutbolista Gabriel “Coca” Mendoza- deberán demostrar su liderazgo, generar equipos alejados de cualquier maquinaria política que pueda hacerle más daño al sistema, demostrar que son capaces de hacer una buena gestión, que sus ideas son factibles y realizables, y -por sobre todo- que son ellos los que están postulando a liderar los municipios. No los parlamentarios, ni los partidos que los respaldan.

Bien llevadas, estas alianzas políticas pueden ser una ganancia para todos. Tanto para los candidatos -que requieren respaldo y experiencia política-, como para los partidos y ciertamente para la ciudadanía. Criticar estas postulaciones y acuerdos per se no tiene sentido. Cristián Warnken me hizo pensar y darme cuenta que, aunque no sea el concepto de alcalde que tengo prefijado en la cabeza, al menos merecen el beneficio de la duda.

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