Legado de Helmut Kohl

19 de Junio 2017 Columnas

Señor director:

La muerte de Helmut Kohl, uno de los últimos líderes occidentales de la generación del colapso de los socialismos reales y de la URSS, marca el cierre de una época.

Su capacidad de gestionar un proceso inesperado de forma brillante quedó en el legado de que salvo el caso rumano, las transiciones desde los regímenes socialistas europeos no acarrearon mayor violencia. Aún queda la imagen de sorpresa de los guardias de fronteras alemanes orientales que tras cubrir guardia por décadas en el Muro de Berlín, se vieron pasmados por la velocidad e intensidad de un cambio, que vio a decenas de miles de alemanes salir a reunirse con un entusiasmo y alegría, que era incomprensible para los códigos de intimidación del régimen de Honecker. La habilidad de Kohl de poder administrar esa transición, impidió algo que perfectamente pudo haberse convertido en un baño de sangre.

Kohl, además, tuvo la habilidad de poder gobernar la reuníficación de una Alemania que reconocía enormes problemas para incorporar a una población que básicamente vivía de acuerdo a patrones opuestos a los de una democracia y donde la desconfianza, temor y pobreza habían anulado por décadas cualquier destello de autonomía personal. Integrar a los Landers orientales fue una tarea masiva, que incluso hoy no se ha completado, pero que pudo ser indexada de forma razonablemente elegante considerando la intensidad de la situación.

Lo anterior no fue gratuito. La intensidad de su compromiso político, tanto con Alemania como con su partido político fue enorme y los perjudicados directos fueron los miembros de su familia. Múltiples entrevistas y hasta libros han mostrado como la distancia con sus hijos y la profunda depresión de su esposa fueron precios que Helmut Kohl hubo de pagar a cambio de su éxito político. Una lección importante y que no se ha de olvidar. 

 

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