- Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, 2012.
- Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
- Licenciado en Humanidades, Ciencias de la Comunicación y Ciencias de la Educación, Universidad Adolfo Ibáñez.
- Periodista y Profesor, Universidad Adolfo Ibáñez.
"Leer al pueblo"
Gonzalo Serrano
Hasta el domingo pasado, no había escuchado ni visto ni leído a ningún político, analista o columnista que se haya acercado a los resultados electorales del plebiscito en el que un 62% de los chilenos votó Rechazo y un 38%, Apruebo. Aunque eran muy pocos los que daban como ganador al Apruebo, eran menos los que daban credibilidad a las encuestas que cifraban en un 60% el triunfo del Rechazo. Si a esto sumamos lo que aparecía en las redes sociales, en especial, luego del multitudinario cierre de campaña del Apruebo, la balanza parecía inclinarse a favor del nuevo texto constitucional.
La realidad ha demostrado que ninguno de nosotros tenía claro qué iba a suceder el 4 de septiembre. A pesar de esta incapacidad, desde la noche del domingo hasta ahora, vemos múltiples explicaciones de lo ocurrido y que van desde el amor a la bandera y desprecio por la plurinacionalidad, por el lado del Rechazo, hasta la victoria de las Fak News e ignorancia de las personas por el bando del Apruebo. Como diría mi amigo Winston en las columnas de fútbol: “es fácil comentar con el diario del lunes”. Sin embargo, en un acto de honestidad intelectual, si es que no acertamos en la proyección de lo que iba a ocurrir, difícilmente podríamos hacer un análisis certero de lo que sucedió sin tener todos los antecedentes a la mano.
Lo cierto es que la élite política e intelectual, aquella que publica artículos académicos, manda cartas y columnas a los diarios, ha demostrado lo lejos que estamos de comprender con claridad qué pasa por la cabeza -y el estómago- de la gran mayoría de los chilenos frente a cada una de estas elecciones.
El tema resulta tan interesante como frustrante porque, llevado al ámbito de la historia, nos obliga a cuestionarnos respecto a una serie de acontecimientos sobre los cuales dábamos por hecho un sentir popular, sin tener la evidencia científica que puede entregar una elección masiva como la de este domingo.
Pienso, por ejemplo, en los 212 años de la primera Junta de Gobierno que vamos a celebrar la próxima semana. Generalmente, los libros de historia lo asumen como un hecho necesario y obvio para gran parte de los chilenos en ese momento. Asimismo, a los alumnos les cuesta comprender que hubiera muchos que estuvieran cómodos con la existencia y dependencia de un monarca. Es más, a las actuales generaciones les resulta difícil entenderque la muerte de un personaje como la reina Isabel II conmueva incluso a algunos chilenos. Sin embargo, es lógico que, así como existía un grupo, al inicio, de exaltados, que quería desligarse de Fernando VII, hubo muchos otros que se negaban al cambio y querían seguir cobijados bajo su corona. A esto debemos agregar a una inmensa mayoría que por su vida en el desierto, valle central o en el campo sureño no estaba al tanto de lo que sucedía o para quien todo esto no parecía tener relevancia.
Junto con el 18 de septiembre de 1810, hay una serie de hechos: la guerra del Pacífico, la guerra civil de 1891, la crisis del 29 o avanzando a uno de los momentos más polémicos de la historia, la Unidad Popular y el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que generan esta misma incertidumbre sobre su popularidad. Va a depender de los testimonios para encontrar diferentes visiones de lo que quería la mayoría: si estaban a favor de la guerra con Perú y Bolivia, si apoyaban a José Manuel Balmaceda, Salvador Allende o Augusto Pinochet.
El 4 de septiembre nos recuerda que las noticias y comentarios que circulan en los diarios, medios de comunicación y redes sociales es tan solo una parte y no, necesariamente, un reflejo de la realidad que viven todos los chilenos.
En definitiva, lo ocurrido este domingo es un baño de humildad que nos impulsa a ser más cautos a la hora de hacer análisis, en especial, menos soberbios a la hora de creer interpretar lo que quiere la mayoría o el pueblo, como se dice comúnmente. Solo de esta forma podremos enmendar el rumbo para futuras interpretaciones tanto del presente como del pasado.
Publicada en El Mercurio de Valparaíso.